Nueva etapa en Chipre
LA REUNIÓN en la ONU del presidente de Chipre, Spyros Kiprianu, y del dirigente de la comunidad turco chipriota, Rauf Denktash, en presencia del secretario general, Javier Pérez de Cuéllar, puede abrir una nueva etapa en uno de los conflictos que, en un territorio europeo, ha causado en las últimas décadas choques militares, muertes, destrucciones, deportaciones en masa. Independiente del Reino Unido en 1960, Chipre sufrió ya en 1963 una verdadera guerra civil entre sus dos poblaciones, la griega, aproximadamente el 78%, y la turca, el 12%. En 1964 fueron enviadas unidades de la ONU, cuya presencia menguó la agudeza de la lucha, pero sin lograr su cese. Una nueva explosión de violencia, en 1974, provocó una partición militar de la isla, con la ocupación de su parte norte por tropas turcas; unos 200.000 griegos fueron deportados hacia el Sur en terribles condiciones. Desde entonces el Estado chipriota legal sólo representa la parte griega de la isla. Las cosas empeoraron aún mucho más en 1983, con la proclamación, por Denktash, de la República Turca del Norte de Chipre como Estado independiente. Tal es el pasado que las negociaciones de hoy en la ONU tienden a superar.La posibilidad de lograr un acuerdo dimanan en gran parte del fracaso evidente de las dos tácticas empleadas hasta ahora: la República de Chipre ha logrado en la ONU reiteradas condenas, por mayorías abrumadoras, de la actitud turca y de la división de la isla. Pero la realidad es que para EE UU Turquía es un aliado privilegiado dentro de la OTAN; en cuanto a la URSS, tampoco está dispuesta a actitudes duras cuando se está esforzando por mejorar sus relaciones con Ankara. Las condenas de la ONU han tenido sólo efectos morales. Por otra parte, la República sólo ha sido reconocida por Turquía (casi una redundancia) y Bangla Desh; el plan de jugar la carta musulmana de cara al mundo árabe no funcionó. Estas premisas facilitan, lógicamente, la misión negociadora de la ONU. Pero actúa, sin duda, un factor más general y más importante: la relativa distensión en la zona de Oriente Próximo. Persiste sobre diversas cuestiones la contradicción entre Atenas y Ankara; pero ni a uno ni a otro Estado le interesa agudizar el tema de Chipre. No se puede olvidar que, en cuanto a los intereses estratégicos generales de la OTAN en el Mediterráneo oriental, dependen sobre todo de las dos grandes bases militares británicas que existen en Chipre, y que nadie pone en discusión.
Todo indica que el plan sometido en Nueva York a Kyprianu y a Denktash es fruto de largas discusiones; que cuenta ya con cierto margen de aprobación previa; lo que de él se sabe -pues aún no ha sido hecho público oficialmente- dibuja una solución bastante equilibrada, basada en la creación de un Estado federal. Los turcochipriotas han tenido, lógicamente, que renunciar a tener un Estado propio; incluso a una confederación sin poderes reales que culminase la existencia de dos Estados efectivos. En cambio, en los diversos órganos del Estado federal proyectado, la minoría turca tendrá una capacidad de intervención en la toma de decisiones bastante superior a su porcentaje numérico, y en ciertos casos, un derecho de veto. La filosofía del proyecto responde así a una voluntad política de superar la partición de tantos años, de iniciar una cooperación en órganos políticos comunes, una convivencia real entre las dos comunidades, con topes jurídicos que frenen eventuales tendencias a dominar o discriminar a los más débiles. Siguen en pie diferencias sobre problemas esenciales, como la evacuación de las tropas turcas y las garantías internacionales del nuevo Estado federal. Las dos delegaciones han viajado a Nueva York con propuestas e incluso talantes distintos. El camino hasta que empiece una nueva etapa será, sin duda, largo. Pero el hecho del encuentro en la ONU tiene en sí un valor enorme; sobre todo si se mira hacia atrás.
Un factor muy importante de las actuales negociaciones en la ONU es el clima general que existe entre las poblaciones de Chipre en favor de una solución pacífica. A pesar de que se han producido últimamente serios conflictos entre los partidos políticos de Chipre, es significativo que todos se han unido para dar su apoyo a Kyprianu ante el encuentro de Nueva York. En la parte turca, la población expresa, asimismo, un deseo de acuerdo y de paz. Una serie de razones objetivas pueden permitir a Chipre, en un próximo futuro, obtener ventajas económicas y convertirse en un centro financiero y comercial bastante importante, si logra poner en marcha un proceso de pacificación y establecer un Estado reconocido por todos sus habitantes. Si los esfuerzos de Pérez de Cuéllar desembocan en el inicio de una nueva etapa en Chipre, en la que vayan disminuyendo los conflictos de los últimos 20 años, los efectos internacionales tendrán un gran alcance. Será, sin duda, un factor de disminución de las tensiones en esa parte del mundo, y, al mismo tiempo, una demostración práctica de que la ONU es capaz, no sólo de organizar debates, sino de llevar a cabo soluciones prácticas, efectivas de un conflicto internacional. Se manifiesta actualmente una escuela de pensamiento que pretende negar el valor, la necesidad de los organismos internacionales. Chipre podría ser un argumento fuerte en sentido contrario.
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