Alfonso Guerra: "En el PSOE, la etiqueta de socialdemócrata no va a tener éxito ni en este ni en futuros congresos"
Declaraciones del vicepresidente del Gobierno a EL PAIS
"Hay mucho mito en eso de que yo he sido siempre el hilo conductor, desde la sombra, de los congresos del partido". Alfonso Guerra, vicesecretario general del PSOE y vicepresidente del Gobierno, está seguro de que, "salga quien salga, se dirá que la nueva ejecutiva del partido socialista la he hecho yo. Y yo todavía no he movido ningún hilo, no sé por dónde van a ir las cosas, aunque tengo muy claro que, si voy a estar en la próxima ejecutiva, tendré que sentirme cómodo en ella, porque, si no, no estaré".
, Menos de una semana antes de que dé comienzo el 30º congreso federal de su partido, primero que los socialistas celebran estando en el poder, Guerra minimiza la importancia de su actividad en la preparación de actos anteriores similares y se muestra tranquilo ante el desarrollo de las sesiones que comienzan el próximo jueves: el 30º congreso, dice, estará "a medio camino" entre la movida del 28º y la tranquilidad del 29º.
Pregunta. ¿Qué posibilidades tiene el PSOE de convertirse, a raíz de este congreso, primero que celebra estando en el poder, en un partido socialdemócrata de corte europeo, adaptado a los años noventa? A través de los documentos de trabajo y debate que se han hecho públicos, no parece que esto se plantee como un tema fundamental del congreso.
Respuesta. El partido ha pasado por diferentes crisis de adaptación, la más conocida, entre las últimas, tuvo su expresión en el 28º congreso, en mayo de 1979; era la crisis del tránsito de un partido que no había sido legal a otro legal. Hay que tener en cuenta que la inmensa mayoría de los delegados que asisten a aquel congreso es la primera vez en su vida que van a un acto semejante. Actualmente se da otra adaptación necesaria: la de un partido que estaba en la oposición y ahora está en el Gobierno. También hay que tener en cuenta que un número importante de delegados a este congreso comenzó a militar después de la muerte de Franco. Entre la muerte de Franco y la recuperación de la democracia hay un número importante de personas que acuden al partido y hoy son muy representativas en el PSOE. Gran número de éstos son delegados al 30º congreso. Quiere decirse que ese tránsito se tiene que dar también ahora, lo cual no significa que se tenga que producir una equiparación mecánica con los partidos socialistas europeos; mi impresión es que en el Partido Socialista Obrero Español el etiquetaje socialdemócrata no va a tener éxito ni en éste ni en futuros congresos. Y ello por muchas razones: en España, como en toda Europa, la creación del partido estuvo muy ligada al sentimiento de dignidad personal. Era el momento de las grandes masas proletarias que se organizan. Eso en Europa se va perdiendo paulatinamente durante el siglo XX, y en España no, porque existe un corte de casi medio siglo. Aún hay, por tanto, una ligazón sentimental tremenda con aquella situación. Todavía se dan pueblos donde, si se quita la televisión, el colectivo social es el mismo que hace 70 años. Por todo ello, a mi juicio, las voces que piden hacer del PSOE un partido socialdemócrata no van a ser nunca las conductoras del partido.
P. ¿Qué le hace falta al PSOE para ser ese partido moderno que se necesita en los años noventa?
R. Le hacen falta muchas cosa!, y no todas dependen en exclusiva de él. Dependen del cambio en la sociedad española. Las generaciones que hoy dirigen todos los sectores de la vida social, que tienen entre 40 y 50 años, han coincidido en su propia vida con la radio de galena, con la televisión y con el ordenador personal. Casi se ha hecho compatible el que las cabras pasten entre los rascacielos con los ordenadores en las empresas. Esta sociedad española tiene que hacer ese tremendo cambio de apertura hacia lo que yo llamo nuevas tecnologías, y ésa es una de las cosas que más me van a interesar a mí en el futuro en cuanto al trabajo que haga el partido. Yo quisiera que, a partir de este congreso, el PSOE se ocupara mucho de la visión de una sociedad que tiene que entrar en un componente de nuevas tecnologías. Todos esos cambios los tiene que hacer el partido, pero no los puede hacer separándose de la sociedad. Mi punto de vista es que el partido de vanguardia es un concepto que está absolutamente terminado.
P. ¿Comparte la crítica que se hace al PSOE de no haber sabido adaptarse a las necesidades de la sociedad, a lo que se reclamaba de él en los dos últimos años, habiéndose volcado casi exclusivamente en las tareas de apoyo al Gobierno y olvidando, en cambio, otras metas?
