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Reportaje:

El ratón o la vida

Una organización ilegal del Reino Unido utiliza tácticas terroristas para proteger a los animales de los experimentos científicos

Cada seis segundos muere un animal en un laboratorio británico. Pero, cada noche, los comandos del Animal Liberation Front (Frente de Liberación Animal) atacan cinco veces para rescatar víctimas y ocasionar daños materiales a esos centros de tortura científica. Scotland Yard ha creado una unidad especial para combatirlos, pero las acciones terroristas de estos apasionados amantes de los animales no cesan en número ni en espectacularidad. El envenenamiento de tabletas de una conocida marca de chocolate ha provocado el salto a la fama de esta organización.El Frente de Liberación Animal (ALF) se organizó como grupo de acción radical en 1976. De sus 2.000 miembros, cerca de un centenar esperan juicios acusados de delitos violentos, allanamientos de morada, daños a la propiedad privada y amenazas intimidatorias.

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Pero eso les preocupa poco. Son un estamento ilegal que ha abrazado el sabotaje como estrategia casi única. Y se atienen a las consecuencias de esta acción directa cuyo objetivo es, en palabras de un alto dirigente, "acabar con la explotación y la persecución de los animales que practican los seres humanos".

Y no sólo se opone el Frente de Liberación Animal a los experimentos. También se opone a la matanza sistemática de pollos, gallinas, cerdos, vacas y cualquier otro animal de consumo en los mercados. Ellos, los activistas del ALF, observan el más estricto vegetarianismo. No son capaces, afirman, "ni de matar a un insecto". Y no van a tolerar que pierdan la vida en los mataderos 3.000 bichos cada minuto, sólo en el Reino Unido. La estadística es su mayor fuerza motriz: "Con estos datos", dice Ronnie Lee, dirigente del Frente de Liberación Animal, "nos sentimos legitimados para atacar a los explotadores y torturadores de animales".

Ronnie Lee, de 33 años, escasa estatura, mirada penetrante y una frustrada carrera de abogado, inició su labor en defensa de los animales hace más de 15 años. Precisamente cuando se hizo vegetariano y, como ahora recuerda en un pequeño café cerca de la oficina secreta de la organización (en la zona londinense de Hammersmith), "empecé a meditar sobre el sufrimiento de los animales en cautividad, en granjas y, más que nada, en los laboratorios, donde se utilizan para experimentos terribles".

Como él, otros jóvenes se sintieron pronto decepcionados de la pasividad de sociedades protectoras de animales que, aun contando con cuantiosos fondos, "son parte del sistema y más bien se comportan como cómplices de la situación". Por ello desviaron esos jóvenes su atención hacia la necesidad de crear comandos y actuar, con ataques rápidos y por sorpresa, "allí donde la injusticia fuera más escandalosa".

"En 1975 me metieron en la cárcel por un año", sigue diciendo Lee, "acusado de haber participado en acciones ¡legales, como incendios, posesión de utensilios para dañar propiedades y ataque a esas propiedades con el fin de liberar y rescatar a los animales cautivos en ellas".

La cárcel le abrió aún más los ojos. Al abandonarla, su determinación era rotunda: "Fue el momento en el que creamos el Frente de Liberación Animal con el objetivo de atacar al ser humano que victimiza a los animales, con la intención de arruinar sus negocios, aunque ello reporte penas de cárcel". En otras palabras: prefieren sacar a un mono macaco de un laboratorio, aunque eso les cueste ir a parar ellos a una jaula, antes que dejar al mono entre rejas y seguir en libertad como seres humanos. "Si nos califican como terroristas, es algo que nos importa poco. Somos saboteadores. Sólo creemos en la acción directa".

Su acción tiene a la opinión pública británica atemorizada. Ha puesto a la policía en situaciones de ridículo, aun cuando Scotland Yard creó una unidad para, seguir los movimientos de esos comandos, repartidos, con máxima autonomía, por todo el país. Y razones no faltan para que exista preocupación.

