'Os cas da vida'

Luis Álvarez Pousa, que acaba de dimitir como director general de Cultura de la Xunta de Galicia, escribió en sus años mozos un libro de poesía, Os cas da vida (Los perros de la vida), tan impregnado de fervor religioso como de compromiso social; receta, por cierto, bastante insólita en la Galicia de 1972. Doce años después, la vida le devuelve al ejercicio obligatorio de la poesía del dimitido.Uno de esos poemas, Sementar, sementarei, fresco como una manzana del otoño orensano, la tierra del creador gallego, anda ahora en boca de la gente, popularizado en una canción del grupo Fuxan os Ventos.
Desde que el ahora ex director general de la Xunta de Gerardo Fernández Albor decidió tirarse en paracaídas desde la abstracción pura de la teología, en la que es licenciado, hasta las trincheras diarias del periodismo, Álvarez Pousa ha resuelto las contradicciones propias de todo humano con botas de siete leguas.
Un paso sorprendente
Uno de esos pasos sorprendentes lo dio Alvarez Pousa haciéndose cargo de la Dirección General de Cultura de la Xunta, un departamento devaluado, resultado de la supresión de una Consejería específicamente de Cultura, y en un Gobierno autonómico dominado por la ideología de Alianza Popular, el mismo que el pasado verano potenció la universidad estival que creó Ricardo de la Cierva con el patrocinio de Manuel Fraga Iribarne.
A la cultura en Galicia le pasa lo que a los árboles nobles. Tardan en crecer y no parecen rentables. En votos, claro. Así que, con esta especie en retirada, y en terreno político tradicionalmente arisco, Luis Álvarez Pousa intentó ensayar el milagro. Por momentos, parecía posible.
En la cultura de la Xunta parecía que iba a pesar más la responsabilidad institucional que el interés partidista, la apertura a la complejidad social que el clientelismo.
Pero no tardaron en sonar los goznes herrumbrosos de la vieja casa y ya no hubo tregua para el furtivo poeta dedicado a tareas de la cultura de la Administración.
Una incrustación indeseable de extrema izquierda, le llamó Ricardo de la Cierva en un sonado artículo. Infiltrado prochino, según el periodista Augusto Assía. Se ha vuelto a poner las botas de siete leguas. Esta vez para retornar al periodismo y a la poesía.
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