El deshielo
ESTADOS UNIDOS y la Unión Soviética parecen dispuestos a reanudar el diálogo, interrumpido desde la ruptura de las negociaciones de Ginebra en diciembre de 1983, mediante el encuentro previsto para el próximo día 28 en la Casa Blanca entre el presidente estadounidense, Ronald Reagan, y el ministro soviético de Asuntos Exteriores, Andrei Gromiko. Pero, antes de tan imortante acontecimiento, norteamericanos y soviéticos tratarán de limar, con discursos moderados, sus diferencias en el foro de la 39ª Asamblea General de las Naciones Unidas que acaba de iniciar sus sesiones en Nueva York.El escenario de la ONU, tradicionalmente utilizado para la retórica de los discursos políticos -entre ellos, el que pronunciará Reagan el próximo lunes-, se convierte esta vez en el pretexto para que Washington y Moscú reencuentren vías de un diálogo de cuyos resultados depende, en gran medida, el futuro de la seguridad de Europa occidental. Ambas partes tienen intereses muy concretos para esforzarse por volver a la mesa de negociaciones de Ginebra sobre reducción y control de armas nucleares.
Al presidente Reagan la foto de familia con Gromiko le ayudará a despejar algunas de las incógnitas que pesan sobre la opinión pública estadounidense, en un momento preelectoral, sobre sus intenciones belicistas. Reagan, que solicitó la entrevista con Gromiko, quiere demostrar que si resulta victorioso el próximo 6 de noviembre, como todos los pronósticos apuntan, su segunda Administración será menos beligerante que la actual. Desde una posición de fuerza, lograda gracias a los Inayores presupuestos bélicos de la historia de EEUU en época de paz, Reagan desea presentarse ahora como un líder conciliador. Primero, para ganar a la parte temerosa del electorado norteamericano, asustada por el riesgo de una guerra nuclear. Y, después, para convencer asus aliados europeos de que todavía hay esperanzas para, uando menos, limitar el arsenal nuclear entre el Este y el Oeste.
Para los soviéticos, las ofertas de distensión que presenta la Administración republicana, son prácticamente ineludibles. Sobre todo teniendo en cuenta que, hoy por hoy, todos los sondeos de opinión dan a Reagan como caballo ganador en la carrera electoral, destinado a permanecer otros cuatro años en la Casa Blanca. El Kremlin vota anticipadamente a favor de Ronald Reagan, a pesar del gesto político que tendrá Grorniko al entrevistarse con Walter Mondale, candidato del Partido Demócrata, en la víspera de que Reagan le dé la bienvenida en Washington. Moscú opta por la realpofitik y se prepara para convivir con una segunda Administración Reagan.
Hace un año, las relaciones EEUU-URSS llegaron a uno de sus puntos más críticos de la posguerra, debido al derribo del avión surcoreano de la línea KAL, que violó el espacio aéreo soviético. La oleada de protestas por un hecho que costó la vida a M9 personas llegó incluso a plasmarse en la prohibición por parte del gobernador del Estado de Nueva York a autorizar el aterrizaje del avión soviético que, en septiembre de 1983, debía llevar a Andrei Gromiko a Nueva York. Moscú canceló la presencia de su ministro de Asuntos Exteriores en la 381 Asamblea General de la ONU. Simultáneamente, Reagan debutó en el foro de la ONU con un discurso de gran dureza retórica contra los dirigentes de la Unión Soviética. Es positivo que este año las Naciones Unidas, cuya asamblea recoge a todos los países del globo, sirva de marco al inicio de' un deshielo de la tensión internacional que estaba alcanzando límites muy peligrosos.
Hoy, las aguas parecen volver a su cauce, en pro de un deseable inicio de deshielo entre Washington y Moscú. Cada bando tiene sus razones. Electorales para Reagan. Pragmáticas para los soviéticos, que no parecen vislumbrar una rápida alternativa de poder en EEUU. Como espectadores están los países europeos, primeros interesados en un proceso desodramatizador ante la hipótesis de una guerra nuclear controlable cuyo escenario, según los expertos militares del Pentágono, sería el europeo.
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