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El fin de la hipocresía de Estados Unidos

Por lo menos, el presidente Reagan lo ha proclamado oficialmente. Como dijo la semana pasada, desea que el Gobierno de Nicaragua diga "Tío Sam" y se rinda a las guerrillas contras apoyadas por Estados Unidos.Ésta es una confesión refrescante. Aparta un velo de hipocresía que se estaba convirtiendo en una broma. A la larga, la administración no necesita afirmar que está intentando influir en los sandinistas para que sean más demócratas. Tampoco necesita suministrar armas a los contras bajo la cobertura de la Agencia Central de Inteligencia.

El presidente se ha sentido afectado durante meses porque el Congreso se negó a aprobar una guerra semisecreta a través de la CIA. Ahora llama directamente a la opinión pública para que apoye a los combatientes de la libertad.

Su política -basada en la presunción de que Estados Unidos tiene el derecho a derribar a un Gobierno enemigo en el hemisferio- está santificada. Vuelve a la época del Destino Manifiesto, cuando el secretario de Estado Richard Olney proclamaba con orgullo en 1895: "Hoy, Estados Unidos es prácticamente soberano en este continente y su voluntad es ley". ( ... ) Esta política conecta con la doctrina enunciada por Leónid Breznev, que ofrecía fraternal asistencia a los países del Este europeo para prevenir que éstos rechazaran el socialismo soviético. ( ... ) Pero hay otra tradición tambie5n en la política americana.

Se basa en la tolerane¡a y en la creencia en que Estados Unidos no debe intentar imponer sus nociones de bienestar a otros pueblos por la fuerza. Se basa también en la convicción practica que, salvo que un país arnenace a EE UU seriamente, los americanos no deben hacerles daño.

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