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Reportaje:La Escuela de las Américas busca nueva sede

Más de 45,000 oficiales de América Latina han desfilado en 38 años por el 'templo del saber militar' norteamericano

Construido sobre un terreno de 1.400 acres, Fuerte Gulick tiene el aire de un campus universitario venido a menos. Podría ser también un hospital en decadencia, ya que ése fue su primer destino. Una batería antiaérea, dos cañoncitos, y una extraña siembra de siluetas humanas sobre un cuidado césped revelan el carácter militar de esta instalación, donde ha funcionado desde 1949 la Escuela de las Américas (US Army School of the Americas), una academia castrense en la que el Ejército de Estados Unidos enseña a oficiales latinoamericanos su doctrina y sus técnicas.El director, coronel Michael Sierra, un chicano nacido hace 43 años en San Antonio (Texas), varias veces condecorado en la guerra de Vietnam, no vacila en calificar este centro como "un templo del saber militar". Su rasgo distintivo es que desde 1956 asumió el español como idioma único y que incorporó instructores latinoamericanos a su claustro en una proporción del 40% sobre un total de 180, entre Oficiales y suboficiales.

Amistades sin precio

Fuera de las aulas, el inglés sigue, sin embargo, invadiéndolo todo. La calle principal se llama Blackford Road; las señales de tráfico dicen speed limit, la última película que se exhibe en un teatro con más de mil asientos se titula Top secret, y por doquier surgen carteles de night club, bowling, snack bar y swmming pool. Por supuesto, no hay campos de fútbol (soccer, en la terminología deportiva norteamericana), pero sí de béisbol.

El mantenimiento de la academia durante 38 años leha costado al contribuyente de Estados Unidos algo menos de 300 millones de dólares (unos 5 1.000 millones de pesetas), una productiva inversión, ya que, en palabras del coronel Andreacchio, ha permitido difundir las doctrinas militares norteamericanas y cultivar amistades duraderas. "Esto es un beneficio intangible, al que no se puede poner precio".

Esas amistades cimentan con frecuencia las relaciones políticomilitares de América Latina, una vez que los estudiantes ocupan posiciones influyentes".

Primero, en Fuerte Amador (hasta 1949), y luego, en Fuerte Gulick, la Escuela de Ias Américas nació como centro de adiestramiento para oficiales estadounidenses acantonados en el canal de Panamá, pero los responsables del Pentágono descubrieron pronto la capacidad de proselitismo que tendría un centro dedicado sólo a los ejércitos latinoamenicanos y con el español como idioma académico.

Entre los objetivos del plan docente, explicados en una publicación oficial, figuran los siguientes: Promover un ambiente de armonía entre militares de Estados Unidos y de otros países, fomentar una mejor comprensión de Estados Unidos, promover la política exterior, la seguridad y el bienestar de Estados Unidos.

Robert McNamara, secretario de Defensa en la Administración de John F. Kennedy, manifestaría años después que la Escuela de las Américas tiene un valor inapreciable para la política de Estados Unidos. "Los líderes militares son líderes emergentes en sus respectivas naciones. La amistad con este tipo de elementos no tiene precio para la unión americana".

Esta penetración, a veces inconsciente, pero siempre real, fue explicada por un ex alumno, el capitán boliviano Arturo Maontavo, ante el segundo Tribunal Russell, que juzgaba la represión en América Latina: "La fase decisiva de la formación del oficial se efectúa fuera del territorio nacional, bajo otras banderas. El solo hecho de llegar, a un centro militar como Fuerte Gulick constituye un impacto: surge un natural aprecio y admiración hacia quienes nos reciben como hermanos, y se favorece una relación entre oficiales de varios países para ir creando antecedentes que en futuras circunstancias contribuirán a coordinar los mecanismos hemisféricos que han impuesto los norteamericanos".

Clausura no definitiva

El pasado viernes se clausurá la escuela en su último asentamiento de Fuerte Gulick. "Pero no significa el cierre definitivo. El general Fred Woerner, comandante de la brigada 193, con sede en el canal de Panamá, dijo en la ceremonia de despedida que ya en el pasado la escuela cambió de nombre y lugar, pero "se mantuvieron inalterables su espíritu y objetivos. Así es también ahora. Hemos elaborado planes para continuar la tradición de la Escuela de lal Américas en otro sitio". A título de conclusión, agregó: "En colaboración con nuestros aliados, continuaremos manteniendo la libertad e independencia de este continente".

