_
_
_
_
Reportaje:LOS LIBROS TAMBIÉN NECESITAN ESPACIO

La soledad de los manuscritos

La Biblioteca Nacional sólo ha catalogado 5.699 de sus 23.000 originales

PEDRO SORELA La Biblioteca Nacional sólo tiene catalogados 5.699 manuscritos de los más de 23.000 que se encuentran en sus depósitos. Los demás están simplemente inventariados. Durante muchos años trabajó en esa sección un solo bibliotecario; ahora lo hacen dos. A la Biblioteca Nacional le falta personal y espacio: tiene 74 bibliotecarios, 10 más que la sección de Bellas Artes de la Biblioteca, Nacional de París, y necesitaría 1 .000, según su director, que ocupa el cargo con carácter, vitalicio. Para realizar las reformas que se imponen, "el tiempo apremia", dice una bibliotecaria.

Más información
El caso del periódico anarquista

En el mes de junio, desde temprano, se puede ver una larga cola de jóvenes que sale del edificio y dobla la esquina. Son estudiantes que acuden allí porque Madrid necesita unas 100.000 plazas en bibliotecas universitarias y dispone, según apreciaciones, de muchas menos. Para Hipólito Escolar, director de la Biblioteca Nacional, con ello se cubre una necesidad social. No piensan lo mismo diversos bibliotecarios ni altos cargos del Ministerio de Cultura, para quienes la biblioteca debe reservarse a la investigación.En la fonoteca, donde se encuentra cerca del 80% de la producción discográfica española, sólo se clasifica, y no se aspira a abrirla al público por falta de personal. Igual carencia sufre la sala Goya, de Bellas Artes, que archiva unos 10.000 dibujos, cuatro veces más que el Museo del Prado. Pero han de ser estudiados a través de otras salas. Los de Goya y Velázquez son los más solicitados.

F. R. N., sevillana de 25 años, viajó a Madrid hace un año para preparar oposiciones a archivos en la biblioteca, porque no tenía lugar apropiado para hacerlo en Sevilla. "Además, se conoce gente", dice. La cafetería del centro está más o menos llena 12 horas al día, y en alguna ocasión puede verse, en la sala general, a un joven que dobla a su novia desde atrás sobre la silla y la besa con cariño. Sus vecinos no se inmutan. "Ésa es la sala donde se desbrava a los que acuden, sobre todo, a leer como a una biblioteca pública" explica Escolar. Los investigadores, que han de demostrar su condición de tales, tienen acceso a otras salas con mayores comodidades y, también, mayores medidas de seguridad. "En cualquier caso", dice José Luis Castillo Puche, que fue asesor del organismo, "los bibliotecarios temen la fiesta de santo Tomás (patrón de los estudiantes), pues ese día parece que se repartieran premios".

El hecho de que la Biblioteca Nacional no haya terminado la catalogación de sus más de 23.000 manuscritos -están, entre otros, el del Poema de Mío Cid e innumerables piezas del Siglo de Oro-, la convierten en "la última gran biblioteca del siglo XIX", dice una fuente del centro, pues todas las grandes bibliotecas terminaron esta labor el siglo pasado. De momento, sólo se ha llegado al tomo X del Inventario general -o manuscrito 5.699-, y están anunciados otros dos volúmenes.

Los dos bibliotecarios de la sección (el segundo llegó hace tres meses) apenas pueden hacer algo más que rellenar permisos para investigación. Trabajos pun

La soledad de los manuscritos

tuales, como la catalogación de manuscritos griegos o hebreos, se han realizado por contrato con especialistas. Un ejemplo de esta provisionalidad fue el supuesto descubrimiento de unos textos de Leonardo. No fue tal, según la dirección: los textos estaban catalogados en los seguros, aunque insuficientes, depósitos de la biblioteca... pero erróneamente.Los depósitos de seguridad de la Biblioteca Nacional sólo dan cabida a 200.000 libros valiosos -los muy valiosos, como El Skylitzes, una crónica bizantina del siglo XI, se encuentran en cámaras acorazadas-, y quedan fuera unos 350.000 por falta de espacio. Aunque el concepto de valor es cambiante en el mundo bibliográfico. Por ejemplo, sólo ahora se aprecian primeras ediciones de autores españoles aún vivos, como Alberti, que se podían encontrar no hace mucho en la sala general.

