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La investigación de los escándalos financieros

El presunto "cerebro' de la evasión es un mediocre empresano en Ginebra

ENVIADO ESPECIAL El diplomático Francisco Javier Palazón, al que mecánicamente se le ha venido atribuyendo el calificativo de lince de los negocios, desarrolla en Suiza tres tipos de actividades muy diferenciadas: participación en sociedades comerciales de poca monta administradas por personajes muy peculiares; gestión personal de una pequeña cartera de activos constituida con los ahorros confiados por compañeros del cuerpo diplomático español, y administración de fortunas de extranjeros radicadas en Suiza (principalmente de españoles), en colaboración con la gran banca helvética, de las que se desconoce su origen legal y los mecanismos previos de expatriación de capitales.

Paco Palazón, como le llaman sus amistades ginebrinas, más que un lince en los negocios, es un genio en las relaciones públicas. Llegó como cónsul a Ginebra -a finales de 1975 y consiguió, en muy poco tiempo, cambiar la deplorable imagen de nuestra representación oficial ante los españoles residentes (emigrantes y exiliados) y ante las propias, autoridades helvéticas. Cultura, don de gentes, simpatía, mano izquierda y dinero fueron sus armas. Francisco Infante, una autoridad mundial en el campo de la nutrición, catedrático de la universidad de Ginebra, jefe de clínica del hospital Cantonal, confiesa que no pisaba la representación española desde los años cincuenta. Palazón-logró que este insigne cordobés -personaje clave para la credibilidad democrática del nuevo régimen entre la intelectualidad suiza y el alto funcionariado de las Naciones Unidas- restableciera relaciones con la representación oficial de España.

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A través de él y de otros exiliados republicanos de gran renombre y respeto entre las clases dirigentes helvéticas (como el hijo del presidente Araquistain y su mujer, Bárbara), Palazón logró no sólo levantar la cuarentena establecida para nuestra representación diplomática, sino también acceder él mismo a unas relaciones, que luego le han sido muy provechosas, con destacados miembros de la gran banca y de la alta sociedad suiza. De forma paralela abrió las puertas del consulado a los representantes en el exilio de sindicatos y partidos de izquierda, con lo cual puso fin a las manifestaciones ininterrumpidas de protesta ante su sede y cambió ésta de la cochambrosa casa roja (los dueños del inmueble se negaban a limpiar las paredes de la fachada de la pintura roja que arrojaban los antifranquistas) a un elegante edificio del Quai de Wilson.

Con dinero de su bolsillo, según distintos testimonios recogidos, Palazón alargó los escasos presupuestos de representación social del consulado y organizó brillantes fiestas y recepciones. Tras su marcha, comentan, las recepciones han vuelto a ser las mínimas (fiestas oficiales) y muy pobres (poco más que un vino español). A estas fiestas, en que la importancia, de quienes asisten por parte suiza se corresponde a quienes asisten por parte española, y viceversa, se deben muchas de las relaciones actuales del antiguo cónsial.

El no va más en su ascenso entre la buena sociedad ginebrina lo logró con la visita de los Reyes a esta ciudad, en junio de 1979, con motivo de su intervención ante la Asamblea General de la Organización Internacional del Trabajo. Palazón logró que los Reyes de España se alojaran en su casa, en la residencia oficial del cónstil, pese a la existencia de tres embajadores de España en Suiza. Además de las representaciones ante el Gobierno helvético y ante Naciones Unidas, se creó para el ex ministro Manuel Jiménez de Parga una Embajada ante la OIT.

El cuento de la lechera

Muy bien relacionado, tras cinco años y medio de añadir aristócratas y financieros a su ya larga lista de amistades, Palazón opta por pedir la excedencia en la, carrera diplomática y dedicarse por entero a los negocios al cesar en mayo de 1981 como titular del consulado y no ofrecérsele la embajada que él creía merecerse. Las continuas depreciaciones del peso en Argentina, donde mantiene distintas propiedades y empresas desde los tiempos en que ejerció allí funciones diplomáticas; el éxito de algunas operaciones inmobiliarias en España en los años de la especulación de terreno, y la fortuna en algunas pequeñas inversiones gestionadas a sus compañeros, le animan a esta decisión.

