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Estados Unidos exige el compromiso árabe de negociar con Israel para lanzar una nueva iniciativa de paz

Francisco G. Basterra

Estados Unidos no quiere volver a pillarse los dedos en Oriente Próximo y no adoptará ninguna iniciativa importante en la región hasta que los árabes acuerden una posición común y estén listos para negociar directamente con Israel. Éste es el mensaje transmitido ayer por el presidente norteamericano, Ronald Reagan, al rey de Arabia Saudí, Fahd ben Ahdelaziz, que se encuentra en Washington en visita oficial -la primera de un monarca saudí desde 1971 -, con el objetivo de lograr que EE UU tome de nuevo la iniciativa y desbloquee el proceso de paz. Reagan se limitó a aconsejar la aplicación de la vieja fórmula contenida. en la resolución 242 de la ONU, que habla de la devolución de los territorios ocupados por Israel en 1967.

Fahd inicia una serie de visitas a Washington de líderes árabes moderados, que continuará con el viaje del presidente egipcio, Hosni Mubarak, el mes próximo, y del monarca jordáno, Hussein, en primavera. Todos estos dirigentes coinciden en que Reagan tiene una oportunidad histórica para protagonizar una nueva iniciativa de paz en la región antes de que las fuerzas extremistas bloqueen cualquier salida. Este optimismo se basa fundamentalmente en el diálogo iniciado por el líder palestino, Yasir Arafat, con el rey Hussein; en el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Irak y EE UU y entre Egipto y Jordania, y en el inicio de la retirada israelí de Líbano.Sobre todo, los árabes creen que, en su segundo mandato, y sin necesidad de tener que ir a la reelección, Reagan tendrá las manos libres para presionar a Israel, que atraviesa una aguda crisis económica de la que sólo puede salir con la ayuda norteamericana. Sin embargo, éste es el tipo de argumentación que Washington se niega a escuchar. "Lo que quieren los árabes es negociar con nosotros y que luego Esta dos Unidos imponga la solución a Israel, y esto es lo que no vamos a hacer", dijo un funcionario de la Administración. La res puesta norteamericana es la siguiente: "Primero convenzan ustedes a Arafat de que negocie con Hussein y acepte que éste hable en nombre de los palestinos y cuando el monarca hache mita esté dispuesto a hablar con Israel, con el pleno apoyo de los árabes, nosotros apoyaremos la negociación y sólo entonces asumiremos un papel activo".

Fahd llega a Washington como portavoz de los países árabes moderados. En las últimas semanas, sus enviados han viajado por todos los países de Oriente Próximo y el propio rey recibió hace una semana en su palacio a Arafat durante dos horas y media. Nada más abandonar ayer la Casa Blanca, Fahd afirmó que la cuestión palestina y la falta de soluciones a la misma es el único problema y la causa de inestabilidad de la región. El monarca, que pidió a Reagan que "apoye la justa causa palestina", insistió que Estados Unidos "dialogue" al menos con la OLP, con lo que repetía la solicitud hecha la semana pasada por el ministro egipcio de Asuntos Exteriores, pero el presidente reiteró su conocida posición de que no dará este paso sin que Arafat reconozca previamente el derecho a la existencia del Estado de Israel.

Cambio de prioridades

Oriente Próximo no aparece entre las prioridades del segundo mandato de Reagan, lo que se explica, en parte, por el fin de la crisis del petróleo, con la consiguiente pérdida de valor estratégico de esta región, pero sobre todo por los fracasos cosechados por Washington en el área en los últimos años. Los marines tuvieron que abandonar humillantemente Líbano empujados por el terrorismo radical islámico y las presiones sirias y Arafat no aceptó la iniciativa de paz de Reagan para que Hussein negociara con Israel en nombre de los palestinos.

Washington ha asumido que los límites de su capacidad mediadora en Oriente Próximo son limitados y quiere que sean las partes directamente implicadas las que ofrezcan una solución.

La única novedad en la actitud de Washington es la apertura de conversaciones con la Unión Soviética sobre Oriente Próximo, en el marco de un diálogo más amplio que se extiende a otras regiones conflictivas y que es una consecuencia del deshielo en las relaciones entre Moscú y Washington provocado por las nuevas negociaciones sobre control de armas nucleares. No se trata en ningún caso de acceder a la presencia soviética en una conferencia internacional sobre Oriente Próximo, sino simplemente de mantener abiertos los canales de diálogo en una zona donde las dos superpotencias tienen, y se reconocen, intereses estratégicos.Equilibrar las ayudas

De momento, la política estadounidense para Oriente Próximo se limita a tratar de equilibrar las ayudas militares y económicas que presta a Israel y Egipto, que se llevan una tercera parte de toda la ayuda exterior norteamericana. Israel, el aliado estratégico de Washington en la región, recibió el pasado año 1.200 millones de dólares en ayuda económica y 1.400 millones en ayuda militar. Para el próximo año ya ha conseguido la promesa de 400 millones más en ayuda militar y Simón Peres solicita otros 1.500 millones en ayuda económica. Los acuerdos de Camp David obligan a EE UU a garantizar una ayuda comparable a la de Israel y Mubarak ya ha solicitado 3.200 millones de dólares, 1.200 millones más que el pasado año.

El Gobierno norteamericano ha decidido suspender todas las ventas de armas a los países de Oriente Próximo hasta que se reevalúe la política del segundo mandato para la región. Se trata sobre todo de no introducir un elemento polémico en el Congreso en un momento en que la máxima prioridad es la discusión del presupuesto, que prevé un fuerte rearme y drásticas reducciones en el gasto que afectarán a todos los programas civiles. Sin embargo, aunque no se anuncie inmediatamente, Reagan ha asegurado a Fahd que le venderá los 40 cazabombarderos F-15 que éste ha solicitado.

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