La profunda amargura de Abu Amar
Abu Amar (nombre de guerra de Yasir Arafat) manifestó a última hora del martes su intención de renunciar a su cargo de presidente del Comité Ejecutivo de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). Lo hizo en una reunión a puerta cerrada de la comisión política del Consejo Nacional Palestino (CNP, Parlamento en el exilio), en la que debía debatirse su controvertido viaje de diciembre de 1983 a Egipto, el único país árabe que mantiene relaciones diplomáticas con Israel.Lejos de hablar de entrada de su visita a El Cairo, Arafat monopolizó la palabra ante la principal comisión del CNP para expresar su "profunda amargura" por las críticas proferidas por los árabes contra su persona desde que, cuando acabó en 1982 el sitio de Beirut por el Ejército israelí, zarpó rumbo a Grecia, en vez de dirigirse a "su protectora" Siria.
"Entonces empezó todo", prosiguió al justificar su encuentro con el presidente egipcio, Hosni Mubarak, "y después me echaron en cara mi desplazamiento a El Cairo cuando salí de Trípoli, al acabar el cerco al que me sometieron los disidentes palestinos. A lo largo del sitio, sin embargo, Egipto me respaldó incondicionalmente, mientras Siria atizaba a los disidentes".
"Frecuentemente", reconoció, "me hago preguntas sobre mis opciones, pongo en tela de juicio la corrección de mis orientaciones. Deseo", concluyó en tono patético antes de anunciar su dimisión, "volver a ser un soldado raso de la revolución palestina".
Con este gesto dramático, el que es presidente desde hace 15 años de la OLP ha querido legitimar su liderazgo al frente del más poderoso movimiento de liberación del Tercer Mundo, al mismo tiempo que las calurosas manifestaciones de apoyo a su persona -a veces minuciosamente organizadas, pero a veces espontáneas- constituían una especie de desagravio público tras los ataques verbales y físicos sufridos por parte de sus "hermanos árabes y palestinos".
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