Por sus magníficas relaciones en Suiza y por haber desempeñado el puesto de cónsul, consigue con facilidad que se le otorgue ta residencia en Suiza. Extremo imprescindible para poder operar con absoluta libertad en el mundo de los negocios y de las finanzas de ese país.

Constituye una empresa de importación y exportación, Hispasá, con el mínimo de capital exigido por la ley suiza (50.000 francos, unos tres millones de pesetas) y contrata a un abogado español, Joaquín Ruiz, que durante 18 años ha sido funcionario del Gobierno ginebrino y al que en su etapa de cónsul empleó como asesor de la representación.

Como administrador fichó a otro español, Jesús Ríos, que lleva veintitantos años en Suiza y que es un personaje harto singular. Este gallego, de unos cuarenta y pico años y aspecto y modales de humilde oficinista, se ha hecho a sí mismo en la emigración y no cuenta con mayor cualificación profesional que su experiencia de auxiliar contable. A ambos, abogado y contable, les paga poco, pero tampoco les exige demasiado.

De hecho Jesús Ríos, que esconde sueños de grandeza tras sus oscuros modales, intenta sus propios negocios sin dejar su puesto de administrador de Hispasa. El 23 de febrero de 1983, con la expropiadión de Rumasa en España, este oficinista, que ha leído historias de jugosos pleitos comerciales por la posesión de una marca o de una patente, piensa que su futuro puede cambiar. Se precipita al íegistro de empresas y constituye oficialmente, antes de que se le pueda ocurrir a otro cerebro de los negocios, la sociedad Rumasa en Suiza. Esta inscripción, eso cree él, le va a plantear problemas al holding estatal Rumasa para comerciar en Suiza, y consecuentemente, elGobierno español deberá negociar con Jesús Ríos una cuantiosa indemnización para que les ceda la marca. Naturalmente, la realidad es muy otra de como se la prometía el agudo oficinista, y al Estado español le trae al pairo el registro de Rumasa en Suiza.

Hace unos meses, y aunque sigue como administrador de Hispasa, Ríos ha constituido una sociedad en. Ginebra para asesoramiento y creación de empresas en Panamá (la Panameris Consultants, Corporation). Entretanto, Hispasa sobrevive con más pena que gloria (probablemente con pérdidas), tratando de introducir cigarros puros dominicanos en el mercado suizo. La tarea es de gigantes, el mercado de tabacos en Suiza está saturado por las mejores marcas y por las labores de mayor renombre mundial, y mucho más si se considera el exiguo capital de Hispasa para hacer frente a gastos de promoción ycomercialización, y la cualificación de sus gestores.

Negocios nonatos

El abogado Joaquín Ruiz abandonó a Palazón a finales de 1982, bastante frustrado de su experiencia eirpresarial con el diplomático. Primero se le encomendó un negocio con un sobrino del presidente argentino Alejandro Lanusse -muy amigo de Palazón y residente en el barrio madrileño de Salamanca-, que consistía en importar carne del país latinoamericano y reexportarla a la URSS y los países árabes. La operación nunca llegó a realizarse, y Palazón retiró al abogado de este asunto, en medio de las negociaciones, para encomendarle la posible compra de un superpetrolero que se encontraba amarrado en la bahía de Cádiz. Tampoco se materializó esta operación. El diplomático creyó entonces que lo que iba a ser un negocio seguro era montar en España una rma e au itoria con un socio suizo, dada la mayor seriedad que se presupone a las firmas helvéticas frente a las españolas o las multinacionales norteamericanas. Se hicieron múltiples gestiones, pero a las empresas suizas del sector no les pareció serio y viable el proyecto tal y como lo planteaba Palazón.

Aparte de estos negocios, según empresarios españoles en Ginebra, Palazón Palazón importó hacia Suiza a finalqs del pasado año una partida de vinos de Solar Samaniego, que tuvieron una difícil salida en aquel mercado, y ha hecho algunas importaciones esporádicas de otros productos españoles.

