La pasión de un arte canalla
En un texto de 1948 dedicado a la creación artística de los enfermos mentales e incluido en la versión definitiva de El surrealismo y la pintura, André Breton elogiaba y suscribía sin reservas el entonces reciente. manifiesto de Jean Dubuffet en torno al art brut. No en vano las propuestas teóricas del pintor del Havre, dedicado finalmente a la plástica ya en su madurez para desarrollar una de las propuestas más crudas y salvajes del arte de nuestro tiempo, venían a situarse dentro de la esfera mental inaugurada conscientemente por el superrealismo al asumir la cara oculta de nuestra condición, el rostro nocturno guiado por un deseo sin rumbo y la potencia de lo irracional.Apenas unos años después de una guerra que, más que la que había marcado el sinsentido festivo y feroz de Dadá, culminaba el discurso de la razón y del progreso con la consecución de un holocausto sin nombre ni pudor, Dubuffet oponía a una tradición general del gusto occidental, guiada siempre -aun en sus formas más barrocas- por una contención de orden apolíneo, un arte que "traduce de modo más inmediato los movimientos del espíritu y presenta los mecanismos de la mente (y no sólo de ella) más cálidos, más crudos".
Era, por supuesto, la defensa de un arte anónimo y bastardo, del arte del loco y de la perversa inocencia del niño; pero era también el arte por el que, desde años atrás, venía apostando Jean Dubuffet en su propia pintura.
El poso del subconsciente
En la idea de que "el sentido es un pez que no se puede mantener mucho tiempo fuera de su agua turbia", Dubuffet había comenzado a abrir su propia pintura, casi desde los primeros cuarenta, a un sentido del dibujo y del tratamiento de la figura rabiosamente ingenuista, mordaz, salvaje y pavorosa, un habla balbuciente que se enriquecerá con el temblor del grafitti, ese pulso errante que araña el yeso de los muros, y un sentido turbio y excremental de la materia.
Frente al curso lírico o elegantemente patético que adoptarán otras vías del informalismo, Jean Dubuffet optaría por el poso más canalla y perturbador que anida en la materia del subconsciente.
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