44.000
Durante 38 años el Comando Sur del Ejército Norteamericano ha mantenido su Escuela de las Américas en Panamá, centro de formación profesional de donde ha salido la plana mayor de la barbarie político-militar latinoamericana: Somoza, Pinochet y Hugo Banzer son tres ejemplos suficientes. Lo que no se sabía es que por la escuela han pasado hasta 44.000 militares que allí han aprendido cómo dar golpes de estado, cómo hacer frente a las intentonas revolucionarias por todos los medios, incluido la tortura y el exterminio.Hasta las más sólidas instituciones docentes tienen ovejas negras, alumnos díscolos que no sacan provecho de las enseñanzas recibidas y luego, cuando se enfrentan a sus obligaciones profesionales dejan en mal lugar a quienes tanto hicieron para hacerles hombre de provecho. También la Escuela de las Américas ha tenido alumnos contra natura y ahí están los casos de Velasco Alvarado o el propio Omar Torrijos que no se merecen salir en las fotos fin de curso junto a los compañeros que realmente entendieron la lección. Lo que debe preocupar seriamente al género humano, y sobre todo al género humano que vive y trabaja en América Latina, es que de esa escuela han salido,44.000 expertos en hacer la vida y la historia imposibles; 44.000. Pronto está dicho. Y de esos 44.000 apenas una cincuentena ha conseguido ser carne de primera página de diario, lo que significa que 43.950 centinelas de Occidente formados en tan prestigiada institución andan sueltos con la bayoneta o la picana caladas, sin que hayan sido suficientemente detectados.La Escuela de las Américas ha sido el West Point de la doctrina Monroe y su función ha consistido en formar capataces armados que vigilen los márgenes del imperio. Ahora de Panamá se trasladará a Honduras, plaza fuerte de la Reserva Espiritual de Occidente, SA, la multinacional del gulag blanco que más puestos de trabajo ha creado en el mundo entero. Y la tendencia de esta oferta de trabajo es al alza, por cuanto el aumento del paro y la marginación necesitarán cada día más centinelas de Occidente.La revolución tecnológica aprieta pero no ahoga.
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