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Reagan propone otra revolución americana

Francisco G. Basterra

El presidente estadourtidense, Ronald Reagan, pidió a la nación, en su discurso sobre el estado de la Unión, que inicie una "segunda revolución americana de esperanza y oportunidad" prometió que realizará una reforma fiscal sin subir los impuestos, solicitó apoyo para su política de rearme y guardó sus ataques más duros para denunciar "la dictadura sandinista de Nicaragua". El presidente, en una de las pocas novedades de su intervención, solicitó a los países que comercian con EE UU la apertura de otra ronda de negociaciones comerciales "para reforzar la libre competencia y la economía mundial".

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Reagan, que cumplió el miércoles 74 años y es el presidente más viejo de la historia de EE UU, pronunció su discurso en la madrugada del jueves, hora de Madrid (noche del miércoles en Washington), ante una sesión conjunta de las dos Cámaras del Congreso.Los demócratas, que buscan sin encontrarlo su espacio, político desde su histórica derrota de noviembre pasado, calificaron la intervención de Reagan de brillante en la forma, pero falta de contenido concreto.

Reagan confirmó que está dispuesto a concluir la revolución conservadora que inició en 1981, continuando la lucha contra la excesiva intervención del Gobierno federal y liberando aún más las fuerzas de la libre empresa. "Cada dólar que el Gobierno federal no recoge de nosotros, cada decisión que no toma por nosotros, hará a nuestra economía más fuerte, nuestras vidas más abundantes y nuestro futuro más libre".

El presidente, en una intervención magistral como vendedor de optimismo, impensable por su tono en ningún político del Viejo Continente, dijo al país que no hay límites para el progreso norteamericano y que el éxito de la economía, "al que en Europa llaman milagro", es el éxito de la libertad.

El viejo actor de Hollywood realizó una vez más una soberbia intervención dramática, que llegó a su punto culminante cuando presentó a dos "heroínas anónimas" que encarnan el sueño americano y que seguían el discurso desde las tribunas del público: una joven vietnamita que llegó a este país hace diez años huyendo con los norteamericanos tras la caída de Saigón, sin dinero y sin saber inglés, y que acaba de graduarse en la Academia Militar de West Point y una religiosa de color que atiende a los niños de los drogadictos.

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Concluido el discurso, los 535 legisladores, puestos en pie, entonaron el Happy birthday to you, confirmando que Ronald Reagan es el chico estupendo y siempre lo será de la política norteamericana.

"Hemos recuperado, el papel histórico de líder del mundo libre", afirmó Reagan, que no utilizó esta vez, sin embargo, una retórica beligerante contra la Unión Soviética.

El presidente solicitó el apoyo del pueblo norteamericano para las próximas negociaciones de desarme con la URSS y defendió su presupuesto militar -pide 277.500 millones de dólares para 1986- porque "nuestra determinación de mantener una defensa fuerte ha influido para que los soviéticos vuelvan a la mesa de negociaciones". "El complejo militar-industrial se convierte en momentos de peligro en el arsenal de la democracia", aseguró el presidente.

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