El delirio del virtuoso
El virtuosismo puede servir para pintar gitanas de calendario, componer versiones disco con la antología de la zarzuela, construir el Empire State Building con cerillas o hacer películas como La mujer pública. Andrzej Zulawski es un virtuoso, de eso no hay duda, pero sí la hay de que tanto talento y tanta habilidad le sirvan para algo distinto de hacer cosas como los ejemplos citados.Casi podría afirmarse que la maña de Zulawski como director de cine se agota en sí misma, en la pirotecnia de una puesta en escena regida por el pathos, por la crispación. Como en anteriores salidas del director franco-polaco, en La mujer pública se habla de personajes poseídos, en este caso, por el furor de crear.
La mujer pública
Director: Andrzej Zulawski. Intérpretes: Francis Huster, Valerie Kaprisky, Lambert Wilson, Diane Delor. Guión: A. Zulawski y Dominique Garnier. Fotografía: Sacha Vierny. Música: Alain Wisniak. Cines: Conde Duque, La Vaguada y Palace. Madrid.
Francis Huster como cineasta frenético, instalado en un orden moral propio en que la estética es autosuficiente, y Valerie Kaprisky como histérica que nunca deja de representar un papel, son los dos protagonistas de esta nueva versión de "la película dentro de la película".
Como la pescadilla, Francis Huster, Valerie Kaprisky, Lambert Wilson y Andrzej Zulawski se lanzan a agitarse, a moverse continuamente sin que tantos pasos tengan otro propósito que transmitir angustia, estallando sus nervios por el mero hecho de tenerlos alterados, enloquecidos al fin porque se supone que la actividad creativa enloquece, en una paranoia que genera más paranoia, en un juego de sustitución en el que los signos han desplazado totalmente al significado.
Cuando La mujer pública se presentó en la pasada edición del festival de cine de Cannes, rodeada de un astuto lanzamiento publicitario que quería subrayar su carácter de obra marginada -no participaba de la selección oficial- al mismo tiempo que conseguía proyectarla en la grand salle, la cantante de rock Tina Turner aún no había lanzado su canción sobre la bailarina por dinero.
Escenas de baile
En La mujer pública, la única idea real, concreta, que no cae ni en la verbalización pretenciosa sobre el sentido último de la película -hay personajes que se dedican a criticar a Francis Huster porque sus "puestas en escena son histéricas y teatrales"- ni en la desesperada búsqueda de imágenes chocantes, son las escenas de baile de la Kaprisky, realmente espléndidas, justificada ahí toda la taquicardia interpretativa o de filmación, tanto por la realidad física de la situación como por la autenticidad de la comparación que se establece entre el papel de las prostitutas y el de los actores.Tina Turner explica todo esto en tres minutos y Andrzej Zulawski emplea una hora y 54 minutos para llegar a decir prácticamente lo mismo, una diferencia que hace pensar en la conveniencia de una reconversión de tanto virtuosismo de cara a ponerlo al servicio de mejores causas.
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