"La opinión pública sabe que no nos andamos con bromas. Los científicos que utilizan en sus experimentos (para el cáncer o para un champú o para una vacuna humana) a los animales indefensos reciben cartas con amenazas nuestras. Y vamos a por ellos. No los dejamos vivir. Rompemos sus ventanas. Les asustamos con llamadas telefónicas. Y antes o después claudican".

Chocolate envenenado

Las acciones de este grupo, en su mayoría respaldadas por otra influyente organización denominada British Union for the Abolition of Vivisection (BUAV), que cuenta, con periódico propio (Liberator) y más de 20.000 miembros, saltaron a primera página con motivo del envenenamiento de barras de chocolate de la popular marca Mars Bars. Los hechos ocurrieron así, relatados ahora por el dirigente del Frente de Liberación Animal, Ronnie Lee: "Supimos que Mars Bars estaba pagando millones de libras a un laboratorio paria que experimentara una vacuna cuyo fin es evitar que el chocolate produzca caries dental. Los experimentos se hacían en monos, a los que se les daban chocolatinas hasta arruinarles sus dentaduras. Los monos son fácilmente adict.os al chocolate. Son como los seres humanos. Y comían sin límite. Y sufrían el mal. Y entonces venían los sabios y les hacían barbaridades en la boca, para ir probando si ya tenían la vacuna y con la vacuna podrían seguir consumiendo más toneladas de chocolatinas. Y dijimos ya basta. Dijimos: hemos de darles una pequeña lección a estos sabios y a estos fabricantes de chocolate que venden en el Reino Unido más de tres millones de barritas al día. Y entonces decidimos la acción: un poco de matarratas en alguna barrita, aunque advirtiendo del veneno. Y a ver qué pasaba".

Era fácil imaginar lo que pasó. Terror. Un periódico de Fleet Street recibió una barra envenenada. Y la policía fue obsequiada con otra barra. El público vomitó barras. La firma Mars Bars tuvo que retirar toneladas de barras de los mercados. Y aún sigue padeciendo el efecto pernicioso de aquella discreta acción. Ronnie Lee añade: "Lo interesante es que no nos han procesado por eso y Mars Bars ha dejado de experimentar con monos".

Fue, en términos publicitarios, un éxito de calibre el que obtuvo el Frente de Liberación Animal. Y cualquiera que hoy compre chocolate de esta marca en el Reino Unido recuerda el pánico que cundió en noviembre de 1984. Y teme que puedan producirse otras acciones de sabotaje similares a aquélla.

Liberator, publicación del grupo (legal) BUAV (en favor de la abolición de la vivisección de animales), no respaldó la acción del ALF, pero en su editorial recordaba que "el punto central del fiasco es éste: Mars Bars tenía destinados fondos en la planta número 28 del Guy's Hospital (sur de Londres), donde unos monos se atiborraban de chocolate cargado de azúcar para ver cómo reaccionaban sus clientes en el proceso de caries. Y la firma Mars decía que los experimentos no eran crueles y que ayudarían a millones de niños con este problerna dental. Y esto es un cuento chino. Se trataba de probar vacunas que permitieran seguir comiendo porquerías azucaradas, gran negocio, hasta la náusea. Y añadir así el negocio de la vacuna al del chocolate ya existente".

Lejía con champú

Otra acción del Frente de Liberación Animal sigue poniendo los pelos de punta a cuantos no están calvos y necesitan lavarse la cabellera.

Habla ahora el portavoz del Home Office (Ministerio del Interior británico): "El pasado verano, este grupo de lunáticos metió lejía en unas botellas de champú de la marca Sunsilk (Unilever). El terror llegó a la cadena de perfumerías más potente del país -Boots-, que fue la elegida por estos saboteadores".