Un total de 45.331 oficiales latinoamericanos pasaron por sus aulas, a un costo que ni siquiera iguala a la ayuda económica presupuestada el próximo año para El Salvador. Se trata, sin duda, de la operación político-militar más barata de cuantas haya emprendido el Pentágono. El país con mayor número de graduados sigue siendo Nicaragua, con 4.693, a pesar de que nadie se matricula desde el triunfo sandinista. Le siguen Colombia (4.593), Panamá (4.202) y El Salvador (3.967, de ellos ' 3.075 en los últimos cinco años). La Cuba precastrista tuvo también más de 900 alumnos.

En la galería de estudiantes ilustres hay no pocos ministros de Defensa, comandantes de ejército, jefes de Estado Mayor y una selecta lista de presidentes golpistas: Hugo Bánzer, Leopoldo Galtieri, Policarpo Paz, Guillermo Rodríguez Lara, Juan Velasco Alvarado y Omar Torrijos. La presencia de estos dos últimos, que, aunque llegaron al poder por la vía de las armas, desarrollaron luego políticas incómodas para Estados Unidos, sirve al coronel Sierra para demostrar que la escuela no defiende una determinada opción política. Rechaza de plano la acusación frecuente de que la Escuela de las Américas, ha sido fábrica de dictadores. "Quienes dicen eso no entienden lo que aquí ocurre. Nosotros damos cursos profesionales. De un total de 22, sólo unos pocos están dedicados a contrainsurgencia, establecidos a petición de los propios países. Que luego algunos se hayan convertido en dictadores no es culpa de la escuela, sino de lo que sucedió en sus respectivos países. A Torrijos nadie le quitó aquí las ideas nacionalistas que ya traía".

Bill Armsbee, un civil que trabaja como relaciones públicas de la Brigada 193, se encarga de cuidar, en este sentido, la imagen de, la institución, desmintiendo que hayan pasado por sus aulas generales como Pinochet ("hubo otro Sergio Pinochet, que nada tenía que ver"), Stroessner ("es demasiado mayor para haber pasado por aquí") y Anastasio Somoza ("se graduó en la academia de West Point").

Exigencias geopolíticas

En sus 38 años de vida, la academia ha modificado sus cursos en función de las exigencias geopolíticas de cada momento. La victoria de Fidel Castro, en 1959, llevó a primar los cursos de contrainsurgencia, operaciones especiales e inteligencia.

Los conflictos centroamericanos han acentuado aún más esta tendencia en los últimos años. Un instructor explica: "Nos abstenemos de política hasta donde es posible". Pero, a veces, los textos escolares parecen decir otra cosa. En el curso 1947, después de ilustrar sobre los elementos insurgentes que existen en la sociedad, un texto señaló que la subversión no es necesariamente armada, ya que se manifiesta en forma de movilizaciones, huelgas, aplicación de ciencias sociales comprometidas, infiltración en escuelas y universidades. Todos estos mecanismos se toman cada vez más sutiles, y el peligro se cierne sobre nosotros y nuestros seres más queridos. Tenemos una grave responsabilidad sobre nuestros hombros, la de combatir contra un enemigo que no se puede reconocer ni saber cuándo dará su golpe. Por eso hay que estar prevenidos para contrastar sus acciones o tomar la ofensiva en caso necesario".

El enemigo común es, no hay que decirlo, el comunismo. Nada de esto impide al coronel Sierra negar que Estados Unidos apoye a

Más de 45.000 oficiales de América Latina han desfilado en 38 años por el 'templo del saber militar' norteamericano

los dictadores ("Si alguien llega al poder, hay que hablar con él para no perder influencia"). Se declara miembro de un Ejército "que por muchos años ha estado subordinado al poder civil y que no está por los golpes de Estado".Sobre el programa que desarrolla la escuela en función de los intereses de cada Administración hay un dato revelador. Desde abril de 1980 hasta enero del siguiente año, bajo mandato de James Carter, el Ejército salvadoreño realizó siete cursos, seis de ellos sobre "aspectos de los derechos humanos para la defensa interna y el desarrollo".

