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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Proyecto de esperpento fragmentado

¿Qué he hecho yo para merecer esto?

Guión y dirección: Pedro Almodóvar. Fotografía: Ángel Luis Fernández. Música: Bernardo Bonezzi y canciones de Miguel Molina y Zarah Leander. Intérpretes: Carmen Maura, Luis Hostalol, Gonzalo Suárez, Verónica Forqué, Chus Lampreave, Amparo S. Leal, Emilio G. Caba. Comedia. Española, 1984.

Locales de estreno: Proyecciones, Azul.

Las burlas que ofrece esta película sobre la cotidiana vida de un ama de casa anfetamínica son, sin duda, sorprendentes. Aburrida de su monotonía, se fascina con el mundo del kárate, con la libertad de su vecina prostituta, con el desparpajo de sus hijos, tanto por el que se acuesta con los padres de sus amigos como por el que trafica con heroína, incluso con sus propios sueños; al tiempo, odia al marido, a la abuela y a cuantos la obligan a seguir día a día con el cumplimiento de sus obligaciones.

Por azar mata al marido, y comienza para ella una nueva vida... o quizá no: la película sólo bromea buscando la paradoja, el juego de referencias al folletín, a la novela rosa. No hay rigor. En ese sentido, ¿Qué he hecho yo para merecer esto? adolece de los mismos problemas de otras películas del autor: el afán por reunir en una sola película los detalles que pueblan su mundo personal, aunque no logren, finalmente, una estructuración dramática afortunada.

En este filme se hace evidente tal intento de alargar la idea original, aunque ello no conduzca a sitio alguno de interés: a la historia de esa ama de casa (que interpreta Carmen Maura con su habitual sentido del humor) se añade otra, que la interrumpe de continuo, sin llegar a buen puerto. Es la que interpretan Gonzalo Suárez (de nuevo como actor), Amparo Soler Leal y Katia Loritz: un estrambote intercalado e innecesario que no clarifica el resto del filme. Y como otros pasajes de la misma película (la niña con dotes extrasensoriales, la canción que interpreta, con voz de Miguel de Molina, el propio Almodóvar, o las experiencias sexuales de Verónica Forqué) son también añadidos o, al menos, momentos que se distancian de la primitiva oferta de colocar boca abajo la estética neorrealista, el filme se reduce a una sucesión inconexa de situaciones que aisladamente ofrecen motivos de risa, pero que, en conjunto, se reducen a una desperdigada vocación para el juego. Se puede echar de menos algo más de convulsión, es decir, que la historia de ese ama de casa llegara al fondo de su planteamiento, porque en ella se encuentra la posibilidad corrosiva del filme.

Como en otras películas de Almodóvar, en ésta se ofrecen situaciones nada habituales en el cine que consumimos a diario. Ese es su acierto y su interés.

Pero precisamente el hecho de que pueda haber tan idénticas referencias a sus títulos anteriores (con excepción siempre de la que produjo la primera y más importante sorpresa, Pepi, Lupy, Bom y otras chicas del montón) lima en esta ocasión tan fervoroso aplauso. Sigue siendo un cineasta personal, pero de deficiente lenguaje cinematográfico. Una mejora en su capacidad narrativa, concibiendo los filmes con protagonismo de las imágenes y no sólo de las ideas verbales, probablemente convertirían el cine de Almodóvar en el de un cineasta marginal muy necesario en una cinematografía tan variopinta como la española.

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