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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

El desempleo

Leí en EL PAÍS que el desempleo sigue siendo el principal motivo de preocupación de los ciudadanos de las democracias occidentales. En concreto, en España el 85% de sus habitantes creen que el paro es su mayor amenaza.Por la tarde, y desde mi ventana, he visto a un hombre que no llegaba a los 40 años, con un saco a la espalda cargado de chatarra y cartones, acompañado (seguramente) de su hijo de unos 11 o 12 años, también con trastos viejos en las manos, ayudando a su padre, aprendiendo ya a esa edad la dura realidad de la vida que le viene por delante. Con seguridad que este hombre sería un desempleado, y que de alguna manera tiene que hacer algo para ganarse la vida (si es que a eso se le puede llamar vivir).

Sin embargo, este hombre es libre, y así lo proclama nuestra Constitución (una de las más progresistas de Europa, según hemos oído en repetidas ocasiones). Este hombre tiene libertad de entrar y salir del país cuando quiera; puede enviar a su hijo al centro escolar que esté más acorde con su ideario de la educación; tiene derecho a un puesto de trabajo; tiene derecho de reunión, de participación, de expresión, de asociación, de sindicación y hasta derecho a no trabajar (huelga) si así lo considera oportuno.

¿Y para qué le sirven todos estos derechos, si le falta lo más importante, que es el trabajo? ¿Podrá así ejercitar su derecho a salir y entrar del país libremente, o a cambiar de residencia sin dar cuentas a nadie? Y, ¿de qué le servirá poder manifestarse y expresar sus ideas, si su cuerpo pasa hambre y necesidad? Y, ¿qué le importa a este hombre poder escoger en unas elecciones a los del partido blanco, azul o marrón, si nadie le resuelve después su problema: la falta de trabajo?

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Y, curiosamente, todo esto ocurre en un país mayoritariamente cristiano, como toda Europa occidental. Y, ¿cómo se podrá ser cristiano olvidando que Jesús dijo: "El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene qué comer, haga lo mismo" (Lucas, 3:11)? Y el apóstol Pablo, en su primera Epístola a Timoteo, capítulo 6 y versículos 17-19 manda a los ricos, entre otras cosas, que no sean altivos, que hagan bien y que sean dadivosos y generosos.

¡Qué contradicción con los ricos de hoy (léase capitalistas o empresarios), que dicen ser creyentes y sin embargo destruyen empleos y crean miseria! ¿O será que no son creyentes, y todo es una invención de la Iglesia para seguir viviendo de los recursos y privilegios que el estado le concede?

Por contra, existe un modelo distinto de este llamado "mundo occidental". Con sus limitaciones y dificultades, eso es evidente, nada puede ser totalmente perfecto. Pero con unas seguridades que aquí nunca podremos tener, con nuestro sistema político y económico. En la Unión Soviética, por ejemplo, el desempleo se acabó en 1930; cada año se colocan 10 millones de personas, entre nuevos trabajadores y reconvertidos por los cambios tecnológicos. La sanidad y la educación son gratuitas. La vivienda, los servicios comunitarios, los transportes tienen precios tan bajos que casi son simbólicos. Y así podría seguir con más y más conceptos.

Y, cosa curiosa: todo este bienestar social, toda esta seguridad, toda esta tranquilidad que da el saber que uno está protegido permanentemente, tiene lugar en un país que, oficialmente, no tiene religión alguna. Esto es la demostración evidente de que, al contrario de lo que ocurre con los sistemas religiosos, el comunismo tiene la respuesta a los problemas del hombre de hoy y del futuro. -

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