Defensa del diccionario
Me han producido asombro dos cartas publicadas en EL PAÍS. En una de ellas se culpa al Diccionario de la Academia nada menos que de "imponer una normativa política y social", ser "contaminante ideológico", "expropiar el habla del pueblo", etcétera. ¡Casi mágicos los malévolos poderes del diccionario!; creo que tan bufas y esperpénticas afirmaciones no merecen, desde un punto de vista lingüístico, ni ser discutidas.En la segunda, las acusaciones son más graves, por venir firmadas por una lingüista que quiere acabar con el machismo por el simple procedimiento de borrar del diccionario "palabras machistas" (si así se consiguiese algo, muchos estaríamos dispuestos a borrarlas). Me parece demasiado pretenciosa su actitud de declararse portavoz "de las mujeres, que constituimos el 52% de la humanidad", para decir que la palabra "hombre" (como designación válida para toda la humanidad) "provoca una mayor ocultación o silenciamiento de la mujer", y propone, simplemente borrarlas del diccionario. A poca historia de la lengua que conozca ha de saber, que "hombre" deriva de "hominem", acusativo latino de "homo", nombre genérico, opueslo tanto a "vir" como a "femina"; es la misma oposición que sigue existiendo en castellano entre Hombre = varón y hombre = sin marca de género y significante válido para todo el género humano.
Creo que estas personas se han equivocado en el blanco de sus críticas: deberían dirigirlas contra la sociedad opresora o machista, y no contra el diccionario.
Por otra parte, el diccionario puede ser criticado en algunos puntos; lo que es indiscutible es el mérito de nuestros académicos, que deben trabajar con exiguos medios sin que frecuentemente, se reconozca su labor.
Lo que todos debemos aprender -ese es el problema- es a conocer y a querer nuestra lengua, a defenderla de la absurda infidelidad que contra ella profesan algunos, de sus hablantes.- Lingüista. .
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