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Reportaje:

Urbanizaciones piratas

No es lo mismo una casa de labranza que una casa en el campo

En los últimos años varias Administraciones autonómicas y locales han emprendido una lucha sin cuartel contra las urbanizaciones ilegales que proliferaban como hongos en los municipios próximos a las grandes ciudades. La razón principal que esgrimen son el grave daño que estas actuaciones causan al medio. El planeamiento urbanístico tiene su lógica. Cuando se redacta el plan general de un municipio se suele hacer un estudio de las características ecológicas del lugar. El plan general, que es el documento básico de planeamiento, tiene como misión el decir en qué lugares se puede construir y en cuáles otros -por sus características urbanas o ecológicas- no se permite la edificación. Gracias al planeamiento se puede procurar, en cierta medida, que el crecimiento de un núcleo urbano se haga con racionalidad y se protejan las áreas de mayor valor ambiental. Las urbanizaciones ilegales suelen apoyarse -sin mucho fundamento jurídico- en una ley del Ministerio de Agricultura que permite la construcción de viviendas rurales siempre que la parcela de secano en que se instale sea de dos hectáreas y media.

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BUITRE NEGRO

Horribles céspedes a la inglesa

Naturalmente, esta ley no fue pensada para promover la urbanización incontrolada del campo, sino para facilitar la construcción de viviendas para agricultores sin necesidad de declarar todas las tierras de cultivo urbanizables. La permisividad urbanística que reinaba hace unos años hoy parece haberse acabado. Una urbanización ilegal presenta muchos y variados problemas para el medio natural en que se construye. En primer lugar, suelen ocupar zonas de cierto valor ambiental, ya que la naturaleza circundante sirve de reclamo para la venta de parcelas. Al evadir los controles municipales habituales, estas urbanizaciones carecen de las mínimas condiciones de depuración, lo que se traduce en vertidos incontrolados de aguas negras a los arroyos próximos, que se contaminan gravemente. Las especies animales que frecuentaban los lugares donde se instala la urbanización desaparecen y la vegetación natural cede ante el asfalto o se sustituye pronto por otra poco valiosa, de horribles céspedes a la inglesa, abetos, cipreses y sauces llorones, que no encaja con el marco biológico o paisajístico en que se encuadran. Se construyen nuevas carreteras, tendidos eléctricos, aceras, etcétera, y aparecen los vertederos y basureros espontáneos, quedando irreconocible el lugar. A veces estas urbanizaciones piratas se construyen incluso en sitios de altísimo valor naturalístico, como ya ocurrió en las lagunas de Ruidera (donde existen edificaciones ilegales en el mismo borde del agua) o como estuvo a punto de pasar en todo el borde norte del monte de El Pardo.

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