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Como una sombra blanca

La frágil figura del poeta Juan Gil-Albert preside como una sombra blanca todos los actos del homenaje que estos días se le dedica en Madrid. Pero una sombra que es una enérgica presencia en cuanto se pronuncia. En la mesa redonda sobre el tema Clasicismo y modernidad su intervención fue breve, distendida, irónica y tajante. Su presencia en la inauguración de la exposición, el pasado jueves, fue más emotiva, más reflexiva y, al sobreponerse a los primeros momentos de nerviosismo , sus palabras fueron cobrando energía hasta concluir con la lectura de dos de sus mejores poemas.En la inauguración, Gil-Albert habló de su edad, del asombro de niño con el que escribía a los 70 años y de la gran emoción que le hacía sentir algo tan simple como las hierbas de España durante el tiempo de su exilio. A su regreso en 1947 su fuerza se concentró en el silencio de su exilio interior. Su obra practicamente inédita, y con pocas posibilidades de publicarse, fue creciendo como esas hierbas de España. Silvestre y enérgica sobrevive a su tiempo.

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El poeta Gil-Albert, calificado de clásico y moderno
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