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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un éxito de Reagan

EL PRESIDENTE Ronald Reagan acaba de obtener una victoria en la Cámara de Representantes. El margen en la votación en la que se aprobaba que se dedicaran 1.500 millones de dólares a la adquisición de una nueva tanda de 21 misiles nucleares MX ha sido muy escaso: 219 votos contra 213. Pero hace unos días los pronósticos indicaban la probabilidad de que la demanda de Reagan quedase derrotada; no ha sido así.Este cambio ha sido fruto directo de un esfuerzo personal extraordinario del presidente, que se ha comprometido a fondo para lograr que modificasen su voto algunos de los congresistas que dudaron hasta el último momento; en los 219 votos que han dado la victoria a Reagan hay 158 republicanos, pero también 61 demócratas, que han adoptado una actitud contraria a la de su partido. El jefe de la delegación que negocia en Ginebra con la URSS sobre armas nucleares, Max Kampelman, ha sido un instrumento decisivo en el éxito obtenido por la Casa Blanca; volvió especialmente de Ginebra a Washington para argumentar que la aprobación de los MX era necesaria para poder negociar en buenas condiciones en Ginebra. Aún no se sabe si Kampelman tendrá resultados positivos en sus negociaciones, que pueden ser tan decisivas para la paz y el desarme, pero en todo caso sí ha logrado un éxito en un terreno diferente: en el incremento del arsenal nuclear de EE UU. No es seguro que esa doble función sea un factor positivo para crear el mejor clima en Ginebra.

En el plano de la estrategia norteamericana, este compromiso total de Reagan en favor del MX no puede por menos de suscitar algunos interrogantes. Los debates sobre la forma de colocar los MX han durado años. La convicción de que son armas particularmente vulnerables es ampliamente compartida, incluso por muchos congresistas que han votado a favor de su fabricación. Después de barajar planes fantásticos para colocarles en bases en permanente desplazamiento, la decisión última ha sido situarles en los mismos silos que sirven a los Minuteman, reiteradamente calificados de muy poco seguros si se llegase a la horrible eventualidad de una guerra. La gran ventaja del MX es que lleva 10 cargas nucleares, y que tiene una gran precisión en aproximar esas cargas a las metas asignadas. Pero sus lados negativos han sido indicados con particular nitidez por el New York Times en su editorial del 15 de este mes: "Tiene que ser considerado por los soviéticos como arma de primer golpe. Si es vulnerable, no sirve para la disuasión. Un sistema de armas que a la vez amenaza y es vulnerable ante un ataque enemigo es la última cosa qué conviene en una crisis".

En realidad, casi el único argumento empleado por el presidente Reagan y sus asesores en la batalla para lograr un voto favorable en el Senado y en el Congreso se ha basado en las exigencias de la negociación en curso con la URSS. Reagan no ha dicho que el MX era imprescindible para la seguridad de EE UU; tampoco ha rebatido los argumentos, numerosos y de personalidades de gran autoridad, que se han esforzado por demostrar lo contrario. Reagan ha dicho: si aparecemos divididos, indecisos, en Ginebra, damos gratuitamente una baza a la URSS. Es un argumento siempre peligroso porque podría justificar, a partir de una eficacia puramente instrumental, graves errores. Los hechos parecen confirmar la carencia en Washington de una estrategia única sobre cuestiones de defensa y de las relaciones con el Este, considerada como peligrosa por Henry Kissinger en un reciente artículo, ya que incita a que cada rama de las fuerzas armadas se esfuerce por obtener fondos para sus armas, sin una visión de conjunto. En todo caso, es imposible no advertir una contradicción de fondo en la actitud que la Administración norteamericana defiende ante la opinión pública europea, e internacional, y ante la propia Unión Soviética. Si lo decisivo ahora es emprender un nuevo camino mediante sistemas defensivos en el espacio, que pueden llevar a la desaparición de las armas nucleares; si por otra parte los actuales arsenales aseguran ya una capacidad de destrucción mutua total, incluso de invierno nuclear, ¿cómo los MX pueden ser cuestión poco menos que de vida o muerte para la política norteamericana? El presidente Reagan está recurriendo con exceso, ante sus aliades, y ante sus Cámaras, al argumento de las cartas que necesita para negociar con la URSS: lo ha dicho ya de la guerra de las galaxias; ahora ha centrado en ese argumento su batalla sobre los MX. Es probable que, en la otra parte, entre los negociadores soviéticos, el efecto no sea el que se busca; sino reforzar más bien la sospecha de que el objetivo de EE UU es negociar desde posiciones de neta superioridad.

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