_
_
_
_
_
Entrevista:

El viaje triunfador de Fernando Fernán Gómez

"Me considero un señor al que las cosas le han salido bien, pero es cierto que el reflejo de mi trabajo es el contrario"

Fernando Fernán Gómez era ya frecuente autor de numerosos guiones, de poemas, de obras teatrales y hasta de otra novela, El vendedor de naranjas, que pasó desapercibida en 195 1, cuando se publicó. En los guiones para la pan talla (El malvado Carabel, La vida por delante, El mundo sigue, Mi hija Hildegart, entre muchos otros), ha narrado con frecuencia historias de frustraciones, no importando el género en que se inscribieran. En sus novelas, como complemento habla de las frustraciones de quienes hacen esas historias.Sus más recientes personajes son también de hombres frustra dos. Al de Los zancos, de Saura, se le conocía al borde del suicidio; al de Stico, derrotado en su lucha por la vida y dispuesto a servir de esclavo al mejor postor; Carlos Galván, el cómico de la legua protagonista de El viaje a ninguna parte podía ser un nuevo Stico de haber pensado esa posibilidad: su último derrotero por el mundo de la farándula toca el fondo en que vivió toda su vida: "Sí, es verdad, que se pueden parecer en su situación de retiro, de renuncia, de fracaso" reconoce. "Es la situación en se encuentran al final de la vida; uno, el actor Carlos Galván, porque siempre ha sido así, y el otro, el catedrático de derecho de Stico, a pesar de haber tenido sus éxitos universitarios y de haberse podido realizar de una manera profesional, vive una situación similar en el momento en que la historia le presenta."

Más información
Los cómicos de la legua

El pícaro, igualmente, ve transcurrir sus últimos días en el retiro del fracaso, viejo y cansado, sin sus antiguas ilusiones: "Sí, tiene los mimos puntos de contacto aunque en El pícaro es una constante del género: la picaresca no es un suma de picardías acertadas sino, por el contrario, una serie de picardías frustradas. En casi toda la novela picaresca, el que acaba siendo engañado y picardeado, es el propio pícaro y eso es lo que recogí en la serie. Pero estos trabajos de ahora -Stico, Los zancos, El viaje a ninguna parte- quizas sean así por un pesimismo innato, natural."

Todos pierden

Es perdedor el padre de familia de Las bicicletas son para el verano; perdedores todos los personajes de El extraño viaje y de El mundo sigue; perdedor el aparentemente enloquecido protagonista de Las grandes batallas navales, ese hombre convencido -y se ve que acertadamente- de que el gobierno, cualquier gobierno, se ha organizado para hacerle la puñeta; fueron ya perdedores aquellos jóvenes enamorados que creían tener la vida por delante..., todos pierden: "Pero la verdad", dice el autor, "es que yo no me considero así. Quizás muy en el fondo, en ese fondo de uno que nunca se llega a conocer del todo, quizás sí, me sienta frustrado, pero en la superficie, modestia aparte, me considero un triunfador y un señor al que las cosas le han salido bien. Pero es cierto que el reflejo de mi trabajo es el contrarío.""Los zancos y Stico partieron de ideas que no eran mías sino muy claramente de Saura y de Armiñán, pero algo sospechoso veo yo en que los dos, para desarrollar esa idea, pidieran mi colaboración no sólo como guionista sino como actor también. Seguramente los dos pensaban que para hacer la vida de un señor frustrado, de una u otra manera, debían llamarme a mi".

Si en El vendedor de naranjas, su primera novela, narró Fernán Gómez el cutre mundo del cine español (el tal vendedor es un improvisado productor de cine que asegura estar apoyado por el Opus), en la que ahora publica, se refiere al no menos cutre mundo de la farándula, siguiendo la trayectoria de unos cómicos de la legua que actúan por pueblos durante la posguerra: "En El vendedor de naranjas no se trató de una elección. En realidad el ambiente del cine de aquella época no tenia mas aspecto que ese, el cutre. El otro, el que podía ser un poco más esplendoroso, la verdad es que yo no lo conocí, pero creo que de haberlo conocido sería igual de cutre que este. En El viaje a ninguna parte sí fue, en cambio, una elección más clara, no tanto al escribirla para la radio donde primero narré esta historia, sino al reelaborarla para novela. Me pareció que esta especie de mínima poesía o de pseudopoesía que podía tener la vida de los cómicos, estaba más clara en el ambiente de los cómicos de la legua, de los pueblos, de los caminos, que en el otro ambiente. Al principio pensé desarrollar los dos ambientes: el de¡ los pueblos y el de la gran ciudad, pero notaba yo, no se por qué razón, que se me daba peor. Esa mínima poesía que digo no podía yo encontrarla en esta segunda parte. Al hacer, pues, la novela, preferí limitarme a la primera parte."

Novela de humor, incluso con chistes, como el de ese actor que lee Fortunata y Jacinta, "novela que trata de tiendas" o el de ese primer actor que no puede mutilar una obra de Buero porque no la entiende; son comentarios que no secundan la opinión de Fernán Gómez sino que responden "al sentimiento del personaje". "Siempre me ha dado un poco de miedo", explica el autor, "el que los géneros literarios se elaboren por exclusión. En una gran tragedia nadie puede estar constipado, nadie puede entrar en una habitación y tropezar y, por contra, en una comedia cómica nunca puede ocurrir una muerte de alguien en el centro de la comedia. Siempre me ha producido cierto reparo esta exclusión y he tenido por ello la tendencia a hacer una especie, no digamos de género, pero sí de obra en que ocurriera como en la vida real donde el momento más grave o trascendental un señor puede estar en ridículo como, por ejemplo, ocurrió el 23 de febrero en las Cortes. La situación era totalmente trascendente, un hecho histórico y, sin embargo, estaba lleno de circunstancias ridículas."

Traducción a imágenes

"Elaborar una determinada obra por un determinado fin, por exclusión", continúa, "nunca me ha parecido bien, no me ha parecido honesto del todo. De ahí que en esta historia de El viaje a ninguna parte, que yo considero más que nada patética, no sólo no lo haya eludido sino que haya buscado los chistes tal como se dan en la vida cotidiana."Aunque la historia de su novela tiene una clara traducción a imágenes, a Fernán Gómez sólo le gustaría verlo realizado por otro director y no tenerlo que realizar él mismo: "Me echa para atrás el excesivo trabajo, la dedicación que necesita el oficio de director de cine o de teatro. Requiere demasiado tiempo, demasiado entusiasmo, demasiado vigor físico, cosa que no pensaba, como es natural, hace 30 años, aunque ya se lo hubiera oído decir a Jardiel Poncela: 'lo más importante para un director de cine es tener buena salud.' Yo no entendía bien por qué lo decía pero, efectivamente, es un oficio que tiene mucho de capataz, de jefe de taller: hay que gobernar todo el aparato de producción, los actores, los técnicos. Puede que sea más satisfactorio pero demasiado cansado. El trabajo del escritor requiere calma, tranquilidad, serenidad, es más sedentario, hay que reposarlo, recoger todos los recuerdos, imaginar. Es más adecuado para estar en un interior con un whisky o la bebida preferida y la amante asidua que viene de vez en cuando sin molestar demasiado."

Así, ha escrito el nuevo texto con mayor recreo, con una mayor lentitud que, salvando las distancias, también se daba en Las bicicletas son para el verano. He intentado en los dos casos hacer un traslado del ritmo de Proust en la novela y ver si podía ser adecuado, aunque fuera arriesgado, para el teatro, la radio o la televisión. De ahí viene la minuciosidad que en muchas partes tiene El viaje a ninguna parte."

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_