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Enfrentamiento entre las fuerzas políticas de Brasil con vistas a la sucesión de Neves

El Gobierno brasileño, presidido interinamente por el vicepresidente José Sarney, se encuentra atado por la parálisis provocada por la ausencia de Tancredo Neves, 75º presidente de Brasil, cuyo estado de salud ofrece pocas esperanzas de vida a pesar de que Enrique Walter Pinotti, jefe de la junta médica que lo atiende, declaró ayer que salvará la vida del paciente. Mientras la parálisis empieza a preocupar cada vez más a empresarios, banqueros, sindicatos y políticas, se desarrolla entre bastidores -y de manera cada vez menos discreta- una batalla por los espacios que la ausencia de Neves dejó vacíos.

Tancredo Neves, que ha sufrido siete operaciones en los últimos dos meses, se halla desde hace cuatro días en un colchón de hielo que mantiene su cuerpo a una temperatura constante de 35,5 grados. Está conectado, además, a un respirador y a un riñón artificiales y recibe dosis masivas de gammaglobulina y antibióticos. El episcopado brasileño pidió el martes el derecho a una muerte digna del presidente en caso de que su vida se mantenga exclusivamente de forma artificial.En los últimos días, entraron en franca disputa los grupos que forman la Alianza Democrática: el Partido del Movimiento Democrático de Brasil (PMBD), en eterna oposición al régimen militar, y el Frente Liberal, integrado por disidentes de última hora del régimen anterior. El vicepresidente Sarney manifestó a varios políticos su clara preocupación de heredar un caos. Sarney, que se niega a considerar como definitiva la ausencia de Neves, viene brindando a sus visitantes, a lo largo de las últimas semanas, la imagen de un hombre asustado y preocupado principalmente, por la supervivencia de su propio Gobierno.

Parte de la inmovillidad de José Sarney se debe al hecho de que encabeza un Gobierno que no nombró y que tiene por misión poner en práctica un proyecto político-económico que no es el suyo. A nadie escapa que Sarney no tiene el control real de la situación, y nadie ve cómo podrá operar un Gobierno desparejo y que representa líneas e intereses conflictivos. Al fin y al cabo, sólo Neves sabía exactamente qué motivos llevaron a cada ministro al puesto que ocupa, qué clase de arreglos respondían a esos nombramientos.

No faltaron desde el principio de la enfermedad del presidente electo manifestaciones de respaldo a José Sarney. Pero una cosa es el respaldo formal y otra muy distinta es la disputa por el poder. Las fuerzas que integran la Alianza Democrática ya desataron una guerra silenciosa, cuyo objetivo es determinar quién se hará con el control efectivo de lo que se ha llamado nueva república, tras 21 años de gobierno militar.

El grupo de izquierda y de centro-izquierda, concentrado alrededor del poderoso presidente de la Cámara de, Diputados, Ulysses Guimaraos, trata de conquistar un espacio que fue en su tiempo neutralizado por el propio Neves. Ese grupo defiende la necesidad de imponer medidas de emergencia para combatir el paro laboral, la crisis económica y el hambre. Al otro lado está el sector más conservador del PMDB y del Frente Liberal; en el centro de la disputa se halla el control sobre la política económica de un Gobierno que se enfrenta a una tasa de inflación del 230% al año, una deuda pública de dimensiones todavía nebulosas y una deuda externa de más de 100.000 millones de dólares (unos 115,8 billones de pesetas).

La ausencia definitiva de Neves abre finalmente otro grave problema, el calendario político, que culminaría con la realización de elecciones presidenciales directas.

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