La nostalgia de Caracol
La presencia del hijo de Caracol en el escenario del madrileño teatro Alcalá Palace nos trajo irremediablemente la nostalgia. Aquella imagen imponente, aquella voz oscura de ecos broncos. Pero las similitudes no pasan de ahí, lamentablemente. En el cante de Enrique Ortega no percibimos aquel instinto prodigioso para lo jondo que le hacía ser genial hasta en sus herejías, ni el tirón emocional de su queja sombría, ni el rajo concitador de duendes y ángeles flamencos. El cante de Enrique Ortega quiere ser como el de su padre, pero, sin el poder de comunicación de aquél, se queda minimizado, descafeinado. Me temo mucho, mucho, que asistimos al crepúsculo de una dinastía legendaria en la historia del cante.El modesto Chato de la Isla, en cambio, humildemente, pero con entrañable sinceridad, hizo seguramente lo más auténtico de la noche, por lo menos lo más conmovedor de lo que se pudo ver en el teatro. Sus fandangos personales y su cante por soleá fueron una pura filigrana, mientras en la malagueña se desvió un tanto de la fuente original para poner su propia expresión.
Cumbre flamenca
'Los Ortega: de Fillo a Caracol'Cante: Chato de la Isla, Pansequito, Enrique Ortega, Juan Villar. Toque: Paco Cepero, Merengue de Córdoba, Juan Carmona Habichuela. Baile: El Güito y Merche Esmeralda, con grupos respectivos. Teatro Alcalá Palace. Madrid, 23 de abril.
A Juan Villar le va bien la cumbre. Cantó bien, muy bien, con garra, por alegrías y por tientos-tangos, y regular por bulerías, en que una vez más no supo resistir a la tentación cupletera. Pero especialmente por tientos tuvo grandeza y jondura. Buen momento el de Villar.
También Pansequito se encuentra en un buen momento, en su línea habitual. Pansequito anda bien de voz, con esa tonalidad suya tan peculiar, un tanto opaca, cantando muy gitano. Pienso que se excedió en una larguísima e irregular retahíla buleariera, en la que hubo de todo.
Paco Cepero, en concierto y acompañando al cante, fue otro de los grandes triunfadores de la noche. Aunque se le fue la mano a veces en esos rasgueos fortísimos que arrancan los clamores del público, prodigó falsetas bellísimas, delicadas, reveladoras de la enorme sensibilidad de este hombre que con demasiada frecuencia olvida que sabe tocar así en aras del éxito fácil.
Acompañamiento preciso
Merengue de Córdoba hizo al cante del Chato un acompañamiento preciso, sobrio, lleno de encanto; el diálogo entre voz y guitarra fue ejemplar. El mayor de los Habichuela, por su parte, no tuvo mucha oportunidad de demostrar su excelente clase en el toque para cante, aunque en su breve actuación estuvo en su línea de eficacia y sobriedad.En baile hay que destacar a El Güito, muy centrado y que brilló especialmente por soleares, palo en que el bailaor ha logrado siempre sus cotas de máxima calidad. En cuanto a Merche Esmeralda, con estampa y belleza, a las que utiliza muy sabiamente con figuras de gran efectismo plástico -unas muy acertadas, otras no tanto-, a la hora de bailar de verdad no le bastan para enmascarar una evidente carencia de recursos. Sobre todo, en el baile de pies su listón no pasa de lo mediocre.
Babelia
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