R. Ésa es una crítica absolutamente ajustada a la realidad, pero que si se utiliza contra el partido se convierte en totalmente injusta. Porque es muy gracioso que sectores que negaban el pan y la sal a partidos que eran ilegales, al cabo de cinco años de ser legales, les exijan que sean capaces de la omnicomprensión de todo y la ejecución de todo -me estoy refiriendo a sectores conservadores, lógicamente- Hay que tener en cuenta que, entre el año 1977 y el 1979, en España se improvisan más de 100.000 puestos políticos entre personas que no habían ejercitado la vida política, porque antes no había posibilidad de hacerlo. Para colmo, para ocupar todos esos puestos de responsabilidad hay que echar mano de casi todo el mundo. Cuando nosotros hacemos el 27º congreso estamos en diciembre de 1976, a unos meses de las primeras elecciones. Entonces teníamos controlados a 7.000 militantes. A los muy pocos años tenemos la inmensa mayoría de los alcaldes, diputaciones, comunidades autónomas, diputados, senadores, Gobierno de la nación... Es justo el análisis, la crítica, de decir que estamos ocupados en la vida institucional; convertir eso en un arma arrojadiza contra el partido es completamente injusto, porque hoy en España no hay, desde el punto de vista político, una vertebración que no sea la que representa el PSOE. ¿Que la gente está volcada en el trabajo institucional? No me cabe duda. ¿Que no debiera estarlo? No me cabe la menor duda. ¿Es posible hacerlo? Muy gradualmente, si no queremos que este país se quede sin un soporte vertebrador. Porque nosotros tenemos muchos cargos de poder, muchos cargos públicos, pero, en un análisis serio, vemos que no tenemos todo el poder, que somos unos intrusos, que, con el solo acto de sentarnos en el Gobierno, hemos roto el cristal de la copa, de una copa que se mantenía inmaculada siempre para los mismos.
P. ¿Cuáles son, en definitiva, los cambios más urgentes ante este 30º congreso? ¿Qué áreas son las más necesitadas de retoque?
R. En principio, lo más importante del congreso será el día siguiente del congreso. Pero, claro, hay cuestiones que son importantes, como la necesidad de modificar de una vez la mentalidad de la organización respecto a que estamos en el Gobierno, no en la oposición. Después, el equipo de dirección que vaya a surgir del congreso tiene gran importancia en este momento. Ojalá consiguiéramos un equipo que fuese capaz de poner en marcha una dinámica nueva en la organización, dirigida, por una parte, a hacer una labor didáctica que explique qué están haciendo los socialistas desde sus distintos niveles de poder, y, por otra, hacia una movilización social, hacia la creación de una mayoría que esté apoyando los cambios sociales que se puedan operar desde el Gobierno. Para eso hace falta una renovación, a mi juicio importante, dentro de la dirección del partido. Las direcciones de los partidos tienen tendencia a incrementar su número para resolver los conflictos sectoriales, territoriales, y ésa es una mala política.
P. ¿Qué consecuencias se pueden derivar de los debates sobre la permanencia de España en la OTAN y las pautas económicas, que sin duda afectarán, por elevación, no sólo a la crítica a la gestión de la ejecutiva del partido, sino también a la del Gobierno?
R. La crítica que se puede hacer a la comisión ejecutiva, que es lo que teóricamente hay que hacer, es muy difícil desligarla de una acción de gobierno del mismo partido, cuando incluso hay personas en el Gobierno que han estado al tiempo en la ejecutiva. Por los precedentes que conozco de los países europeos, sé que es muy complicado separar una cosa de otra. Pero o se hace una crítica de absoluta globalidad, y entonces es muy dificil criticar a la comisión ejecutiva, porque, globalmente, el partido nunca ha estado mejor que ahora, o se hace una crítica sectorializada. En este caso, esos dos problemas que usted ha señalado son, sin duda, dos temas bastante estelares en el congreso. En cuanto a la OTAN, hay un sector importante que en sus agrupaciones ha votado una actitud, y otro sector también importante que ha votado otra actitud diferente; eso se va a confrontar en el congreso, con resultados, a mi juicio, todavía inciertos. Ojalá que el debate sea serio, sin demagogias pro y anti. El otro tema, el de la política económica, es el que ha merecido mayor número de enmiendas a la ponencia de síntesis; ahí, claro, está el disgusto de un partido que no sólo en sus principios, sino en su corazón, tiene la mejora de la clase trabajadora casi como su principal capital. Entonces, el partido se encuentra con choques diarios, como es el de que, para mantener puestos de trabajo, el Gobierno tiene que destruir otros. Ahí hay un choque, y eso se va a reflejar en la crítica a la política económica del Gobierno y en las orientaciones que, probablemente, irán en el sentido de una mayor sensibilidad social en la política económica del partido.
