El triunfo de las imágenes olímpicas
Los Juegos de la 23ª Olimpiada de la era moderna han supuesto el triunfo y el éxito total de la imagen. A la imagen y a su mayor gloria se condicionó la organización de las diferentes pruebas, puesto que el espectáculo debía serlo, en primer lugar, para las cámaras de la ABC, o no ser. En Los Ángeles -Hollywood y Disneyland- se sabe que el mayor y mejor espectáculo equivale a éxito / dinero.
La ABC, que había comprado los Juegos, los compró realmente y los convirtió en lo único que era posible convertirlos: en pura imagen por y para el país que mejor sabe y ha sabido fabricar y exportar imágenes. Y así, naturalmente, sería un éxito mundial, y naturalmente también, como acostumbra Hollywood, y para que el éxito lo fuera aún más, se rindió culto al star system; de ahí su acentuada y plausible estrategia de prestar especial atención a las estrellas de EE UU, en casi todos los casos las más populares: Carl LewIs, Edwing Moses, Mary Decker, etcétera. Pero sin escatimar planos para su mayor fama / publicidad a otras igualmente figuras internacionales, Coe, o que iban a serlo a partir de aquellos instantes de gloria: el brasileño Cruz o la marroquí Nawal el Moutawakel.
Presente y memoria
Creo que las imágenes que se sucedían una vez que sonaban los claros clarines y llegaba el cortejo eran de lo mejor que nos dio nunca Hollywood. Los planos cortos, primeros planos emocionados y emocionantes de los atletas medallas de oro, encadenaban con brevísimos planos que nos hacían recordar los momentos que les habían proporcionado aquella gloria. Planos en directo y de archivo, presente y memoria. Pequeñas historias perfecta y rigurosamente construidas con planos en movimiento o imágenes congeladas, siempre contando algo y conmoviendo al espectador, clave del éxito del cine y la televisión americanos.
Y así podemos apostar que de estos Juegos se podría obtener un vídeo que contendría algunas de las mejores imágenes del vídeo-espectáculo y el vídeo-arte de todos los tiempos. Pues además, a la experiencia Hollywoodisneydiana, se añadió Broadway, ese prodigio de mestizaje y asimilación de estéticas y técnicas de espectáculo, y otra gran cualidad: esa capacidad de reflexión sobre lo que está aconteciendo en la escena durante el propio espectáculo, y un especial sentimiento sobre la luz. La música era siempre Hollywood y Disney puro. Cecil B. De Mille y Andy Warhol, quién hubiera dado más.
En la sesión de clausura todo estaba concebido para que las luces fueran protagonistas del acontecimIento. La televisión es sobre todo luz, y más si se trata de deslumbrar ofreciendo espectáculo. Todo aquella noche fue concebido pensando en luces, soportes videomagnéticos, pensando en los miles de millones que verían aquello en sus pantallas, mediante las cuales todo, todo puede venderse. Y es algo que hay que tener muy en cuenta antes de emitir juicios como los que emiten algunos de nuestros más acreditados y críticos periodistas, aún envanecidos de su ex militancia sesentaiochista, tan antiguos.
El ridículo de la voz
Claro que el espectáculo, todo aquello, estuvieron intentando destruirlo nuestros impresentables (en imagen) presentadores, y nuestros indocumentados (en off) locutores de TVE. Imágenes de algunos de nuestros representantes de Televisión Española en improvisados y ridículos decorados, más empeñados en luchas y otras chulescas zarandajas, en las que ruborizaba verles y escucharles hacer y decir no importaba qué cosa en cualquiera sabe qué idioma (francés, incluso). Profesionales que practican escasamente su profesión.
Tardaron en entender más de una semana que aquellas imágenes, por lo general en planos largos, daban paso a publicidad u otras imágenes autónomas de las que naturalmente nuestra televisión carecía. Con ellas podrían habernos ofrecido historia (audio y vídeo) de nuestros representantes allí, y sus motivos / méritos. Pero nada; reprochaban a la cadena norteamericana ABC que no dieran tiempo, o noticia de algunos de nuestros atletas que bien pudiera haberse clasificado si... etcétera y etcétera, o sea, un milagro. Y la ABC, claro, dedicaba sus imágenes al mundo, o sea, había un protagonista en la plantalla. Y nosotros, ni siquiera somos todavía, en lo que a olimpismo se refiere, ni actores secundarios, salvo, memorables excepciones.
Nuestros locutores, que emiten juicios de valor continuamente, que incluso desprecian a la audiencia creyendo que ésta no ve lo que está viendo, que es lo que realmente pasa y no lo que ellos dicen que está pasando. Locutores que si se equivocan insisten en justificar su error hasta el aburrimiento; recuerden, por ejemplo, al locutor que confundió al cantante Michael Jackson con el baloncestista de los Estados Unidos Michael Jordan, cosa que no hubiera tenido la menor importancia. Tampoco reconocen los errores que estamos contemplando: nuestras Martas -Marta Bobo y Marta Cantón- se equivocaban, fallaban en mazas, aro, cinta, pelota etcétera. Y la canadiense, aunque fuera peor antes, o del Canadá, no fallaba. Lo estábamos viendo, y supongo que los jueces verían lo mismo. Los locutores no, no ven, hablan, y la mayoría de las veces hablan por hablar, pues no les queda otra posibilidad, no la tienen.
