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Tribuna
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Liquidación de existencias

La misión del editor es humilde, pero importante. Consiste en transmitir la intimidad del autor a la intimidad del lector, y sólo será buen editor el que sienta esa especial voluptuosidad de imaginar libros y publicaciones hermosas. Su gloria -si alguna tiene- no es la suprema del torero en buena tarde, ni la del divo, ni la del político. Es mucho más modesta; pero, al igual que ésos en un tiempo famosos, cuando se retira debe huir de toda tentación de volver a resistirse al retorno.Al abandonar una profesión ejercida durante largos años quedan siempre varados, como las conchas en la playa con la bajamar, algunos proyectos, ciertas ideas que no pasaron de intentos o de meras intenciones. Así me ha sucedido en mi oficio de editor, que he practicado desde 1939 hasta que dejé, hace pocos días, la presidencia de este diario. A lo largo de ese período publiqué cerca de 2.000 títulos en las ediciones de la Revista de Occidente y de Alianza Editorial, amén de poner en rumbo el barco de este periódico y alguna navecilla agrícola (que después zozobró).

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Quizá puedan interesar, a quien se proponga nuevas andaduras editoriales, algunas de esas ocurrencias olvidadas en el taller -el editor más bien tiene ocurrencias que propiamente ideas-, y voy a mencionar las que tuve más ganas de realizar.

Hace ya bastantes años vi una película que se titulaba Sucedió mañana. El protagonista, un joven periodista, se encuentra cada mañana, al leer el periódico, con que no lee el del día, sino el del día siguiente. Sabe, por tanto, lo que va a pasar antes de que suceda, y esto le otorga un poder diabólico sobre sus prójimos, aunque el filme, creo recordar, discurría por el lado humorístico. ¿Por qué no hacer -pensé- un semanario que reúna cuanto el ciudadano quiere saber del futuro? Pronósticos -de precios, de carreras, de quinielas-, previsión del tiempo, críticas antes del estreno, la moda que viene, horóscopos, profecías (que suelen cumplirse), descubrimientos inminentes o antes de su difusión y hasta las grandes concepciones sobre la marcha del mundo de filósofos y políticos tendrían cita en sus páginas. A su parte literaria corresponderían los relatos de ciencia y política ficción, y podría caber una sección histórica que no extrañaría si se refiriese a los hechos de los grandes profetas o de los estupendos adivinos, Nostradamus, el conde Cagliostro, o de los más sutiles, como Tocqueville. Lo que yo buscaba era sencillamente un órgano del porvenir.

El Continente (European Daily News) hubiera sido el nombre de un diario, europeo, publicado simultáneamente en todos los países de la Comunidad, en el que soñamos juntos un rato Peter Galliner, director del IPI, y yo. Las noticias y problemas de cada país serían recabados por las redacciones nacionales y concentrados en una redacción central. Sería, claro, imprescindible una pléyade de excelentes traductores. Mas su objetivo estaba claro: ayudar a disolver las nieblas de los nacionalismos trasnochados para que los europeos se entendiesen y comprendiesen me-

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jor y contribuir al logro de los Estados Unidos de Europa.

José Gasset y Chinchilla, un tío-abuelo mío, empedernido cazador a pelo y a pluma, fue el primero en publicar en España, en 1902, un diario ilustrado. Duró sólo algunos meses, pero él mismo animó a su buen amigo el gran don Torcuato Luca de Tena a lanzar en 1905,el Abc, que quedó, en cierto modo con justicia por su éxito, como el inventor de la fórmula.Los libros

Pero la verdad es que aún falta un diario exclusivamente gráfico que dé la imagen de la noticia con la fotografía, el dibujo o el retrato. Necesitará de breves pies, lo mismo que no se entenderían mudos el cine o la televisión sin la ayuda de la música o la palabra.

¿No ha observado el lector el gran predominio de bellos seres femeninos en nuestra pintura? A comienzos de 1959 propuse a Enrique Lafuente Ferrari un libro que iba a titularse Las guapas en la pintura española. El gran historiador del arte era a la sazón jefe del departamento de estampas de la Biblioteca Nacional y sé que trabajó en el asunto, pero no llegó a concluirlo. Iba a ser como un piropo editorial a la mujer española, desde las vírgenes primitivas hasta las hermosas damas de Madrazo. Regalo para la vista y un libro regalo.

El tema de Don Juan es inmenso, pero yo quería reunir los tres textos fundamentales de este gran mito ibérico: El burlador de Sevilla, de Tirso de Molina; No hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague (un título que gustaría mucho al Fondo Monetario Internacional), de Antonio de Zamora, y el Tenorio, de Zorrilla. Los tres Don Juanes pensaba llevar comentarios de los eruditos del tema.

La biografía es un género enfermo, pero si en lugar de hacer la biografía de un individuo hacemos la de una estirpe podía ser atractivo. En esta colección, que iba a denominarse Las Castas, estaban previstos la dinastía taurina de los Gallo, la matemática de los Bernoulli, la musical de los Bach, la artística de los Arfe, orfebres y otras varias.

No con el nombre de Periocas, que asusta al pronto, sino con el más llano de Abreviaturas, la Revista de Occidente Argentina -filial que monté en Buenos Aires ante los malos aires que tomaba la censura en Madrid- inauguró en 1947 "un nuevo género de libros que responde", decía la solapa, "a dos necesidades apremiantes del hombre actual: conocer a fondo las obras fundamentales de la cultura moderna y conocerlas rápidamente, puesto que su acumulación progresiva excede, cuando se leen en su voluminoso original, de todas las posibilidades de tiempo". Para no caer en la fórmula lamentable del Reader's Digest había que hacer esto "conservando la misma estructura del libro abreviado, sin supresión de ningún punto esencial ni de detalle importante... para que ni siquiera el estilo se pierda en la operación". Sólo podía llevar a cabo esta difícil labor un periodista de buena pluma y gran cultura, como era Fernando Vela. Y cuando él se cansó, la serie murió, pero se habían publicado en ella las abreviaturas de los Principios de sociología, de Spencer; El espíritu del Derecho romano, de Iehring; las Investigaciones lógicas, de Husserl, y La evolución creadora, de Bergson. El problema que querían resolver estas periocas -escalar la enorme montaña de la cultura- no ha hecho sino crecer, y creo que sería un éxito continuarlas... si se encuentra un sucesor a Vela.

¿Por qué no reunir -pensé asimismo- en esta hora diluvial del mundo, en que naufragan tantos valores, los grandes libros de la humanidad en una colección que se llamara El Arca de Noé?

Citaré por último las Antologías al cuadrado -antología de un autor y al tiempo de sus más autorizados estudiosos- y La novela colectiva, una novela hecha por varios escritores conocidos cada uno sucediendo en el relato a su predecesor, aunque, ésta sea una idea mostrenca que se nos ha ocurrido a todos los editores en algún momento de flojera mental.

Liquido así hoy mis imaginarias existencias editoriales, que ofrezco gratuitamente a quien las quiera con tal de que procure frotarlas con el paño de la realidad por si dieran todavía alguna reverberación. Pero conste que guardo siempre la esperanza de que el mejor de los editores posibles esté aún por nacer.

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