El escándalo de la invalidez

De lamentable puede calificarse la invalidez que tenían los toros lidiados ayer en Zaragoza. El escándalo se producía apenas soltado el primer toro de la tarde. Derrengado, estaba de los cuartos traseros y así lo denunciaban por los tendidos públicos que sobrados de paciencia y buenos modales aguantaron toro a toro, una mulada inválida de proporciones preocupantes. Para la alternativa de Roberto Bermejo iba destinada la primera alhaja, que tras la tradicional ceremonia -toda su vida en pleno escándalo de protestas-, rodaba constantemente por la arena. Allí no se podía, ante tal circunstancia, hacer nada; sin embargo, el presidente en un alarde de, lucidez, tiró de generosidad y le regaló una oreja al joven torero.

La corrida inválida continuó y Dámaso González, que con su primero estuvo en plan pegapases, ante un toro que trotaba y se caía, caldeó al personal cuando con su segundo, que apenas se mantenía en pie, no sólo le aguantó, sino que tirando de repertorio, logró entretener, estando en todo momento por encima del astado.

Luego ya con el quinto de la tarde, que se le caía menos, tuvo que aguantarle cuatro peligrosas coladas por el pitón izquierdo. Estuvo valiente y decidido Ortega Cano y tras la espada se fue logrando una de las mejores estocadas de esta feria.

No estaría acertada la actuación de Roberto Bermejo con el que cerraba plaza. Toreando muy despegado, sin colocación y dejándose enganchar la muleta, no manifestó interés para el aficionado, que salió sin verle torear en definitiva.