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TRIBUNALES

El Tribunal Constitucional resolverá sobre una discriminación 'machista' favorable a las azafatas

Ser hombre no será un impedimento para acogerse al derecho al retiro anticipado concedido por un convenio colectivo a las azafatas de Iberia, si el Tribunal Constitucional concede el amparo solicitado por dos auxiliares de vuelo masculinos contra una sentencia del Tribunal Central de Trabajo. Uno de los recurrentes, Rafael de los Mozos Cabezuelo, calificó de "machistas" los criterios empleados por los magistrados, fundamentados en la exigencia a las azafatas de "una especial presencia física atractiva", no necesaria en los hombres.

En septiembre de 1983, De los Mozos y su compañero Ricardo Merino Conrado reclamaron a la Magistratura de Trabajo número 5 de Madrid para que la compañía Iberia les reconociera el derecho a optar por el retiro anticipado previsto en convenio colectivo para los auxiliares de vuelo femeninos de edades comprendidas entre los 35 años y los 40 años. La Magistratura de Trabajo estimó la demanda, contra la que recurrió Iberia y el Tribunal Central de Trabajo revocó la sentencia.Los magistrados de este último tribunal argumentaron: "Se entiende que la mujer, por sus condiciones físicas, aconseja y hasta impone, en el ejercicio de las funciones de auxiliar de vuelo, una presencia atractiva que normalmente demanda el personal receptor de estos servicios y, por lo tanto, unas peculiaridades que no son exigibles al hombre y que, estando en función de la edad, aconsejan posibilitar la anticipación del cese de la mujer en tal servicio".

Rafael de los Mozos ha confesado su "estupefacción ante el hecho de que una cosa tan importante como es una sentencia esté basado en meros criterios machistas". Para este auxiliar de vuelo de 38 años, casado y con dos hijos, en el fondo del problema existe "una discriminación hacia la mujer, consistente en exigirle un especial atractivo físico". Preguntado sobre si durante sus 11 años y medio de vuelo había observado que algún viajero actuara de acuerdo con el criterio expresado por el Tribunal Central de Trabajo, Rafael de los Mozos señaló: "La gente que se sube a un avión es gente normal con un objetivo muy concreto, trasladarse más rápidamente de un sitio a otro. Nuestro trabajo consiste en lograr que se sienta a gusto y seguro y yo no creo que los pasajeros tengan en cuenta el sexo de quien le presta el servicio".

En el recurso de amparo contra la sentencia del Tribunal Central de Trabajo, admitido a trámite por el Tribunal Constitucional, la abogada Cristina Almeida alega la violación del artículo 14 de la Constitución, que establece la igualdad de los españoles ante la ley y prohibe la discriminación por razón de sexo, entre otras. Cristina Almeida hace un relato de la lucha del colectivo de auxiliares de vuelo femeninos "contra concepciones arcaicas y reaccionarias" y califica de "inadmisible" que se les exija "ser jóvenes y bellas, atractivas, etcétera, porque el elemento perceptor del servicio se lo exige así a las mujeres y no a los hombres". La abogada califica como Ia más clara ofensa a un colectivo de trabajadores el argumento de la sentencia según el cual, al no ser ya tan jóvenes, se debe imponer el retirarlas del servicio".

Jóvenes y bellas

El recurso muestra la perplejidad e indignación ante la sentencia "que increíblemente reconoce", dice, "que los usuarios del servicio de aviones (no sabemos cuáles, pero debe ser el sector masculino), exigen a los auxiliares de vuelo femeninos que trabajen, que los atiendan, que les den los periódicos, el café, el zumo o las copas que pidan, pero además que sean bellas y atractivas, y además jóvenes, hasta el punto de que pudieran hasta imponer que cuando son más maduritas, que al parecer ya no son tan atractivas, se las jubile anticipadamente". En cambio, de acuerdo con el refrán según el cual "el hombre y el oso cuanto más feo más hermoso", los hombres, explica la abogada, "pueden ser jóvenes o viejos, gordos o delgados, calvos o con melenas, solteros o casados, que el personal receptor del servicio se debe aguantar con que sean sólo trabajadores". Añade que la igualdad entre los trabajadores mujeres y hombres exige acabar con el papel atribuido a las mujeres como "figuritas decorativas, pasivas y sumisas, cuyo trabajo no es fundamental y cuya apariencia física les excusaría de cualquier otro requisito".

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