Otra de las empresas suizas en las que tiene intereses Palazón es la denominada Produits Comerciaux et Industriels, SA. Esta sociedad, constituida con 100.000 francos de capital social, es una de las muchas que, por razones de operatividad, constituyen los bufetes de abogados suizos y que normalmente sólo existen en el registro. Son sociedades con unos objetivos de actividad amplísimos que están siempre disponibles para articular a través de las mismas cualquier operación comercial o industrial que pueda plantear la clientela al bufete.

René Merkt, un abogado ginebrino, conoció casualmente a Palazón en un encuentro con terceras personas y se sorprendió por la cantidad e importancia de los contactos comerciales y financieros que el diplomático español afirmó tener. Quería una sociedad que le permitieira articular las muy diversas operaciones que tenía en la cabeza, y Merkt no tuvo el mínimo inconveniente en cederle la mayoría de las acciones de Produits Cómerciaux et Industriels y el puesto de administrador principal. Como en los anteriores proyectos, Palazón no llevó a cabo ninguna de las operaciones previstas y, según declaraciones de Merkt, hace un año abandonó la citada sociedad.

Distinguido intermediario

Pero no todas las empresas en las que participa el supuesto lince de los negocios están capitaneadas por él y tienen la azarosa vida de las reseñadas. Francisco Javier Palazón participa también en la sociedad Equitas, que cuenta con el respaldo de la sólida Banca Rothschild, y en la que probablemente fue introducido por un personaje de la alta aristocracia financiera suiza, Salvador Sanz de Acevedo.

Sanz de Acevedo está casado con una nieta del barón de Givaudin, una de las mayores fortunas de Suiza. Es consejero de dos filiales de la multinacional del sector químico y farmacéutico Roche (Givaudin Company y Givaudin, SA) y de una importante empresa de bienes de equipo de Lausana (SM Equipement Industriels). Tiene vínculos financieros y familiares con Rothschild y la gran banca suiza, múltiples negocios en Estados Unidos, y vive en la aristocrática zona de Cologny, donde tiene por vecinos a la multimillonaria familia hispanocubana Mestre (que ha casado recientemente a su hija Teresa con el príncipe heredero de Luxemburgo) y a una hermana del banquero español Emilio Botín.

Es la zona del club de golf, que es una sociedad muy aristocrática en Ginebra, en la que fue admitido Palazón. En el domicilio de Sanz Acevedo, que se encuentra fuera de Suiza hasta finales de este mes, confirmaron la gran amistad del matrimonio con los señores de Palazón.

Sociedad financiera

El diplomático en excedencia, probablemente a través de Sanz de Acevedo, accedió al Consejo de Administración de Equitas, sólida sociedad financiera que no tiene nada que ver con las empresas comerciales creadas por iniciativa suya. A través de esta sociedad financiera, el supuesto cerebro de la evasión de divisas ha podido actuar en los distintos mercados mundiales con las fortunas cuya administración tiene personalmente encomendadas.

La banca suiza, que paga unos intereses bajísimos por los depósitos en cuenta corriente o las imposiciones a plazo (hubo un tiempo que se llegaron a pagar interes negativos cuando se superaba una cifra mínima), retribuye muy bien a los intermediarios que aportan capitales para sus inversiones industriales y comerciales en todo el mundo. El negocio bancario en Suiza, en contra de lo que se cree, no consiste en tener el dinero parado y en depósito en sus cuentas secretas, sino en dirigir o participar en todas las grandes operaciones financieras internacionales.

Francisco Javier Palazón, que como se ha visto es un hombre con escaso aparato empresarial y reducido personal, lleva la gestión de fortunas personalmente. Tiene un pequeño despacho en los bajos de un edificio de la calle Miremont (en las proximidades de Crets de Champel), atendido a tiempo parcial por una secretaria particular, Nuria Tarré. Catalana residente en Ginebra desde hace muchos años, Tarré se dedica fundamentalmente a un negocio de peletería y viaja por todo el mundo presentando colecciones de moda. Afirma que sólo lleva los asuntos personales de la familia Palazón y que el diplomático no le ha confiado nunca tareas relacionadas con la administración de fortunas.

Sea así o no, lo cierto es que, según informaciones recogidas en la citada finca, el despacho particular de Palazón no se rige por horarios fijos y es muy escaso el número de personas que llaman a su puerta.

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