La acción la recuerda el dirigente Ronnie Lee: "Compramos champú de Boots y metimos algo de lejía en algunas botellas que marcamos con una cruz indicando que contenían una sustancia tóxica. Lo hicimos porque los fabricantes hacen experimentos terribles con conejos. Quieren probar el grado de irritación que ocasiona el champú, según se añadan o se eliminen ciertas sustancias químicas. Y sabemos que los conejos sufren. Y nos dijimos: ¡vamos a evitar que sufran estas criaturas indefensas! ¿Acaso necesitan los conejitos champú humano? No, no necesitan champú los conejitos. Así que con la lejía ya tenían un aviso los fabricantes. La lejía te cae en el ojo y te deja cieguecito. Limpio el cabello y sin vista para mirarte al espejo, ¿no? Pues así lo hicimos y así seguiremos actuando".

Con un resultado doblemente trágico: la firma perdió millones de libras y un cliente pagó aún más caro el aviso, al quedarse ciego, según reconocen las autoridades.

El frente tiene espías infiltrados. Tiene una red de agentes y de confidentes que facilitan información interna de los laboratorios, granjas de animales o centros de experimentación impenetrables.

"Así sabemos lo que pasa allí. De buena tinta. Y mientras otros grupos protestan, nosotros actuamos. Contra quien sea. Desde carniceros de lujo hasta establecimientos en los que se somete a los animales a pruebas de armas bacteriológicas. O simplemente de tiro con fusiles de alta velocidad. Les gusta disparar contra conejos de indias".

Asalto al 'zoo'

Abogados, fabricantes de insignias, pósters y camisetas para estas organizaciones de protección de animales, incluso políticos (hay una docena de parlamentarios afiliados a distintos organismos proanimales), hacen negocio a expensas de la más diversa fauna. Y el frente golpea sin cesar: el pasado 3 de julio atacó a un zoológico para liberar a tres chimpancés que fueron adoptados en familias inmediatamente. Porque el frente no libera sin disponer antes de familias que acojan al bicho. El 1 de septiembre de 1984 fue atacado un restaurante de éxito (Hidden House, en Dorset), porque "en el menú incluyen ancas de rana". El comando no dejó un cristal sano y selló los accesos con pegamento del más fuerte. Una veintena de activistas asaltaron el 20 del mismo mes la residencia de un diplomático iraní "que se divertía sacrificando en su cocina a un cordero para agasajar a sus amigos". Hoy, este diplomático espera, pistola en mano, a los asaltantes, aunque la policía le escolta.

"Nuestra misión se prolongará y se extenderá cuanto haga falta", advierte Ronnie Lee, quien también revela que ya tienen delegaciones en Estados Unidos, Australia y Europa.

Prácticamente nadie queda a salvo. Ni el vendedor de hamburguesas (McDonald ha sido atacado) ni el consumidor de esa misma hamburguesa. Aunque les eche la policía encima a los mismísimos perros-policía. "Qué haría uno de estos comandos con los chuchos delante? "Intentaríamos, y ya lo hemos hecho así, defendernos del mordisco sin dañar al animal, mercenario del hombre. Y atacaríamos al hombre antes que a su brazo armado", añade Ronnie Lee.

En un departamento del Home Office (Ministerio del Interior), los funcionarios revisan, ahora más que nunca, las 21.000 autorizaciones que el Gobierno da a laboratorios y empresas para experimentar con animales. Saben estos funcionarios que trabajan en el marco de una ley caduca (1876) y que es urgente su actualización. Saben también que las presiones son crecientes en el Parlamento. Y temen que grupos de esta naturaleza, con procedimientos de chantaje, sabotaje e intimidación limiten esos experimentos -cuatro millones al año- en perjuicio de los avances médicos. Pero reconocen que es preciso ejercer mayor control en el empleo, a veces abusivo, de estos animales. Lo que muchos califican como sacrificio suntuario y frívolo de un ser vivo en beneficio de otro. "Las investigaciones científicas deben proseguir", ha dicho un portavoz autorizado del Home Office a este periódico, "lograremos un equilibrio justo en esta delicada y controvertida materia".

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