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El hambre y el ejemplo italiano

El autor afirma que las ayudas a corto plazo no son suficientes para poner fin a la lucha contra el hambre que afecta a 150 millones de los 500 millones de habitantes de África. Este problema debe solucionarse con medidas a largo plazo que hagan frente al agotamiento de las escasas tierras cultivables y el alto índice de nacimiento. Estos dos factores han convertido en realidad, en muchos países del Tercer Mundo, las profecías catastrofistas de Malthus.

Hace pocos días, el 20 de diciembre, nos congregábamos en el salón de los Coraceros del palacio del Quirinal los 109 embajadores acreditados ante la República Italiana para felicitar las Pascuas y el Año Nuevo al presidente Pertini. Éste, en un discurso improvisado pero muy madurado en su argumento a lo largo de su septenato, expuso sus preocupaciones sobre la paz en el mundo y sobre el dramático problema del hambre que afecta a gran parte de la humanidad.Con toda su característica pasión juvenil exhortó a los representantes de los diferentes países a concienciarse de tan acuciante problema y a encontrar no sólo las medidas coyunturales apropiadas para socorrer a los afectados de hoy, sino también, y sobre todo, a poner los medios técnicos modernos al servicio de fórmulas que procuren extirpar esta grave plaga. En frase repleta de sinceridad llegó incluso a decir lo siguiente: "Esta calamidad, esta matanza de inocentes pesa, como una severa condena, sobre la conciencia de todos los hombres de Estado, y por tanto, también sobre la mía".

Por cierto que dentro de pocas semanas, el 28 de enero próximo, nuestra universidad Complutense, así como otras muchas universidades que se han adherido, tendrá la oportunidad de honorar merecidamente a esta ilustre personalidad internacional, que viene luchando incansablemente por resolver el tremendo problema del hambre en el mundo. Es más: hace también poco tiempo el presidente Pertini publicó, en una de las revistas de mayor circulación en Italia, un incisivo llamamiento a la opinión pública sobre este tema, subrayando la necesidad de la cooperación y la solidaridad internacionales a fin de acabar con este cruel infortunio que sufren millones de criaturas inocentes.

"Hacer algo"

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Sin embargo, se podría pensar, como ha escrito aquí recientemente Cela, que "habría que hacer algo"; es la frase preferida de quienes jamás están dispuestos a hacer nada. Aun siendo normalmente así, afortunadamente para la humanidad, también existe la raza de aquellos hombres que cuando dicen. "hay que hacer algo" se ponen manos a la tarea y, en la medida de sus fuerzas, se consagran a obtener la meta propuesta y necesaria. El presidente Pertini, sin duda alguna, pertenece a este grupo, y así, dentro de los poderes y funciones tasados que le atribuye la Constitución, ha utilizado su "magistratura moral" para exhortar a los parlamentarios de su país a que provean rápidamente "un apropiado instrumento legislativo" a fin de que Italia contribuya, dentro de sus posibilidades, a la lucha contra el hambre.

No ha sido necesario esperar mucho. El Gobierno Craxi, después de la dura lucha mantenida para hacer aprobar "la reforma Visentini", cuyo fin es establecer en Italia una mayor justicia fiscal, no ha titubeado en presentar hace unos días un proyecto de ley sobre la lucha contra el hambre en el mundo, que comportará una ayuda de 19.000 millones de liras para tal fin. Aunque cuando escribo este artículo el proyecto se encuentra aún en sede parlamentaria, parece correcto pronosticar que no tardará mucho en ser aprobado. Con lo cual Italia reforzará su ya bien merecida fama de ser probablemente el país que, en términos relativos, contribuye en mayor medida a paliar este grave azote.

Por otra parte, el mismo día en que el presidente Pertini nos saludaba a los embajadores acreditados ante el Quirinal tuve también el honor de recibir y compartir unas horas con el director general de la FAO, Edouard Saouma, en compañía de los representantes españoles en dicho organismo. Durante la velada, el activo director general nos narró, en una jornada que estaba marcada por el problema del hambre en el mundo, su reciente visita a Etiopía, en la que pudo comprobar sobre el terreno las enormes dimensiones de un problema que, aun teniendo en este país su más alta cota de gravedad, afecta en general a 150 millones de habitantes de los 500 millones que pueblan hoy el continente africano.

La profecía de Malthus

Lo grave, sin embargo, no es sólo que se carece de medios para obtener de la naturaleza lo indispensable para alimentar a todos sino, sobre todo, que la población desnutrida tiende a crecer sin cesar. Lo irracional de este comportamiento me llevó a preguntar a Saourna sobre la veracidad de la famosa doctrina de Malthus, cuyo 1502 aniversario se cumple ahora. Teoría que, como es sabido, mantiene que la población crece con mayor velocidad que los recursos alimentarios. El resultado final de los argumentos formulados por el clérigo inglés sería, pues, que el mundo está abocado a una situación explosiva, al no disponerse de suficientes recursos para alimentar a toda la población mundial.

Como es obvio, se puede mantener que esta profecía catastrofista, formulada a principios del siglo XIX, no es una teoría científica empíricamente verificada, sino más bien una ideología de carácter reaccionario o interesado, que, sin embargo, empezó a tener valor avant la lenre. Era lógico, por tanto, que tuviese gran curiosidad por conocer la opinión de uno de los expertos más capacitados del mundo en esta materia, y así su contestación no se hizo esperar. En efecto, con aire pesimista me respondió que es indudablemente válida para los países más pobres del mundo. Y ello por dos razones obvias: por una parte, a causa del agotamiento de las escasas tierras cultivables, que incluso no disponen de los necesarios abonos y fertilizantes, y por otra, en razón del exceso de población, que, como va dicho, tiende a crecer constantemente.

En definitiva, sólo parece existan dos soluciones complementarias para resolver a la larga este desastre. En primer término, a través del desarrollo equilibrado de las zonas cultivadas, o potencialmente cultivables, mediante la utilización de las técnicas modernas. Y paralelamente, la adopción de formas de control de la natalidad, superando los tabúes sociales que llevan hoy a un crecimiento desmesurado de la población mundial. No se trata ni más ni menos que de lograr algo que en épocas anteriores estuvo ya vigente y que, incluso actualmente, se puede ver todavía en territorios marginados de nuestra civilización. Así me abundaba también uno de los más prestigiosos expertos españoles que tenemos en la FAO cuando se refirió a algunas tribus nativas asentadas en los meandros fértiles del Amazonas, que en sus respectivos asentamientos no superan nunca el número de 100 a efectos de mantener el equilibrio entre población y los recursos que ofrece allí la naturaleza. Para conseguirlo se valen de hierbas con funciones anticonceptivas que toman las madres que ya han tenido dos o tres hijos.

Evidentemente, con lo dicho no se pretende que debamos remontar el túnel del tiempo para adoptar modos de vida primitivos. Pero la lección que sí se puede obtener radica en que con los medios de que disponemos actualmente, y superando los prejuicios y tabúes sociales, es posible instalar ese equilibrio necesario entre población y naturaleza que conduciría a resolver el problema del hambre a largo plazo, sin perjuicio de otras a corto y medio plazo. Al fin y al cabo, un país tan condicionado por la tradicional e incontenible explosión demográfica ha terminado finalmente por imponer unas drásticas medidas de control y freno de la natalidad: me refiero a la China Popular.

Claro que no todos los países del Tercer y Cuarto Mundo podrían por sí solos llegar a este tipo de soluciones. Para ello es necesario, como dice el presidente Pertini, la solidaridad y la cooperación internacioriales.

es profesor de Derecho Político y embajador de España en Roma.

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