Desde la llegada al poder de Ronald Reagan, ese título desapareció del temario para ser sustituido por cursos de patrullaje, inteligencia y reconocimiento.

El inestimable valor que la Escuela de las Américas tiene en el esquema político-militar de Estados Unidos ha inducido a Washington a mantenerla en funcionamiento, sin saber aún dónde. Los terrenos de Fuerte Gulick deben ser entregados a Panamá, que aún no sabe qué hacer con ellos, el próximo 1 de octubre, en virtud de los tratados Torrijos-Carter sobre el canal de Panamá.

Futuro emplazamiento

En septiembre del año pasado, el comandante en jefe de las fuerzas de defensa panameña, general Manuel Antonio Noriega, que realizó dos cursos de inteligencia en el centro, presentó en Caracas, durante una reunión de los jefes militares del continente, un borrador de acuerdo para que la Escuela de las Américas siguiera funcionando, con una administración compartida, en territorio nacional panameño. "Algo parecido a los acuerdos militares que hay con España", explica el coronel Sierra. Todo parecía indicar que sería así, pero el pasado mes de julio, con ocasión del tercer aniversario de la muerte de Torrijos, el presidente Jorge Illueca pidió el pleno cumplimiento del tratado en lo referente a la devolución de Fuerte Gulick, con evidente desagrado de los militares panameños, que han tenido al último subdirector hispano de la institución en la persona del coronel Ricardo Garibaldo.

Bill Ormsbee explica que han sido asuntos de política doméstica los que impidieron llegar a un acuerdo. El coronel Sierra añade que la negociación puede reabrirse aún con el nuevo Gobierno de Ricardo Ardito Barleta, un hombre cercano a Washington que ocupará la Presidencia el 11 de octubre. Por si no fructifican las conversaciones, ya se están estudiando cinco o seis sedes alternativas en Estados Unidos y América Central. El ecuatoriano capitán Ortiz, alumno más distinguido del último curso, dice que "si la escuela se traslada a Estados Unidos ya no será lo mismo, porque en Panamá es más latinoamericana".

La Prensa panameña ha sido escenario de una aguda polémica al respecto. Los empresarios han defendido la continuidad del centro porque aporta unos 20 millones de dólares anuales (unos 3.400 millones de pesetas) a la economía nacional y contribuye a aliviar el paro en la ciudad de Colón, donde supera ya el 30% de la población activa.

La mayoría de los partidos, incluidos los de la derecha, optaron por que la escuela se vaya a otra parte. Ricardo Arias, presidente de la Democracia Cristiana, nada sospechoso de ser antinorteamericano, es partidario del cierre, porque, si bien no está de acuerdo con el calificativo de fábrica de dictadores, tampoco "ha servido para inculcar la doctrina democrática a los militares". Entiende que, además, ha servido para "reforzar los nexos entre el Pentágono y la cúpula militar panameña, lo que deforma nuestra vida política".

El propio coronel Sierra acepta como algo natural que muchos panameños piensen que la presencia norteamericana se prolonga demasiado tiempo y deseen que se vayan a su país, "aunque otros nos han expresado también el deso de que nos quedemos".

Una vez decidida la continuidad, y por si finalmente no hubiera acuerdo con los panameños, el Ejército ha decidido llevarse hasta las pizarras. Las clases quedaron totalmente vacías, en espera de que llegasen los pintores para dar una capa de cal a los edificios. Los últimos fusiles M-16 fueron cargados el viernes pasado, poco antes de que se graduasen los últimos 139 candidatos salvadoreños y el coronel Sierra enfundase la bandera.

Nuevos mosqueteros

Con un galeón por escudo, como Colón, con la Cruz de Malta en la vela, y bajo el eslogan "Uno para todos y todos para uno", estos mosqueteros, que han cambiado el sable por la tecnología norteamericana de guerra, no están dispuestos a desaparecer. Seguirán ensayando en otra parte nuevas tácticas "para vencer al enemigo común".

En la ceremonia de clausura se citó a todos los países menos a Cuba, y no fue izada, sin que nadie pudiera explicarlo, la bandera de Nicaragua, aunque sí las de Chile y Guatemala, que no tienen acceso a los cursos por violaciones de los derechos humanos. Está claro quién es el enemigo.

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