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Intelectuales gallegos, portugueses y brasileños se reúnen para discutir sobre "los sueños y las utopías comunes

Manuel Rivas

Con participación de lingüistas y escritores gallegos, portugueses y brasileños, y con la presencia de legendarios pioneros del reencuentro cultural, como el luso Rodrígues Lapa y el galaico Carvallo Calero, desde el próximo 20 al 24 de septiembre se celebrará el I Congresso Internacional da Lingua Galego-Portuguesa na Galiza. La fundación Gubelkian, de Lisboa, y la diputación de Orense patrocinan económicamente esta reunión que los organizadores no han dudado en calificar de histórica y en la que se debatirán "sueños y utopías comunes".Será también, seguramente, un episodio altamente polémico, por su inspiración netamente reintegracionista. Este congreso es sólo uno de los signos que revelan el creciente interés en la intelectualidad gallega, independientemente de la ubicación lingüística, en propiciar un acercamiento real a los vecinos del sur, reverdeciendo las ramas de un viejo árbol común.

En la utopía de una confederación ibérica, muchos intelectuales gallegos retoman el viejo sueño de los pioneros nacionalistas de una Galicia como eslabón y puente de diálogo, frente a una historia tan llena de rencores por el vecino peninsular. Con cautela y no sin polémica interna, jóvenes generaciones de ambos lados del Miño buscan cobijo creador a la sombra de un arcano árbol sin fronteras.

Trópicos

Cuando pueden, emprenden la ruta de Lisboa. Miguel Anxo Fernán, por ejemplo, uno de los novísimos del momento poético. Siente por la ciudad blanca parecida fascinación a la del cineasta Alain Tanner.Pero no va con el equipaje vacío, como el matinero del filme. Lleva una lengua afin, nacida de la misma cuna, y es conocedor de un deslumbrante pasado literario común recuperado del desván de la historia. A la vuelta trae en el macuto las últimas novedades de Herberto Helder, Eugenio de Andrade o Ramos Rosas, por no hablar de las siempre interesantes reediciones de Fernando Pessoa y sus heterónimos.

A veces se aventuran más allá. Como Xosé María Monterroso, explicando en Recife, capital del noreste brasileño, ante un auditorio entre curioso y desconcertado, las raíces comunes. Tiene a su lado a Leda Rivas, profesora universitaria y periodista del Diario de Pernambuco, hija de emigrantes gallegos. Charlará sobre trópicos y ascendencia también gallega con ese patriarca brasileño llamado Gilberto Freyre de Andrade, autor de Casa grande. Y, días después, tomará un café en Río de Janeiro con Nélida Piñón, gran revelación de la narrativa brasileña, cuya próxima obra, República dos sonhos, es una saga de emigrantes gallegos.

Gran parte de los jóvenes creadores del país participan de esa corriente de simpatía, que no siempre es un amor, correspondido, heredando lo que ha sido una constante de las vanguardias culturales de Galicia desde el Rexurdimento del pasado siglo, aunque ya Feijoo y Sarmiento dedicaran atención a la identidad lingüística. La sensibilidad se incrementó con el descubrimiento de los Cancioneiros medievales.

Villar Ponte, el impulsor de las Irmandades da Fala, germen del nacionalismo gallego contemporáneo, llegó a escribir:: "En Portugal descubrimos lo que podía haber sido nuestra cultura en libertad". Castelao solía citar a una de las personalidades más relevantes de la República portuguesa, Teófilo Braga, que había afirmado: "Portugal naceu de un retallo saido da Galiza" ("Portugal nació de un retoño salido de Galicia"). Fue precisamente Castelao quien formuló con mayor vigor la idea de tina Galicia que sirviera de nexo para una futura confederación ibérica, en el camino de unos Estados Unidos de Europa que se integraran en la unión mundial, utopía con la que terminaba su Sempre en Galiza en su travesía de exilio en el paquebote Campana.

A finales de los cincuenta, y sobre todo en la década de los sesenta, de forma balbuciente, se reanudarán estos contactos al margen de parafernalias oficiales. Los hermanos Carré Alvarellos publican libros en Oporto. Jacinto de Prado da a conocer su Diccionario de literatura luso-galego-brasileira. Se celebran los Encuentros Culturais Minho-Galaicos. Nombres importantes en esta fase son Rodríguez Lapa, desde Portugal; Pilar Vázquez Cuesta, gallega, coautora de una de las más prestigiosas gramáticas portuguesas; Ramón Piñeiro, como director de la revista Grial, y Carvallo Calero, en la cátedra de gallego-portugués de la universidad compostelana.

Este año, al Premio de poesía Cidade de Ourense se han presentado, por vez primera, más originales desde Portugal que de Galicia. Al Festival de Poesía del Condado, en el sur de Pontevedra, fueron invitadas delegaciones del país vecino, Brasil, Angola, Guinea Bissau, Cabo Verde y Mozambique. En congresos y encuentros de escritores y en otros ámbitos más académicos ya es frecuente intercambiarse representaciones. Arqueólogos portugueses y gallegos trabajan codo con codo desde hace tiempo.

En la musica también hay fructíferas experiencias conjuntas. Antes de que Grándola, Vila Morena, símbolo de la revolución de los claveles, lo popularizara en toda Europa, el cantautor José Afonso era ya "un amigo da Galiza".

El ritmo de este acercamiento no deja de estar condicionado por una tempestuosa polémica lingüística, protagonizada principalmente por filólogos, que ha dividido a la intelectualidad gallega, hasta extremos aparentemente irreconciliables, entre isolacionistas u Oficialistas y lusistas o reintegracionistas. La Xunta ha respaldado la propuesta del Instituto da Lingua Galega y la Real Academia Galega, que ha, sido rechazada por los reintegraclionistas.

Rencillas filológicas aparte, son muchos los síntomas de una voluntad de reencuentro, impulsados con intensidad por voluntariosas minorías, aunque, vía autonomía, también se ha iniciado alguna tímida aproximación oficial, con una reciente visita del presidente de la Xunta al norte de Portugal.

Con todo, para una mayoría de portugueses sigue siendo una sorpresa que esos españoles llegados del Norte se esfuercen en hablar una lengua parecida a la suya, como lo es para muchos gallegos el comprobar que pueden entenderse fácilmente con los visitantes de un país que no deja de ser extranjero.

En Vigo hay un monumento a Carrioens, y en Oporto, otro a Rosalía de Castro. Pero cuenta la leyenda que al pie de la fortaleza de Valeriga do Minho hay una inscripción que dice: Espanha, nao te movas. Las relaciones entre Estados han sido marcadas por el recelo y la mutua ignorancia.

Y Galicia, históricamente, ha sido como una pieza extraña en este puzzle ibérico, nunca armónicamente conformado, a la espera quizá, en este año de recuerdo del Rey Sabio, de una Escuela de Traductores del Siglo XXI.

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