'Mestre'
Mestre Foix, Focius, el poeta J. V. Foix -éste es el nombre del poeta, no Josep Vicenç, que corresponde al de su personalidad civil estricta-este anciano pulcro y elegante tiene una mirada clara, fría e inteligente. Su cuello baila un poco en el de la camisa blanca y con su rostro noble y envejecido, de ojillos vivaces, podría evocar vagamente a una tortuga sagrada, en cuya concha estuviera grabada la escritura de algún dios.Jamás concede entrevistas y tiene fama de hombre hermético y aislado. Pero no es cierto. Su casa acoge las visitas más diversas, y el poeta trata con idéntica amabilidad al estudiante de COU que desea conocerle, o a su vecino de Sarriá. Sus ojos no consiguen leer si no es con ayuda de una gran lupa y a costa de mucho esfuerzo y cansancio, y por eso agradece las visitas, principalmente la de quienes le leen los diarios y algunos libros. En ese comedor, que fue moderno hace algunos decenios, se reúnen pequeñas tertulias, en las que mestre Foix no habla mucho. Pero cuando habla demuestra su perfecto conocimiento de las noticias del mundo, su buena información sobre los filósofos, los poetas y los artistas plásticos del día.
J. V. Foix permanece largos ratos en silencio, como ausente, hundido en su sillón, del que se levanta por sí sólo, aferrándose como una hiedra en una pata de la mesa del comedor. Lleva su ancianidad con una dignidad absoluta, en perfecta continuidad con la dignidad que ha conseguido imprimir a toda su vida. Cuando rompe el silencio su interlocutor puede llegar a olvidar la edad de ese hombre. Es todavía absolutamente moderno. Sus ideas y gustos en arte son propios de un hombre joven, enamorado de lo nuevo como de lo viejo. Sus ideas políticas y sociales, en cambio, son clara y honestamente conservadoras, si no reaccionarias. Pero a la vez, dotadas de la fuerza que proporciona una visión distanciada y a la vez exigente del mundo. Piensa, por ejemplo, que el 80 por ciento de la población catalana era ya franquista antes que los franquistILs ocuparan Cataluña. No cree que las responsabdidades del desastre sean atribuibles a ninguna ideolo gía, y utiliza la imagen de un queso podrido, cuyas porciones serían los distintos partidos y bandos. Asegura que, aunque nadie lo diga, los falangistas y los anarquistas asesinaban con listas abiertas en la mano.
Clamor de una obra
Al terminar la guerra, ya dentro del prolongado silencio en que se sumió su obra, parece que se le ofreció la dirección de una revista falangista. J. V. Foix debió acceder, con la única condición no aceptada de que fuera escrita en catalán. Ahora en su último silencio, que coincide con el estallido del clamor por una obra que crece sola, sólo lamenta no poder escribir.
Pero mestre Foix no ha cesado de producir imágenes, fulgores oníricos, poesía en fin. En los últimos tiempos ha dictado algunos de los arranques de poema surgidos en la niebla del sueño. La lectura que realizó en la universidad de Barcelona estaba compuesta por esas frases largas, títulos de poema, ideas que sin el rigor y la autoexigencia de Foix habrían llegado a ser enteras piezas poéticas.
Se le podría comparar, por muchos conceptos, con Borges, pero sería injusto para ambos, absolutamente únicos e incomparables.
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