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Cambios en el quipo político de Javier Solana

La reestructuración 'funcional' aprobada por el Gobierno da paso a una crisis política en Cultura

Salinas dimite como director general del Libro y Mario Trinidad probablemente cese como subsecretario

El director general del Libro y Bibliotecas, Jaime Salinas, ha dimitido de su cargo y, según confirmó ayer el propio interesado, el ministro de Cultura, Javier Solana, le ha aceptado la renuncia. Salinas explicó que su decisión no tiene que ver con la reciente reestructuración del departamento, sino con su propio cansancio. La dimisión de Salinas parece abrir paso a otras, ya que el propio ministro reconoció anoche en Cuenca que el subsecretario del Departamento, Mario Trinidad, está considerando la posibilidad de aceptar el cargo de agregado cultural en la Embajada de España en Roma.

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La renuncia de Salinas y la probable marcha de Trinidad coinciden con un ambiente laboral conflictivo en el ministerio, derivado de la reciente reestructuración, aprobada en el último Consejo de Ministros (véase EL PAIS del pasado día 25). La dimisión de Trinidad obedecería, según fuentes del ministerio, a su cansancio tras la reestructuración del departamento, en la que él ha jugado un papel fundamental. Se abre, así, una importante crisis en el Ministerio de Cultura. En los últimos meses se produjeron, además, las dimisiones del director general de Bellas Artes, Manuel Fernández Miranda, que dimitió porque consideraba que al Gobierno "le dan risa" los museos, y el cese del secretario general técnico del departamento, Hilario Hernández Marqués, que fue sustituido por Miguel Satrústegui. Javier Solana declaró anoche en Cuenca que no se puede hablar de ceses, sino que "hemos llegado a terminar una etapa que estas personas se habían propuesto realizar", informa Clara Acebes.La dimisión de Jaime Salinas y la probable salida de Mario Trinidad se producen en medio de especulaciones sobre si la reestructuración operada conduce a la desaparición del departamento, que se convertiría eventualmente en una secretaría de Estado.

Según dijo Solana en Cuenca, el protagonismo del Estado va a seguir existiendo, dado que "la cultura y la ciencia son materias que la Constitución prevé de manera más clara como a compartir estrictamente entre el Estado y las comunidades autónomas". "Por tanto", añadió, "siempre va a quedar una parte importante de la gestión cultural en manos de la Administración central del Estado, con independencia de que el organismo encargado sea una secretaría de Estado o un ministerio, factor que corresponde a la coyuntura política de cada momento". Solana acudió a Cuenca con motivo de la presentación de la maqueta de un auditorio proyectado dentro del Plan Nacional de Auditorios.

Jaime Salinas dijo ayer que asume la reestructuración del Ministerio de Cultura en lo que afecta a la dirección general, a cuyo frente ha es-tado. Explicó que su renuncia se produce porque está física y psíquicamente cansado de una actividad que emprendió con el compromiso de culminarla en dos años. Salinas, que se propuso mejorar la red de bibliotecas, asegura que ha recibido el apoyo presupuestario posible actualmente, aunque estima que nunca hay el dinero suficiente.

Salinas cree que su toma de posesión coincidió con un proceso de transferencias a las autonomías que ahora es preciso coordinar para acelerar la accesibilidad de los españoles a la cultura. Salinas indicó que la creación reciente del Centro de Coordinación de Bibliotecas puede ayudar a la puesta en marcha de una adecuada política bibliotecaria que acabe con el endémico déficit de lectura de los españoles. En este campo, cree Salinas, la Administración no debe limitarse al asesoramiento y al apoyo económico. Destacó Salinas la atención a la Biblioteca Nacional, la creación del Centro de Alcalá de Henares, dedicado a los préstamos de libros e información, y la puesta en marcha, prevista en la reestructuración del Ministerio de Cultura, de la Escuela de Biblioteconomía de Alcalá de Henares.

Jaime Salinas, hijo del poeta Pedro Salinas y editor de amplia experiencia en empresas en las que imprimió el sello de su inquietud intelectual, es director general del Libro y Bibliotecas desde el comienzo del Gobierno socialista. Su gestión se ha distinguido a lo largo de este tiempo por el interés en la difusión de la cultura española en el extranjero a través de exposiciones bibliográficas españolas y diversos intercambios de experiencias bibliotecarias.

Salinas insistió en que no dimite por problemas presupuestarios y señaló que en 1985 su dirección recibió 1.663 millones de pesetas, un 10% más que el año anterior; la cantidad, sin embargo, es inferior a la que sería adecuada para dotar a este país de la infraestructura presupuestaria adecuada. Salinas ha procurado el fomento de la lectura en España a través de diversas campañas de fomento de la lectura en las escuelas y de la promoción bibliográfica titulada Vive leyendo. La reestructuración de los premios nacionales, que ahora acogen a todas las lenguas del Estado, reflejó su interés por las diversas culturas del Estado.

De cara al exterior, Salinas ha procurado que su dirección general difunda por el mundo la realidad cultural española y, en ese sentido, prepara para mediados de octubre de este año una gran exposición de tesoros bibliográficos españoles que se celebrará en Nueva York. La exposición refleja la historia del libro español desde el siglo XI hasta la actualidad. Un ciclo de conferencias y un catálogo con textos de Italo Calvino, Jorge Luis Borges y otros complementan este ejercicio de promoción cultural española preparada por la Dirección General del Libro.

Jaime Salinas se planteó desde el principio de su gestión la evidencia de que su labor debía verse a medio y largo plazo porque "el problema del libro español no se cura en dos años" y porque "nuestra red de bibliotecas nos deja fuera de Europa". Ambas deficiencias debían ser aliviadas, según dijo en su día, a través del Centro de Coordinación Bibliotecaria, el Centro del Libro y la Lectura y el Centro de las Letras Españolas. La incorporación del INLE a su dirección general debía ser también un instrumento de relación con libreros y editores españoles. Una política de apoyo al sector editorial completaría esta perspectiva.

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