China incrementa el gasto militar un 7,2% desoyendo una petición de Trump de rebajarlo a la mitad
Pekín reconoce turbulencias externas y retos económicos internos, pero mantiene una hoja de ruta continuista para 2025

Con Donald Trump o sin él en la Casa Blanca, con una nueva guerra comercial en marcha o en tiempos de paz arancelaria, para China las grandes líneas maestras de la política son casi inmutables. Por tercera vez consecutiva, Pekín ha apostado por el mismo objetivo de crecimiento del PIB anual de “en torno al 5%” y por un incremento del gasto en defensa de un 7,2%, desoyendo ―como si no hubiera existido― la propuesta del presidente estadounidense a Rusia y China de rebajar el presupuesto militar a la mitad.
En una intervención aburrida y solemne, y alejada de la política espectáculo de Washington, el primer ministro, Li Qiang, ha inaugurado este miércoles la Asamblea Nacional Popular (el Legislativo chino) con la lectura de un informe de trabajo cuyas principales conclusiones transmiten la idea de que ante las turbulencias internacionales y los retos económicos internos ―caída del consumo, pinchazo de la burbuja inmobiliaria―, la República Popular tiene sus propios planes, y mira al largo plazo, sin detenerse en las comas de cada tuit que lanza el magnate estadounidense. Entre las fórmulas de futuro, vuelven a estar presentes el desarrollo de tecnología puntera y los saltos en campos como la inteligencia artificial.

Ni Trump ni Estados Unidos ni los gravámenes que entraron en vigor la jornada anterior han sido citados en su intervención en el Gran Salón del Pueblo, el mastodóntico edificio reservado para los eventos importantes, en un lateral de la plaza de Tiananmen. No es el foro. Y rara vez señalan directamente los líderes comunistas a ningún país o dirigente en sus comparecencias.
La intervención del primer ministro es una pieza central de las llamadas Dos Sesiones, la cita anual que reúne en Pekín a la Asamblea Nacional y la Conferencia Consultiva (un organismo asesor). La economía ha ocupado la mayor parte del discurso, un terreno en el que China domina el arte del eufemismo. Li ha reconocido “dificultades” a lo largo de un 2024 en el que el país acabó, sin embargo, creciendo al 5%, por encima de otras regiones del planeta, y sin desviarse un milímetro del objetivo que había declarado él mismo en este mismo lugar hace justo un año. El documento menciona “contradicciones estructurales subyacentes largamente acumuladas”, la “falta de dinamismo de la demanda interna” y la “debilidad de expectativas” de los consumidores, pero con final feliz: destaca cómo las distintas medidas de estímulo puestas en marcha tras el verano han logrado “estabilizar” las finanzas.
La primera tarea del Gobierno para el 2025 será activar el consumo y ampliar la demanda interna, ha asegurado Li en su discurso, ante la mirada del presidente, Xi Jinping, al que el informe de trabajo cita hasta 18 veces en la versión oficial en español; ha prometido eso que numerosos analistas económicos llevan tiempo esperando, una “política fiscal más proactiva”, y medidas para prevenir “los riesgos de impago” en el sector inmobiliario.

Carrera armamentística
En el terreno militar, ha reiterado la necesidad de contar con un Ejército Popular de Liberación preparado “para el combate”. Con un presupuesto que crece un 7,2%, en línea con años anteriores, China ha ignorado (sin mencionarla) la propuesta de Trump de rebajar el gasto militar de las grandes potencias. El portavoz de Exteriores, Lin Jian, desechaba la idea la semana pasada, al asegurar que el país está “inquebrantablemente comprometido con el desarrollo pacífico” y que el presupuesto “limitado” en Defensa es “simplemente para la necesidad de salvaguardar sus intereses de soberanía, seguridad y desarrollo, y la necesidad de mantener la paz mundial”. “EE UU debería poner en práctica el America First a este respecto, y ser el primero en recortar su arsenal nuclear y su gasto militar”, añadía el coronel Wu Qian, portavoz de Defensa.
La carrera armamentística china es una de las grandes preocupaciones de Occidente. En 2024, Pekín dio varios saltos en este campo: presentó por todo lo alto un nuevo modelo de caza furtivo para competir con los F-35 estadounidenses; botó su tercer portaviones y anunció la construcción de un cuarto; y lanzó un misil balístico intercontinental hacia el océano Pacífico, en una muestra poco frecuente de músculo militar. Fue el primero de este estilo que la República Popular ha hecho público al menos desde 1980.
El año pasado, también intensificó su presencia militar en torno a lo que numerosos analistas consideran el lugar más peligroso del planeta: Taiwán, la isla autogobernada que China reclama como parte inalienable de su territorio y a la que Estados Unidos apoya militarmente. Pekín lanzó en 2024 dos ejercicios a gran escala que rodearon el territorio taiwanés como advertencia a lo que entiende como “actos separatistas” del Gobierno del nuevo presidente, Lai Ching-te. Las maniobras chinas se han vuelto tan frecuentes y han adquirido tal envergadura que podrían servir de pretexto para encubrir una invasión de la isla, han advertido altos mandos militares de Estados Unidos.

La mención a la “reunificación” es siempre uno de los momentos cumbre del discurso, y en el que los aplausos sirven de termómetro. “Nos opondremos con decisión a las actividades separatistas destinadas a conseguir la independencia de Taiwán, así como a las interferencias externas, con la meta de promover el desarrollo pacífico de las relaciones a través del Estrecho”, ha aseverado Li. Ha definido la causa como “gloriosa”, pero la postura ha sonado este año más calmada que el anterior.
Frente a una economía tocada, China ha apostado por el impulso tecnológico. La revista de pensamiento del Partido Comunista, Qiushi, recuperaba este fin de semana con mucha intención un discurso de Xi en el que afirmaba que la innovación tecnológica es clave para “posicionar a China en la cima de la competencia internacional”. Ha protagonizado también la intervención de Li y ha sido uno de los asuntos más mencionados por los delegados en los corrillos con los periodistas en el vestíbulo del Gran Salón del Pueblo.
Varios han recordado la reciente gesta de DeepSeek, la inteligencia artificial china que a finales de enero hizo temblar los cimientos de los gigantes tecnológicos de Silicon Valley. “Estableceremos un mecanismo para aumentar la financiación de industrias del futuro y fomentar sectores como la manufactura biológica, la tecnología cuántica, la IA incorporada y la tecnología 6G”, ha asegurado Li.
Las llamadas “nuevas fuerzas productivas”, el término de moda del cónclave del año pasado, también han estado presentes. Para potenciarlas, Li ha enfatizado que se debe “implementar por completo la estrategia de vigorizar China a través de la ciencia y la educación e impulsar el rendimiento de su sistema de innovación”. También los delegados de la Asamblea se han referido a este concepto con ecos marxistas, pero proyectado hacia el futuro: desarrollarlas “es lo más urgente”, afirmaba el diputado Huang Li, empresario e ingeniero especializado en tecnología de imagen térmica por infrarrojos, minutos antes de que sonara la campana que lo llamaba a ocupar su asiento.
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