El Asad asegura en su primera declaración desde su huida a Rusia que su salida de Siria “no fue planificada”
El Gobierno provisional sirio avanza hacia reconocimiento internacional mientras el enviado de la ONU ofrece en Damasco “toda la asistencia posible”
El depuesto presidente sirio Bachar el Asad ha tratado de justificar su salida del país, hace una semana, como una acción “no planificada”, “forzada” por sus aliados rusos, que le daban cobijo en su Latakia natal (en el oeste de Siria) tras haber abandonado Damasco, que había caído en manos de las fuerzas de la oposición. En lugar de una huida vergonzante, de la que aparentemente no informó a sus más cercanos colaboradores en el régimen, el exmandatario describe desde Moscú un épico relato de repliegue bajo el fuego de los drones de la insurgencia, en un ataque a la base aérea rusa de Jmeimim durante la tarde del 8 de diciembre. Lo asevera en un comunicado difundido a través de la cuenta en Telegram del que fue su gabinete de presidencia, junto a la excusa manifiesta de no haber traicionado nunca a su pueblo.
La primera declaración de El Asad tras salir del país y refugiarse en Rusia viene marcada por el sello de la justificación personal de una derrota que ni él mismo pareció anticipar. El autócrata sostiene que “nunca abandonó a la resistencia de Palestina y de Líbano”, además de que no puede ser acusado de “renunciar a su propio pueblo y traicionar a su ejército”. Reconoce que abandonó Damasco en dirección a las bases rusas en Latakia, desde donde pretendía “supervisar” la ofensiva de los “terroristas”, como ha definido sistemáticamente a las fuerzas de la oposición siria durante los casi 14 años de guerra. La ofensiva relámpago lanzada desde el norte por sus oponentes desmoronó, una tras otra, las débiles defensas gubernamentales, que esta vez no contaron con respaldo ruso ni iraní.
En su relato resalta que “en ningún momento se planteó dimitir o pedir asilo” y que nadie le exigió que lo hiciera, al tiempo que se presenta como una mera víctima del destino. Dice también haber resistido hasta el último momento en la capital, “cuando los terroristas se infiltraron en Damasco”. Precisa que solo abandonó su país cuando “quedó claro” que las fuerzas gubernamentales habían huido en desbandada “en todos los frentes de combate”. “Bajo el intenso fuego de un ataque de drones (…) Moscú ordenó disponer una inmediata evacuación hacia Rusia”, se escuda sin ofrecer más detalles. Al día siguiente de su salida, el Kremlin anunció que le había concedido asilo.
El comunicado ―explícitamente titulado: “Explicaciones del presidente Bachar el Asad sobre las circunstancias que le llevaron a marcharse de Siria”― refleja la retórica de un pliego de descargo para justificar su salida del país ante sus compatriotas, después de haber permanecido durante toda la guerra “junto al pueblo y los soldados”, como remacha, “a unos metros de los campos de batalla más peligrosos”.
Mientras, el nuevo hombre fuerte de Siria, el islamista radical Abu Mohamed al Julani, mantiene ya contactos con las diplomacias de Estados Unidos y otros países occidentales, a pesar de los 10 millones de dólares (9,5 millones de euros) que Washington ofrece por su cabeza. Desde la reapertura, el sábado, de la Embajada de Turquía en Damasco, cerrada desde hace 12 años a causa de la guerra, no han cesado los avances del nuevo Gobierno provisional sirio hacia su reconocimiento internacional. El enviado de Naciones Unidas para Siria, Geir Pedersen, ha sido el primero en visitar a Al Julani en la capital, donde ha ofrecido a las nuevas autoridades de facto “toda la asistencia posible” y se ha mostrado este lunes favorable al levantamiento de las sanciones internacionales impuestas al país árabe.
