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41ª Mostra de Cine de Venecia

Gavino Ledda prosigue la reflexión iniciada con el guión de la película 'Padre padrone'

Los tambores de Calanda, 40 tamborileros, retronaron en el Lido como homenaje a Luis Buñuel. El festival, además de la retrospectiva sobre su cine, ha presentado un libro en el que varios y destacados autores analizan la trayectoria del cineasta aragonés. En el certamen ha destacado la presencia vigorosa de Joris Ivens, miembro del jurado, que a sus 80 años tiene nuevos proyectos -un filme sobre el viento, su sentido metafísico-, y el filme Ybris, cuyo director, Gavino Ledda, fue el autor del relato que los hermanos Taviani reflejaron en Padre padrone.

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Un ajuste de cuentas

Aún no repuestos nuestros oídos del estrépito de los 40 tamboriles que se han desplazado de Calanda al Lido, de ese "ruido que evoca las tinieblas y el entrechocar de rocas que sacudió el mundo en el momento de la muerte de Cristo", según consta en un texto escrito por el propio Luis Buñuel, hemos asistido a la proyección de Ybris, en la que tampoco falta estruendo, aunque en este caso se supone que es el de la madre Tierra, el de los ancestros que protestan cuando ven profanadas sus tradiciones. Es el padre-patrón que se queja desde la tumba, la libertad individual o la cultura entendida como enfermedad que introduce la discordancia en el cuerpo social.Gavino Ledda, el director de Ybris, es el autor del relato autobiográfico a partir del cual los hermanos Taviani elaboraron. Padre padrone. Aquí nos cuenta sus problemas. de adaptación cuando, ya licenciado, quiso regresar a Sicilia. Sus orígenes y su deseo lo impulsaban a volver a la isla, pero su actitud y conocimientos lo alejaban de aquel mundo mágico.

Ybris es una película concebida con mentalidad de hace 15 años, con un afán de experimentación que en muy pocos momentos se plasma en un hallazgo concreto. Su búsqueda de un lenguaje adecuado pretende poetizar la realidad o encontrar significaciones de gran valor antropológico; lo que no se puede hacer es recurrir a los trucos de sonido popularizados por los cortometrajes artísticos de siempre. En último término, si la película tiene un sentido profundo es otro, el que pasa por el hecho de que Sicilia se está convirtiendo en la despensa ficcional del cine italiano, la reserva donde cazar argumentos y personajes exóticos.

Alov y Naumov

Bereg, la cinta soviética en competición, no responde en absoluto a las directrices de los nuevos responsables de Mosfilm, directrices a las que nos referimos en una crónica anterior y que pueden resumirse en la conveniencia de centrar la producción en temas contemporáneos y hacerlo desde una perspectiva optimista. Bereg transcurre durante la segunda guerra mundial, aunque también asistimos al reencuentro de la pareja protagonista 40 años después. A partir de ese momento queda claro que el problema de la cinematografía soviética no es de contemporaneidad o no, sino de su literal intemporalidad: tanto él como ella no han envejecido, limitándose el deterioro de sus cuerpos a unas ligeras ojeras y al suave blanquear de sus cabellos. Claro que la rigidez de las interpretaciones puede llegar a justificar la creencia de arrugas, pero nada explica, que Alov y Naumov filmen las calles de 1983 con un estilo de los años cincuenta. Para los estudiosos del cine de la URSS no estará de más señalar que ésta es la última película que Naumov y Alov han rodado juntos. Alexander Alov murió al finalizar el rodaje, rompiéndose así la trayectoria de una pareja que ha atravesado toda la historia del cine de su país sin que nunca le alcanzara el deshielo.

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