El pasado remoto
Antes del verano se había anunciado una rentrée caliente. Los días transcurridos de septiembre han confirmado los pronósticos. En el tema OTAN, el calor lo han generado varias marejadas ideológicas: la pasión ha sustituido al análisis, la descalificación personal ha reemplazado la valoración de estrategias y, como suele ser moneda corriente -casi desde los comienzos mismos de la, gestión del Gobierno socialista, el ministro de Asuntos Exteriores, Fernando Morán, ha polarizado en torno a sí las más duras invectivas registradas contra un miembro del Gobierno en los últimos meses.Estas líneas tienen un propósito informativo y analítico. Idealmente, el autor desearía que correspondiesen al estilo en el que, quizá, un académico contratado por el Centre d'Analyse et Prévision del Quai d'Orsay, por el Planungsstab del Ministerio de Asuntos Exteriores de Bonn o por el viejo Departamento de Investigación del Foreign Office podría perfilar unas cuartillas para explicar someramente a la dirección política de los departamentos respectivos algunos de los parámetros que configuran el tema OTAN en la España actual.
Hechos
El autor se apresura a señalar que no tiene acceso a los trabajos de tales unidades administrativas extranjeras, aunque la experiencia de la investigación en archivos británicos y alemanes le haya familiarizado algo con la labor de sus antecesores. En el mejor de los casos, los ejercicios de análisis entonces realizados solían descomponerse en tres partes: a) hechos; b) consecuencias; c) evaluación. Este informe-ficción en tres artículos adopta conscientemente un estilo frío y telegráfico y mantendrá la triple línea diferenciadora que agradecería, a buen seguro, una superioridad imaginaria.
La decisión del último Gobierno de UCD de incorporar a España al Tratado del Atlántico Norte abrió una profunda fisura en las fuerzas políticas y en la opinión pública españolas. Dicha fisura fue ampliándose con el paso del tiempo y dicotomizó las posturas en presencia.
A un lado, la izquierda se pronunció rápida y previsiblernente en contra de la adhesión, en tanto que el centro y la derecha apoyaron la postura del Ejecutivo. Los debates parlamentarios, no pusieron en claro los propósitos últimos de éste, y en la comparación internacional no resultaron particularmente instructivos.
Los esfuerzos de ciertos sectores del Gobierno por dar a la luz un Libro Blanco sobre la cuestión fueron baldíos. El grupo de trabajo constituido al efecto, con representantes de los ministerios de Asuntos Exteriores, Defensa y Presidencia, preparó un borrador cuya evolución ulterior fue bloqueada. Estudios preliminares realizados en el palacio de Santa Cruz se encerraron en. una caja fuerte y tuvieron una difusión limitadísima, incluso dentro de la propia burocracia especializada. En el Ministerio de Defensa ocurrió, al parecer, algo análogo.
La decisión del Gobierno de ingresar en la OTAN hubo de recurrir, pues, en gran medida, a coberturas ideológicas. Las más confesables de entre ellas se esgrimieron en el debate parlamentario. No convencieron a la oposición. Otras explicaciones recibieron un trato subliminal: las más importantes hacían referencia a la presunta relación entre la entrada en la OTAN y el proceso de neutralización política de las Fuerzas Armadas, impulsado por los dirigentes españoles desde los comienzos mismos de la transición.
Ciertamente, para entonces habían sido las propias Fuerza.s Armadas, leales a la Constitución y a la Corona, las que habían abortado el intento de golpe de Estado del 23-F. El razonamiento se manejó siempre subterráneamente porque constituía una afrenta, a una institución que iba a abordar la dura tarea de purgar a quienes, habían participado en aquella acción.
No era fácil, en realidad, divisar una relación de causa y efecto entre el ingreso en la OTAN y dicha neutralización. Informes especializados de observadores extranjeros no la divisaron tampoco. Dada la inaceptabilidad pública de este tipo de argumentaciones y la carencia de valoraciones fundamentadas por parte gubernamental, la oposición tendió también a enfatizar dimensionés ideológicas en una estrategia no exenta de importantes ganancias políticas.
Por parte comunista, la resistencia a la adhesión fue inmediata y consistente. La postura socialista fue más ambigua y, a la postre, más flexible. El eslogan "OTAN, de entrada, no" fue objeto de numerosas críticas por los sectores proclives a la incorporación..
El 30 de mayo de 1982, España se adhirió formalmente al Tratado del Atlántico Norte. Poco más tarde se iniciaron conversaciones exploratorias de carácter militar para preparar el inicio de la participación española en el mando militar integrado.
Consecuencias
Los efectos de la adhesión. pueden ubicarse en dos categorías: internas y externas.
