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Los cómicos de la legua

Carlos Galván recuerda su pasado de actor en sus corversaciones con un psicólogo en ese asilo donde culmina sus días. La memoria o le falla o le disgusta y Carlos Galván recrea su pasado con datos distintos, tal como quisiera que hubiera pasado. Fernán Gómez no le oculta, sin embargo, al lector la identificación de los momentos reales. Los de un mundo patético, de inseguridad, hambre, humillaciones e inocencias, que se localizan en la época de posguerra pero que, según el autor, aún permanece vivo: "Aunque se conozca muy poco, sigue existiendo. En la novela, que está situada en los años cincuenta, se insinúa que es un mundo desaparecido, pero es algo erróneo. Es más cierto que los actores que se marchan lo hacen a otras compañías, como también se insinúa en la novela. Conociendo muy poco el mundo de estos cómicos, me he limitado a trasladar al mundo de ellos las preocupaciones, el modo de vivir de nosotros, de los cómicos que no somos de ese mundo".En la novela, amarga y divertida, aparecen nombres y elementos de la auténtica vida teatral española: "Lo procuré así, deliberadamente, para dar una impresión de realidad de los años cincuenta: los nombres imaginarios para los personajes a los les suceden los datos argumentales, que yo no podía atribuir a personajes reales a los que no les pudo haber sucedido, pero para todo lo que era accesorio, situaba mejor la época si al hablar de un señor bien vestido me refería a Alberto Closas."

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El viaje triunfador de Fernando Fernán Gómez

El mundo de las pensiones y de las improvisadas representaciones al aire libre; la lucha contra el fútbol y la radio, los grandes competidores, y contra el peliculero que traslada su proyector por la misma ruta que los cómicos; la lucha contra la miseria y el fracaso, la vejez y la soledad. El viaje a ninguna parte no es, sin duda, el del propio Fernando Fernán Gómez, pero sí, quizás, el de otros cómicos y el de otros espectadores. Un viaje que todos podamos recorrer y frente al que sólo cabe una gran humorada como la de Súco o como la de aquella otra película que interpretó el actor, El anacoreta, de Juan Estelrich, por la que también obtuvo el Oso de Berlín: la humorada de un encierro eterno en el cuarto de baño para elegir al menos el destino de ese viaje.

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