Retrato de un centurión
El coronel Ochoa practica con éxito en Chalatenango su versión de la lucha total antiguerrillera
El coronel Sigfredo Ochoa, de 42 años, es la nueva estrella ascendente del Ejército salvadoreño. Con su pistola Beretta al cinto, fusil de la misma marca y un complicado arnés, en el que no faltan bolsillos especiales para la radio portátil, el machete y no menos de cinco cargadores, es la réplica exacta del centurión moderno. De ojos verdes y estatura superior a la media, se le ve feliz en su papel de prima donna de esta guerra, en la que nunca faltan cámaras de televisión. Suele usar símiles deportivos para una contienda que ha causado ya 65.000 muertos. Se siente como el capitán de un equipo de fútbol ganador al que aclama el público. Lástima que San Salvador no tenga unos Campos Elíseos para desfilar en jeep con sus tropas.
Hace dos años, el coronel Ochoa protagonizó un motín contra el ministro de Defensa, general José Guillermo García. Contra toda tradición castrense, fue su superior quien perdió el puesto, mientras él era premiado con una beca en el Colegio Interamericano de Defensa, con sede en Washington. Recuerda esa época como "unas vacaciones interesantes, en las que tuve oportunidad de contrastar experiencias con otros colegas y ver de cerca cómo funciona la democracia norteamericana".No se arrepiente de su arriesgada iniciativa de entonces, cuando en su calidad de comandante militar de Cabañas decidió desconocer la autoridad del ministro. "Había abusos en el alto mando, corrupción. Era un Gobierno de facto. La misma ordenanza militar nos permite la insubordinación en casos extremos".
El actual Gobierno que preside Duarte interrumpió sus vacaciones en Washington y lo trajo de vuelta al mando de la tercera brigada. Su zona de operaciones es el departamento de Chalatenango, con un peso nulo en la economía del país, pero con un alto valor estratégico. La guerrilla se había adueñado, al menos, de la mitad del territorio, y en la Nochevieja de 1983 había tomado por asalto el cuartel general de El Paraíso, en una acción sin precedentes.
Con él la guerra volvió a Chalatenango. De Washington se trajo una idea que había aprendido años atrás en Taiwan: algo que él llama la "guerra psicológica", y que no es otra cosa que la guerra total, en la que deben involucrar se civiles y militares. En su talego de citas lleva una de Mao: "El pueblo es para la guerrilla como el agua para el mar". "Esto lo tenemos que aplicar también nosotros", dice, "porque esta guerra no se gana sólo disparando balas".
Uno de los objetivos de su guerra psicológica es el enemigo mismo, "esos a los quese llama ahora alzados en armas y que no son más que terroristas marxistas". Para quebrar su voluntad de lucha ("muchos ni siquiera saben por qué combaten"), el coronel Ochoa ha montado una maquinaria propagandística cuyo mensaje básico es el siguiente: "Si se entregan, respetaremos sus vidas y daremos por sus armas recompensas de 500 a 5.000 colcines" (de 20.000 a 200.000 pesetas).
"Yo les digo que no tengan temor, que regresen, que hay un proceso democrático". Para hacer llegar su mensaje habla por la radio, distribuye octavillas y asegura que en ocasiones ha sobrevolado las zonas guerrilleras en un avión equipado con potentes altavoces. Dice que ya se han entregado muchos, aunque no revela el número. "Estos días anda con nosotros un muchacho que nos ha llevado a un depósito de armas".
Para aquellos que no responden al tratamiento psicológico, Ochoa tiene una receta que considera definitiva: la guerra permanente, el acoso sin descanso, de noche y de día. Poco importa que junto al otro bando haya también civiles. "En toda guerra la población civil también sufre, aunque tratamos de que sea lo menos posible. Aquí no usamos la aviación indiscriminadamente. Si fuera así, esto estaría calcinado", asegura, indicando los bosques de pinos que rodean la población de La Palma.
Mística anticomunista
Su afirmación contrasta con decenas de testimonios de gentes que en los últimos meses han cruzado la frontera con Honduras, hacia los campamentos de Mesa Grande, huyendo de unos bombardeos que la Administración Reagan se encargó de potenciar con la entrega de los aviones AC-47.