Al Julani, jefe de filas de Hayat Tahrir al Sham (HTS), antes conocido como el grupo yihadista Frente al Nusra, afiliado a Al Qaeda, ha reclamado a través de las redes sociales al enviado de la ONU una resolución del Consejo de Seguridad que sustituya a la adoptada en 2015 sobre el proceso de salida política al conflicto sirio “para actualizarla e incorporar los cambios sobrevenidos” tras la caída del régimen de Bachar el Asad. Naciones Unidas ha anunciado que va a concentrar su trabajo, por ahora, en “la ayuda humanitaria a la población civil y a los refugiados que deseen regresar”, según un comunicado difundido por la oficina de Pedersen. El diplomático noruego ha puntualizado que las sanciones que pesaban sobre el régimen de El Asad fueron impuestas por EE UU y la UE.
La Unión Europea ha enviado también un alto diplomático a Damasco para que tome contacto con el Ejecutivo provisional que dirige formalmente el primer ministro Mohamed al Bashir, quien ha acompañado a Al Julani en su reunión con Pedersen. Este pidió a los nuevos líderes sirios “una transición política creíble, integradora y controlada por los propios sirios”, de acuerdo con las resoluciones de Naciones Unidas.
Francia, antigua potencia colonial en Siria, no ha esperado a que los Veintisiete alcancen un consenso sobre el reconocimiento de las nuevas autoridades, entre las que figuran organizaciones consideradas terroristas por la UE. A pesar del pasado yihadista de algunos de los nuevos responsables sirios, la diplomacia francesa ha anunciado el envío de una misión a Damasco a partir de este martes para establecer los primeros contactos, después del cierre de la embajada hace más de una década.
El objetivo común de las capitales occidentales es la búsqueda de la estabilidad de Siria a toda costa, para evitar que la caída de El Asad degenere en una clima de caos y Estado fallido ―como ocurrió en Irak en 2003, tras el derrocamiento de Sadam Husein, y en Libia en 2011, después de que fuera depuesto Muamar el Gadafi― propicio para el resurgimiento del yihadismo del ISIS, aún latente en el desierto sirio.
Fuera ya de la UE, el Reino Unido ha establecido también contactos indirectos con las autoridades de transición en Damasco y con HTS, el grupo armado que desencadenó el fin medio siglo de dictadura de la familia El Asad. El secretario de Exteriores, David Lammy, reconoció el domingo esta interlocución en declaraciones a la BBC en las que anunció el envío de ayuda humanitaria para la población civil siria. “Usaremos todos los canales disponibles, incluidos los de los servicios de inteligencia”, admitió.
El secretario de Estado de EE UU, Antony Blinken, también admitió la comunicación abierta por su departamento con responsables del grupo HTS, calificado como terrorista por Washington. En una reunión diplomática celebrada el sábado en Jordania con la presencia de varios ministros de Exteriores árabes, Blinken reconoció la existencia de “contactos directos” con las autoridades que controlan Siria.
Esta reacción diplomática en cadena se produce después de que Turquía, principal aliado de HTS y de otras fuerzas islamistas que ahora ejercen el poder, como el Ejército Sirio Libre, reabriera su Embajada en Damasco con el izado de su bandera y despliegue de sus servicios de seguridad. Ha sido el primer país en dar el paso, en un nuevo gesto de la denominada estrategia diplomática neootomana, por la que Turquía aspira a extender su influencia, ante todo económica y en materia de seguridad, sobre países de su entorno que formaron parte de su imperio hasta la I Guerra Mundial; una diplomacia planeada por el presidente Recep Tayyip Erdogan en las dos últimas décadas. Decenas de periodistas turcos se han desplazado hasta la capital siria, desde donde los principales canales de televisión emiten en directo información desde hace más de una semana. Por las calles de Damasco patrullan ya los vehículos policiales con placas de Idlib (feudo del HTS en el noroeste de Siria) facilitados por Ankara para devolver una imagen de seguridad ciudadana a la capital, que sigue vigilada por milicianos de las antiguas fuerzas de oposición al régimen.
Qatar, otro aliado clave de la insurgencia siria y faro en Oriente Próximo del islamismo político pragmático, junto a Turquía, ha anunciado la reapertura, este martes, de su Embajada en Damasco.
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