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Tribuna:Gianni Baget-Bozzo es teólogo italiano, miembro del Grupo Socialista en el Parlamento Europeo.
Tribuna
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La Europa del socialismo

La Unión de Partidos Socialistas Europeos, que acaba de celebrar en Madrid su última sesión, es el mayor cuerpo político de Europa occidental. Los socialistas forman el grupo más numeroso en el Parlamento Europeo. Su consolidación es igualmente importante en todos los países que están representados en aquél.Todas las diferencias europeas encuentran, pues, su voz en el seno de la unión y del grupo parlamentario: y la encuentran con referencia a una concepción socialista. Evidentemente, socialismo ha llegado a ser una palabra ambigua que abarca distintos significados y tiene varias interpretaciones. Pero en último término indica siempre valores de igualdad social y de atención hacia quienes en la sociedad se hallan en situación de debilidad. Esto constituye la base de un lenguaje político positivo, y exige atención hacia los derechos del hombre en todas direcciones y en todos los espacios.

De aquí le viene a la Unión Europea, lo mismo que al grupo parlamentario, el deseo de buscar una coherencia de conjunto en sus políticas, en función de la unidad de lenguaje y de valores, y de los impulsos universales que derivan de ella. Esta evidencia contrasta a veces con los intereses concretos que se expresan en las distintas situaciones nacionales y, con frecuencia, en las políticas de los Gobiernos socialistas allí donde éstos exiten. Lo que da lugar a una tensión interna que es característica de este grupo, que vive el conflicto entre valores sociales comunes, entre distintas lecturas de éstos y entre intereses nacionales divergentes que los socialistas, en cuanto fuerzas políticas ligadas al consenso, se ven obligados a mantener. Tal situación es única en el Parlamento Europeo. Precisamente por esto, quizá, se comprende bien la diferencia existente entre el pensamiento y la postura de los partidos conservadores y de los socialistas.

Los partidos conservadores se definen siempre, y de manera primaria, en relación con posiciones de fuerza: en sus sociedades nacionales, en Europa y en el mundo. En esta sencillez se halla su fuerza, la atracción que ejerce su pragmatismo. Se mueven a lo largo de una línea unidireccional, sin complejidades. Si en Europa no hubiesen existido partidos socialistas, y si, concretamente, no hubiesen acabado teniendo la mayoría absoluta, el ingreso de España y de Portugal no se habría producido nunca.

Por ello, los problemas que quedan planteados en la realidad europea hallan eco en los diversos partidos socialistas. El más importante de estos problemas es: la unidad europea ¿es una perspectiva socialista? Y si lo es, ¿en qué medida? Para algunos partidos socialistas, Europa es una idea que se centra en la parte más rica del continente, que está constituida por una serie de intereses privilegiados, como se ve por las estructuras de la producción agrícola. Así pues, es necesario preservar un alto nivel de autonomías nacionales para garantizar los intereses de los más débiles y minoritarios. Un mínimo de Europa corresponde a un máximo de socialismo, al menos en el sentido de la defensa de los no defendidos. Este es un problema que encontramos en muchos partidos: del inglés al danés, pasando por el griego. Para otros partidos socialistas, el máximo de Europa implica el máximo de socialismo. La propia Europa es concebida como una realidad minoritaria en el seno del sistema de las superpotencias político-militares (URSS y EE UU) o económicas (Japón y EE UU). Todo interés minoritario europeo es defendido por Europa porque es doblemente minoritario, precisamente por ser europeo. Es significativo que esta óptica sea más rotunda precisamente en los partidos socialistas de los países mediterráneos, que son los más débiles, y cuyos intereses han sido sacrificados históricamente en el campo de las políticas agrícolas comunes, en aras de los intereses de los países más fuertes.

Esto puede aplicarse a Italia, que es hoy el más europeísta de los países europeos. Pero puede aplicarse aún más a España y a Portugal, que han aceptado entrar en la Comunidad con ciertos sacrificios en el campo de los intereses nacionales. Hay dos lecturas distintas de Europa que se cruzan en el seno de una lectura única del socialismo democrático. La postura que une socialismo y Europa se ha visto reforzada por la política del presidente Reagan. Los efectos de la política distinta de la Administración estadounidense (el déficit del presupuesto, los gastos militares, la estrecha política monetaria) y el nuevo dinamismo de la economía estadounidense, tanto en términos de expansión productiva como en el de las nuevas tecnologías, han creado en Europa una situación de alarma. Ha resultado evidente que la comunidad atlántica, como la había llamado Lippmann, se ha convertido en situación de desequilibrio, que ya no es comunitaria. En realidad, Europa es cada vez más un espacio para las decisiones unilaterales estadounidenses. Y esto se debe no sólo a una voluntad estadounidense de unilateralidad, sino también a la inexistencia del lado europeo de la Comunidad.

¿Cómo podría crearse ese lado europeo de la Comunidad? Son éstos los términos en los que se plantea el problema para los socialistas. Es significativo que el surgimiento del problema militar y el cambio de las estructuras de la defensa europea, a causa de las nuevas formas de militarización del espacio (la guerra de las galaxias), influye sobre el punto de vista de los europeos, concretamente de los socialistas, sobre la cuestión norteamericana. La separación entre defensa de Esta

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dos Unidos y defensa de Europa, que se deseaba obviar con los euromisiles, parece ser ahora el objetivo último de la política de defensa estadounidense. El punto de referencia fundamental en las relaciones euro-norteamericanas está cambiando. Y esto tiene su repercusión también en la Unión de Partidos Socialistas Europeos reunida en Madrid. La Unión piensa convocar una conferencia sobre la guerra de las galaxias. Por otro lado, la preocupación sobre este asunto ha alertado también al Gobierno conservador británico y al Gobierno democristiano alemán federal.

El congreso de partidos socialistas ha Regado a utilizar un lenguaje más crítico hacia el modelo de desarrollo estadounidense. Jacques Delors, presidente de la Comisión Europea, contrapuso formalmente, en su intervención en Madrid, el modelo económico europeo y el modelo estadounidense, resaltando la mayor calidad social y las potencialidades económicas intactas del europeo respecto del norteamericano. Hasta hoy no era fácil escuchar un lenguaje así entre los socialistas eurooccidentales.

Podemos pensar que el problema de la unidad europea, también en el campo institucional, va a ser considerado con una visión más amplia también por partidos socialistas, como el británico, que hasta ahora habían aceptado un mínimo de Europa en su ideal de socialismo.

Un Occidente dominado por los EEUU de Reagan es, sin duda, un Occidente distinto del de los valores humanitarios de la cultura socialista europea en conjunto. Y ya que es inevitable la existencia de una relación entre Europa y EE UU, es imprescindible que sea equilibrada.

El máximo de Europa tiende así a coincidir con el máximo del socialismo. Y es, ésta la apuesta de la adhesión española a la Comunidad, llevada a cabo por el PSOE. Esta visión, ¿acabará incidiendo en los intereses creados de las distintas naciones europeas? España ha dado un ejemplo de supeditación de sus propios intereses a los intereses generales, y ha hallado en la dureza de las negociaciones el peso de los intereses creados de Europa. Los socialistas europeos son la fuerza que en mayor medida vive la tensión entre valores y datos, entre significado y existencia.

Pero esto, a su vez, hace de ellos el grupo político más capacitado para unir a Europa a través de las dificultades del agotador y puntual consenso, y no a través del atajo del pouvoir fédéraliste (poder federalista) de Napoleón o de Hitler.

Esta vía débil y difícil es la única posible, la única capaz de hacer que Europa surja para que todas sus partes pueden continuar viviendo.

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