Lo que no cambia es el incremento del precio de los libros en el mercado internacional ni la tendencia a la baja de la peseta. Tampoco cambia la pereza con que crecen los presupuestos oficiales para la compra de libros extranjeros cada año (los que se publican en España llegan gratis), todo lo cual forma una ecuación de resultado inmediato: la biblioteca deja de comprar libros que quizá necesitará más tarde... a precios mayores. Según datos de la dirección del centro, hace 10 años se deitinaron 22 millones de pesetas para la com pra de libros. En 1982, 35 millo nes. El año pasado, 45 millones, 30 de los cuales fueron dados a última hora y hubó que adquirir los libros a toda prisa, pues Cultura urgía la justificación del gasto. Alicia Girón, subdirectora de Archivos y Bibliotecas, arguye que ciertas partidas son indirectas, de modo que el año pasado el presupuesto para la compra de libros y grabados sumó 98 millones de pesetas.

En Francia, el presupuesto de la Biblioteca Nacional para la compra de libros en 1985 es de 350 millones de francos (unos 6.300 millones de pesetas), según informa Tiene 12 millones de libros, y en ella trabajan 1.200 personas. En Washington, el presupuesto para compra de libros en la Biblioteca del Congreso fue, en 1984, de 231,2 millones de dólares (más de 40.650 millones de pesetas). Aunque la del Congreso es la biblioteca más grande del mundo -tiene 19 millones de libros, 33 millones de manuscritos y 9 millones de fotos-, y, según una bibliotecaria, esta comparación es más injusta que nunca.

Ya no caben los libros

En Estados Unidos, las principales universidades construyen, desde hace tiempo, grandes galpones en el campo para almacenar los libros que no suelen tener consulta frecuente, y ésta se asegura mediante enlaces permanentes. En la Biblioteca Nacional ya no caben los libros. Tiene 2,5 millones -aunque el de libro es un concepto anticuado- y entran más de 120.000 volúmenes cada año -más de 300 al día-, que ocupan 3,5 kilómetros de estanterías. Para darles cabida ha sido preciso recortar los altos espacios de un edificio achacoso que padece goteras frecuentes y exagera a capricho las temperaturas.

Para encontrar espacio, y también para aliviar a los bibliotecarios, que en invierno usaban mitones, se han realizado obras que para algunos han sido "auténticas barbaridades". Escolar estima que no había elección. "Si desenrollamos los carteles nos tenemos que marchar", dice. En efecto, miles de carteles perm anecen empaquetados en estanterías, y a veces hay que buscarles otros sitios cuando amenazan con hundir el suelo. Con independencia de los criterios estéticos, hay quien subraya que obras de arte se almacenan en salas con ventanales de planta baja.

El Ayuntamiento de Valdemorillo, en la provincia de Madrid, cedió en su día 50.000 metros cuadrados para la construcción de ese depósito cuyo anhelo quita el sueño a los bibliotecarios, y hay prometidos otros 150.000. En el Ministerio de Cultura se asegura que, después de retrasos, las obras comenzarán, por fin, a finales de este año, pero en la Biblioteca Nacional unos y otros son escépticos. Todos los Gobiernos han hecho estas promesas. En teoría, el primer paso hacia la modernidad se dará en primavera, con el comienzo de una mecanización en la que se han invertido 48 millones de pesetas, y que ha permanecido enredada durante años entre las manos de una comisión mixta. Los más necesitados de modernidad son los índices, a veces contradictorios, difíciles, enigmáticamente vacíos o manuscritos con una elegante y anticuada letra.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_