En el plano interior, el debate precedente hizo saltar el consenso fáctico que en temas importantes (que los españoles denominan de política de Estado) habían guardado las más significativas fuerzas políticas tras el 23-F, y que había inducido al líder de la oposición socialista a sugerir la formación de un Gobierno de coalición. El tema OTAN adquirió un peculiar valor. simbólico quizá porque la gravedad de la crisis económica y política española obligó a una cierta colaboración de hecho entre la UCD y el PSOE en otros ámbitos de gran importancia, tales como la lucha contra la contracción económica y la definición del desarrollo estratégico del Estado de las autonomías.
En el plano interno, el PSOE pudo comprobar cómo sus argumentos en contra de la adhesión penetraban profundamente en la opinión pública española. De hecho, los resultados de las encuestas realizadas por el Centro de Investigaciones Sociológicas de la Presidencia del Gobierno no dejaron lugar a dudas acerca del éxito de su campaña. Puede afirmarse, sin temor a engaño, que la opinión, de los españoles en relación con la OTAN fue configurada decisivamente por la oposición socialista y, en menor medida, comunista.
Este éxito debió contribuir a reforzar las posibilidades electorales del PSOE, aunque sea difícil apreciar cuantitativamente tal aportación. La postura socialista se hizo, en ocasiones, agresiva y, ciertamente, en la opinión pública prendió una imagen menos matizada que la que quedó registrada en los documentos oficiales del partido.
Con todo, los dirigentes del PSOE se abstuvieron de poner en juego su influencia para que otros partidos socialistas europeos se manifestaran en sus países respectivos en contra de la ratificación parlamentaria de la incorporación española, que, como es sabido, debía aceptarse por unanimidad de los 15 miembros de la Alianza. En tal sentido, es posible que hubieran podido explotarse con alguna eficacia las conexiones entre el PSOE y el PASOK griego.
En el plano internacional, la adhesión española a la OTAN suponía un cambio de estrategia por parte del Gobierno de Madrid y alteraba de manera fundamental los parámetros que inciden sobre el entorno al cual se dirige la política exterior de España.
Hasta el ingreso en la OTAN, España había participado en la defensa común a través de la relacion bilateral con Estados Unidos. Esta relación adolecía de númerosos vicios y desequilibrios de origen, que habían implicado durante muchos años una clara erosión de la soberanía española.
Los intentos del anterior régimen por acercarse hacia la OTAN no habían tenido resultado. Tampoco se vieron coronadas por el éxito las señales emitidas por Madrid hacia los países de la Alianza tras el fallecimiento del general Franco.
A la muerte de éste, la estrategia española podía optar por una de las tres alternativas siguientes:
1. Impulsar rápidamente la incorporación de España a los esquemas de cooperación e integración de los países europeos de forma simultánea y coordinada, jugando hábilmente sobre sus interrelaciones.
2. Seguir el curso anterior, pero desglosando el tema OTAN.
3. Valorar en primer término la conexión con el sistema defensivo occidental.
Dados los resultados de las elecciones generales de 1977, la comparación de fuerzas en el Parlamento y la importancia de la oposición de izquierdas, con su énfasis en una estrategia neutralista, el segundo Gobierno Suárez no podía optar por la primera alternativa. De hecho, no tardó en inclinarse en favor de la segunda, recubriéndola de la oportuna retórica de flanqueo. Las referencias abiertas al tema OTAN fueron de nivel relativamente bajo, aunque con relevantes y episádicas excepciones, que debieron de hacer ver al presidente Suárez que la cuestión no estaba lo suficientemente madura.
Fue el Gobierno Calvo Sotelo el que optó claramente por la tercera estrategia. Hay razones para pensar que en tal decísión no pesaron en primer lugar consideraciones de política exterior o de defensa, sino motivaciones ideológicas más profundas y, no en último término, reflexiones de índole interna ligadas a la evolución de la situación política española.
Evaluación
El tema OTAN en España es indisociable de su pasado histórico, que condiciona y configura sus formas de aparición. Hunde sus raíces en la peculiar situación creada tras el intento de golpe de Estado, que alteró profundamente la vida política española. No es explicable sin referencia a los factores endógenos, cuya adecuada valoración sigue constituyendo el elemento interpretativo más significativo para comprender sus manifestaciones actuales.
Sin embargo, en la perspectiva de los aliados de España, la forma en que se llevó a cabo la adhesión española al Tratado del Atlántico Norte supuso:
a) La renuncia del Gobierno de Madrid a jugar, con los normales propósitos de negociación interestatal, la única gran baza estratégica de que disponía España para apoyar otros intereses españoles.
b) El rechazo implícito por el Gobierno español de la época a extraer el capital político externo que hubiera podido esperarse se derivara de una redefinición estratégica de la mayor importancia.
c) La no asunción de las ventajas relacionadas con la posibilidad de modelar el proceso de integración en la Alianza, ya que las elecciones legislativas españolas tenían como fecha tope la primavera de 1983, caso de no ser adelantadas, como ocurrió en realidad.
Para la Alianza, la adhesión española ha constituido, no obstante, un importante éxito que abre las puertas a una redefinición del papel de España en la estrategia común occidental.
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