Shultz pide "hechos concretos" a Moscú sobre la prohibición de pruebas nucleares
La confirmación de Ronald Reagan para un segundo mandato en la presidencia de Estados Unidos abre nuevas perspectivas para la reanudación del diálogo entre las dos superpotencias, Estados Unidos y la Unión Soviética. Además de las ofertas de Reagan, expresadas en su conferencia de prensa del pasado miércoles, en Los Angeles, el secretario del Departamento de Estado, George Shultz, anunció ayer en Washington que EE UU espera que los soviéticos presenten "hechos concretos" en materia de prohibición de pruebas de nuevas amas nucleares, propuestas sobre la Conferencia de Desarme Europeo, así como la reanudación de negociaciones para un control de armamento nuclear.
El capítulo de las relaciones con la URSS ha sido un asunto destacado en todas las reacciones de altos miembros de la Administración Reagan -incluido el propio presidente- a la hora de definir prioridades para la segunda Administración del equipo Reagan-Bush. Y ese cambio de óptica, al menos dialéctico, resulta significativo a la hora de vislumbrar las futuras relaciones entre Washington y Moscú. Se ha pasado de calificar a la URSS de "imperio diabólico", como dijo Reagan a mitad de su primer mandato, a valorar la situación con mayor flexibilidad y pragmatismo, ofreciendo bases para el diálogo, y recordando la necesidad de un encuentro en la cumbre entre Reagan y el primer dirigente soviético, Konstantin Chernenko.Las fórmulas de oferta de la Administración Reagan a Moscú se centran inicialmente en tres sectores, según declaraciones del secretario del Departamento de Estado, George Shultz, al diario The Washington Post, el mismo que hace tres semanas publicó la primera entrevista en exclusiva con el líder soviético Chernenko.
Para Estados Unidos, según George Shultz, hay que avanzar en "hechos concretos", con una serie de pasos progresivos. En materia de tratados para la limitación de pruebas nucleares subterráneas -firmados entre Estados Unidos y la Unión Soviética- en 1974 y 1976, pero pendiente de ratificación por parte del Senado de EE UU-, Shultz sitúa como prioridad el que la URSS acepte la presencia recíproca de observadores para poder limitar la magnitud exacta de las pruebas.
Los norteamericanos consideran clave la presencia de expertos en las pruebas nucleares subterráneas. Shultz recuerda, en su entrevista con el Post, que hay negociaciones diplomáticas sobre el asunto, iniciadas por los habituales canales diplomáticos después de la entrevista celebrada a finales del pasado mes de septiembre en Washington entre el presidente Ronald Reagan y el ministro soviético de Asuntos Exteriores, Andrei Gromiko.
Misiles ofensivos y defensivos
En la misma línea de los hechos concretos que EE UU espera de la URSS, Shultz propone que los soviéticos deben aceptar el principio de diálogo y negociación, antes de determinar un eventual tratado para una moratoria en materia de futuras armas espaciales. Uno de los nuevos tipos de armamentos que la Administración Reagan tiene en su agenda es la fabricación de satélites antimisiles, lo que provoca reacciones en Moscú contra la futura militarización nuclear del espacio.Por otra tarde, Shultz recuerda que EE UU y la URSS deben iniciar negociaciones en los temas de armas nucleares, tanto en el sector de misiles defensivos como misiles ofensivos. Cabe recordar que, desde últimos del pasado año, los soviéticos decidieron abandonar la mesa de negociaciones, en Ginebra, como símbolo de protesta, por el comienzo del despliegue en los países de la OTAN de los nuevos euromisiles (Pershing 2 y Cruise), que debían dar réplica a los misiles soviéticos SS-20.
Shultz, una de las figuras más destacadas de la Administración Reagan en asuntos de relaciones exteriores, y relativamente moderado en comparación con otros altos cargos (como el secretario de Defensa, Caspar Weinberger, o la embajadora ante la ONU, Jeanne Kirkpatrick) evitó pronunciarse en la entrevista del Post sobre si continuará o no ocupando el cargo de secretario de Estado en la segunda Administración Reagan. Hay varias hipótesis según las cuales Shultz, cansado y un tanto frustrado por la influencia de los duros en el clan Reagan, podría renunciar a su puesto.
"Tengo una agenda de trabajo muy cargada", se limitó a contestar Shultz, desmintiendo al mismo tiempo que hubiera diferencias dentro del equipo de Reagan, o que debería nombrarse una especie de zar dentro de la Administración Reagan para que coordinara todos los temas de negociación de armamento con la Unión Soviética.
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