No parece excesivamente preocupado por los desastres de la guerra. Tiene en común con su antiguo compañero de promoción, el ex mayor Roberto D'Abuisson, hoy convertido en líder de la ultraderecha, una misma mística anticomunista, aunque el coronel cree más en la eficacia de su propia lucha. No le gustan demasiado los partidos políticos. Prefiere el entendimiento directo entre el Ejército y el pueblo en torno a un proyecto de perfiles corporativistas.
El segundo blanco de su guerra psicológica es precisamente la población civil. "Tenemos que demostrarles que nosotros estamos Por la democracia y no para defender a la oligarquía. Cuando el 12 de diciembre tomé La Palma, la población estaba temerosa. Nos decían que si nos ayudaban vendría luego la guerrilla y les mataría. Así ocurrió en el pasado, porque el Ejército venía y se iba. Lo que hemos hecho ahora es quedamos aquí".
Lo que no dice el coronel es que en muchos pueblos la gente se negó a integrar voluntariamente la defensa civil y que en más de un caso sus capitanes tuvieron que designar voluntarios para crear los cuerpos paramilitares que forman parte del esquema estratégico del Ejército. El propósito no es otro que involucrar a los civiles en la guerra.
"La gente está viendo que cumplimos, que no trabajamos por un partido, sino por el pueblo, y que les ofrecemos seguridad para que ellos mismos puedan organizarse y poner en cultivo sus tierras. Se han abierto caminos que estuvieron cerrados por cinco años, como el de San Fernando. Ahora hay buses y se está llevando el agua a lugares alejados".
Ochoa asegura que tiene el control total de su departamento, aunque la guerrilla le ha retado a que se apodere de Tejutla, donde se han agrupado más de 800 insurgentes. Reconoce, sin embargo, que en seis municipios (Arcatao, La Nueva Trinidad, San José las Flores, San Antonio los Ranchos, Las Vueltas y San Isidro Labrador) no habrá elecciones hoy y que sus pobladores tendrán que votar en la capital del departamento. "Casi todos son pueblos fantasmas", dice a título de disculpa, "que se han despoblado por la misma guerra. La gente se fue".
Admite que en otro tiempo la guerrilla tuvo apoyo popular. "Chalatenango era un caldo de cultivo para la subversión. Había pobreza y nadie se acordaba de esta gente en la capital. Luego estaba la represión y los Gobiernos impopulares. Hoy les estamos enseñando que ha habido cambios importantes en las fuerzas armadas. La población nos cree ahora a nosotros y nos pasa información. Sabemos dónde están los subversivos. Si ellos tuvieran el apoyo popular, ya habrían ganado".
La guerra psicológica pasa en última instancia por el Ejército mismo. "Enseñamos a los soldados a ser respetuosos con la población civil". Ochoa hace todo un discurso sobre los derechos humanos y asegura haber entregado a la justicia a un sargento y varios soldados por violación y diversas faltas. La oficina de tutela legal del arzobispo de San Salvador registra, sin embargo, en Chalatenango casos mucho más graves sin castigo. No se inmuta porque nunca se hallen los culpables de los grandes crímenes cometidos en el país. "Estamos en un Estado de derecho, y cuando se acusa a alguien hay que probarlo. Eso no siempre es fácil".
Lucha y política
En su plan dice que la acción puramente militar ocupa sólo una cuarta parte, aunque no la descuida ni un instante. Sus soldados recorren el departamento en pequeñas patrullas. Ochoa asegura que puede ir donde quiera y que la guerrilla ya no tiene ninguna zona bajo control, aunque el caso de Tejutla indique otra cosa.
Este nuevo cruzado del anticomunismo no tiene ninguna duda de que el Ejército va ganando esta guerra, sin que los insurgentes tengan ninguna posibilidad de recobrar la iniciativa. A pesar de todo, dice que respeta la decisión del presidente de entablar el diálogo para lograr una paz más rápida, "ya que todas las guerras empiezan con una decisión política y terminan también con otra decisión política".
Ejemplo perfecto del centurión moderno, a quien la guerra contra los comunistas no plantea ningún problema moral, porque se sabe asistido por la misma divinidad, Ochoa ha sustituido como estrella de la televisión al desaparecido coronel Monterrosa. Tiene sobre él la ventaja de su atractivo físico y una desmedida fe en sí mismo, aunque eso no le impida tomar grandes precauciones para que no le suceda un accidente como a su colega. "Trato de ponérselo difícil".
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