P. Volviendo al tema de la OTAN, ¿puede llegarse a una situación dramática, en la que el secretario general del partido repita lo que hizo en el 28º congreso, es decir, poner su cargo a disposición?
R. El planteamiento hipotético ya lo está haciendo usted, no lo tengo que hacer yo. ¿Qué puede ocurrir si el congreso adopta una posición que no sea la que el presidente del Gobierno manifestó en el Congreso de los Diputados? Pero si no se da una contraposición radical, sino sólo una diferenciación de posturas, el tema no es tan dramático: tenemos que acostumbrarnos aquí a que las orientaciones políticas que da un partido tienen que ser seguidas por el Gobierno, pero eso no quiere decir que las medidas que aplica un Gobierno las dicte el partido, especialmente si se trata de una cosa diferente, pero no contraria, si no se trata de oponer blanco contra negro. Hay, además, decisiones que adopta el partido que está gobernando que se aplican después en función de las posibilidades; por ejemplo, en algunas cuestiones económicas.
P. Refiriéndonos ahora al tema económico, ¿hasta qué punto puede influir este congreso en medidas posteriores del Gobierno, como determinados reajustes en el equipo ministerial, tratando así de satisfacer a algunos sectores que puedan estar descontentos?
R. En política, todos los acontecimientos tienen influencia sobre otros. Pero yo no ligo en absoluto los resultados del congreso con un reajuste en el Gobierno. Me parece que más bien podría llegar a ser un camino de inversión de las cosas. Recuerdo, por ejemplo, que aquellos cuatro ministros a los que el Grupo Popular quiso reprobar en el debate sobre el estado de la nación fueron, allí mismo, confirmados por el presidente. Anecdóticamente, fueron los mismos que acudieron a Zaragoza a recibir al Papa. Una cosa parecida puede ocurrir si un congreso del partido pone las cosas tan claras como para decir a quién debe o no cambiarse. Lo que pasa es que, sin determinar ni condicionar, es claro que el congreso ejerce cierta influencia.
P. En el congreso hay una corriente no escrita, teóricamente no existente, pero que puede tener una gran influencia. Me refiero al sindicato UGT. ¿Qué peso puede tener en el desarrollo del congreso esta corriente en general y la voz de Nicolás Redondo en particular?
R. Yo no creo que exista una corriente sindical en el seno del partido; no lo creo y me baso en el conocimiento del partido y de UGT durante muchos años, e incluso en la posibilidad que he tenido de conversar de estas cosas con dirigentes de la UGT, concretamente con Nicolás- Redondo. En algunas provincias, en la marcha del proceso congresual, algunos miembros de UGT hablaron de la necesidad de establecer una especie de cupos en las listas. Yo lo hablé con el secretario general de UGT, quien me dijo que no sólo no le parecía conveniente, sino que lo desautorizaba por completo.
P. Pero ¿qué consecuencias puede tener esa voz, claramente discordante desde hace meses con la política de la ejecutiva del partido, en el desarrollo del congreso?
R. Yo no sé qué interpretación se puede dar a esa frase de que es una posición claramente discordante. Desde luego, discrepar dentro de la comisión ejecutiva del partido es bastante frecuente, y las discusiones son a veces bastante duras, dialécticamente hablando. Nicolás Redondo es un hombre de una clara entrega a la organización y que merece un respeto extraordinario. Otra cosa son los votos: los votos no se pueden inventar, Redondo viene como cabeza de la delegación vasca, pero nada más.
P. ¿Existe un riesgo de ucedización del PSOE, en base a los intentos de algunos de los llamados barones regionales por incrementar sus cuotas de influencia en el partido?
R. No lo creo. Sí existe un riesgo de cierto incremento de protagonismo de esos que llaman barones, riesgo que sería serio si se lleva a un punto muy agudo. Pero nunca puede desembocar ese riesgo en lo que ocurrió en UCD. Hay un depósito de sentido común en el partido, que no depende de los dirigentes, sino de algo más abstracto, de la historia, de las ideas que suministraron los que fundaron el partido, incluso de la cantidad de mártires que el partido ha tenido en su historia. Eso crea un sustrato que hace muy difícil pasar por encima de él. El partido tiene un depósito de sentido común. Más de lo que nos pasó en el 28º congreso no nos va a pasar nunca, y allí quedó muy claro que quienes tenían la posibilidad de coger el relevo no pudieron hacerlo.
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