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Alivio ante la reanudación del diálogo nuclear

El acuerdo de Ginebra pone fin a una larga etapa de enfrentamiento permanente entre las superpotencias

Soledad Gallego-Díaz

El acuerdo firmado el martes por la noche en Ginebra por los ministros de Asuntos Exteriores de Estados Unidos y de la URSS, George Shultz y Andrei Gromiko, respectivamente, no significa que hayan logrado ya reducir los arsenales nucleares o evitar la militarización del espacio, pero sí que ambas superpotencias están dispuestas a negociar sobre estos temas y que se ha puesto fin a una larga etapa de enfrentamiento permanente y falta de diálogo que parecía llevar al mundo a una nueva guerra fría

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El comunicado de la esperanza

ENVIADA ESPECIAL .Con el texto del comunicado final en la mano, tres puntos atraen la inmediata atención: 1. Washington y Moscú se comprometen a buscar seriamente acuerdos efectivos para reducir el armamento nuclear. 2. Las dos superpotencias quieren prevenir una carrera de armamentos en el espacio. Y 3. Los dos reconocen que ambas cosas están interrelacionadas.En conversaciones como las que han mantenido Shultz y Gromiko, resultaría absurdo hablar de ganadores y perdedores. El secretario de Estado dijo que la atmósfera de trabajo fue "buena y respetuosa", y Gromiko resaltó que "el diálogo ha quedado restablecido". Además, es imposible saber si en las 14 horas y media de entrevistas las dos partes hicieron concesiones que no figuran en el comunicado o incluso si esas concesiones han sido simplemente insinuadas para convencer al oponente de la necesidad de volver a sentarse en la mesa de discusión.

Lo que sí conviene es recordar cuáles fueron las posiciones de partida. Estados Unidos deseaba la reanudación de las conversaciones para reducir las armas nucleares estratégicas, o de largo alcance, campo en el que considera que la URSS tiene una relativa ventaja, si es que se puede hablar de ventajas a partir de un cierto nivel de capacidad de destrucción. Deseaba también, sobre todo como garantía para sus aliados europeos, que Moscú volviera a discutir la reducción de misiles nucleares de alcance medio. La URS S posee ya más de 300 S S-20, mientras que todavía no ha sido desplegada mas que una parte de los 572 misiles de crucero y Pershing 2 aprobados por la OTAN en 1979. Paralelamente, el presidente norteamericano estaba dispuesto a invertir en los próximos cinco años 26.000 millones de dólares en un nuevo programa, la Iniciativa de Defensa Estratégica (SID), que permitiera levantar encima de su país una burbuja protectora en la que se estrellaran los misiles enemigos. Se trata de la famosa guerra de las galaxias, que se centra fundamentalmente en dos ideas: destruir desde aviones y satélites los cohetes enemigos y cegar los satélites del oponente. La URSS, por su parte, había dicho que no volvería a una mesa de negociaciones mientras no se retiraran los euromisiles. El anuncio de la SID le hizo reconsiderar su postura. Moscú convirtió en un objetivo primordial paralizar el programa de investigación y los ensayos de armas espaciales, porque colocarse al nivel estadounidense le exigiría un enorme esfuerzo económico y tecnológico.

Satisfacción parcial

El acuerdo firmado por Shultz y Gromiko en Ginebra da parcialmente satisfacción a las dos partes (o, si se prefiere, las deja parcialmente insatisfechas). Washington ha obtenido la reapertura de negociaciones sobre armas nucleares sin por ello renunciar a su programa sobre armamento espacial, pese a que, según George Shultz, Gromiko insistió hasta el final. Moscú, por su parte, ha conseguido que los tres aspectos (armas estratégicas, intermedias y la guerra de las galaxias) queden en un mismo plano y que se acepte que no es posible llegar a acuerdos en un campo sin progresar en el otro. ¿Hasta qué punto es razonable invertir 26.000 millones de dólares en algo que tendrá que ser prohibido si se quiere adelantar en la reducción de los actuales arsenales?

"Nadie debe echar las campanas al vuelo", advirtió Shultz, ayer por la mañana, en el aeropuerto de Ginebra, camino de Washington. El secretario de Estado reconoció que las intenciones son ambiciosas, pero señaló que su entrevista con Gromiko era sólo un inicio. "Hay muchas y grandes diferencias entre nosotros. El ministro soviético, tiritando a 20 grados bajo cero, leyó una breve declaración: "Las negociaciones no serán sencillas, pero la Unión Soviética está dispuesta a hacer su parte de camino (léase concesiones). Espero que EE UU haga lo mismo".

Todo el mundo, en Europa como en América, es consciente de que el proceso será largo y difícil y que multitud de circunstancias exteriores pueden influir en él (nuevos cambios en el Kremlim, pérdida de influencia de los moderados en Washington, enfrentamiento de las dos superpotencias en algún remoto lugar del globo), pero aun así, él acuerdo de Ginebra ha sido acogido con un suspiro de alivio. Como dijo el propio Gromiko, "las relaciones entre las dos superpotencias determinan la situación del mundo entero".

Desde el punto de vista de los aliados, la simple reapertura del diálogo es un factor de estabilidad. Los Gobiernos europeos, presionados por su opinión pública y por el miedo a que Estados Unidos pierda prestigio, venían solicitando un gesto de buena voluntad por parte de Washington.

Los europeos ven con satisfacción que la guerra de las galaxias esté incluida en las negociaciones. Los aliados han expresado repetidamente su preocupación por la SID, capaz de provocar una fuerte reacción en sus electorados y anular el sentido de las fuerzas nucleares de Francia y del Reino Unido.

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