La voz en TV es algo que se completa con la imagen, a la que informan. El locutor nos facilita datos con los que la noticia se enriquece. Es una fuente más de información. No algo que contradice cínicamente la imagen y / o nos disturba o nos deforma, cosa esta última que sucede a gran parte de la audiencia televisiva española, que cree más en lo que oye que en lo que ve.
Si el vídeo-documento mejor y más impactante y ejemplar que conozco es el del 23-F y tenemos en cuenta aquella imagen fija de aquel momento, pieza / documento definitiva a la hora de reconocer qué es la fotografia, la captura y detención de un preciso instante, el medio más capacitado para atraer con más rapidez y eficacia nuestra atención sobre alguien o algo. El poder, el testimonio, y la capacidad de seducción de una imagen fija es tan enorme que incluso es capaz de someter nuestra opinión y nuestro ánimo por sí misma, sin palabras, voces o etcéteras.
Un maestro de hoy
Fue primero en las revistas, como suele suceder, en donde se comenzó el proceso de fascinarnos por lo visual olímpico. Interwiew, de Warhol, en Nueva York, se adelantó a todo y a todos en blanco y negro. En sus páginas, Bruce Weber, que es ahora mismo el fotógrafo más codiciado y cotizado en el mundo y, como cabría esperar, el más imitado. Tonta e inútilmente imitado, pues al tratarse de un auténtico autor su obra es perfecta y claramente identificable.
La estética de Weber es producto del resultado de gestos, formas y modos típicamente americanos, en los que predomina, todo está marcado por una apariencia de sofisticada naturalidad, apariencia decontractada y profundamente fotogénica propia de gentes normales, gentes que utilizan la mano con el mismo desparpajo cuando emocionados la llevan al corazón o comen con ella palomitas o beben Coca-Cola, cualquier atleta o cualquier marine en el cine o en fotos, por ejemplo. O mitos, como el actor James Dean, el más claro ejemplo de lo deportivo, joven y absolutamente moderno siempre, a eternidad.
Bueno, pues así las cosas, los reportajes fotográficos mitifica ron aún más a los ya míticos Carl Lewis, Greg Louganis, Mary Decker. Louganis, además de para Bruce Weber, posó para Annie Leiwobitz en otro prodigioso reportaje, esta vez en color. Danhelms, para New Sweek, hizo del mismo atleta otra estupenda captura, esta vez en acción. También Cram tuvo en Snowdon un magnífico retratista.
La revista Time, en su número del 30 de julio, publicó un, espectacular reportaje en el que ante monumentos universales, como la estatua de la Libertad, con Carl Lewis ante ella o el Colisgum, el Partenón, etcétera, con atletas representativos de varios países posando para su mayor gloria y como avance de ese gran espectáculo del que obviamente todas esas empresas sabían muy bien cómo debían hacer para obtener beneficios, económicos, naturalmente.
El tema en las vallas también, y lógicamente, fueron los Juegos. Así en Los Ángeles, por ejemplo, eran Edwing Moses-Kodak o zapatillas deportivas. Kodak, que además colaboraba con Moses en su perfeccionamiento técnico a partir de experiencias e investigaciones en el movimiento y la fotografía, que tuvo hacia 1878 su mejor y más fértil representante en el fotógrafo Edward Muybridge, que tanto influyeron en el pintor Bacon y que inspiraron la ópera ballet The photographer, del músico Philippe Glass, colaborador habitual de Bob Wilson, gran ausente, junto a soviéticos y germanos del Este, de estas Olimpiadas iuesei, de Los Ángeles.
Fotos por las que supimos de los atletas y de los productos que recomendaban, zapatillas de Edwing Moses, Adidas, claro, al dorso de cuya lengüeta escribió el atleta: "Ni la lluvia ni el dolor pueden detenerme ahora". La moda también tuvo muy en cuenta el acontecimiento. Bill King y Gilles Tapie nos ofrecieron muy hermosas, diferentes y alentadoras fotografías de lo que en el mundo de la publicidad, el diseño y la moda se está haciendo ahora mismo.
Y para terminar, lamentar la falta de los nombres al pie de foto de los magníficos reporteros de la agencia Efe, gracias a los cuales tendremos auténtica memoria de los hechos de los españoles en Los Ángeles. Me gustaría que todos conociésemos sus nombres, como conocemos los de los fotógrafos de las agencias UPL AP, entre otras. ¿Será alguna de esas prodigiosas fotos de Efe obra del gran fotógrafo español universal Manuel Hernández de León? Me hubiera gustado saberlo para conocerle y admirarle más.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.