Egipto, la primacía de lo geopolítico
Desde cualquier punto de vista, la cuestión egipcia desvía la serenidad de la ciencia política, donde el Nilo, dijo Herodoto, viaja también a través de valle rodeado por desiertos. Sólo tiene un 6% de tierras cultivables y es lugar donde se produce una verdadera explosión de vitalidad demográfica, una tasa del 2,8% de crecimiento anual, de 17 a 47 millones de habitantes entre 1940 y 1984.Centro político, intelectual, industrial, científico y religioso del mundo árabe y del islam afroasiático y, con China, uno de los centros motores tanto del Oriente histórico como de la época de las tempestades que vivimos después de Bandung e Hiroshima.
Hiroshima, la Larga Marcha, el nasserismo, Vietnam, la guerra de Octubre, el no alineamiento, el marasmo petrolero, la crisis de la civilización hegemónica de Occidente, el camino ascendente de los socialismos y el resurgir del hecho nacional, así como las trascendencias. En suma, la transformación del mundo.
Es el momento de decir que 1984 estará señalado o marcado por tres grandes elecciones: Egipto, Israel y Estados Unidos. Los medios de comunicación, impregnados en su mayor parte de sionismo, fingen ignorar que si la actitud de Washington y de Tel Aviv no puede aportar nada nuevo que se desvíe de la línea general imperialista-sionista, justamente reforzada en otoño de 1983 por el pacto de seguridad entre estos dos países, las elecciones del 28 de mayo en Egipto han sido los primeros comicios generales multipartidarios desde la revolución del 23 de julio de 1952. Esto ya es de por sí bastante significativo si se quieren oír las voces de la historia y tratar de comprender, en una palabra, el carácter específico de Egipto.
Teoría de los juegos
De entrada, hay que remitirse a la parte sumergida del iceberg. Lo específico de la nación egipcia sitúa su centro de gravedad en el Estado nacional mismo y no en el juego de los distintos partidos políticos. Siete mil años: un país geográficamente sin fronteras naturales, atravesado por el Nilo, cuyo curso ascendente va del Sur al Norte y que es único entre todos los grandes ríos. Un valle que ha sido ganado al delta pero que, al mismo tiempo, se halla rodeado por las arenas del desierto.
Los trabajos hidráulicos colosales destinados a domeñar las aguas del río, organizar el riego y el drenaje mediante el Estado centralizador dueño de las aguas, después las oleadas ininterrumpidas de invasiones que vinieron desde el Noreste (empezando por los Hiksos en el siglo XVIII antes de Jesucristo hasta el Estado sionista), desde el Norte, las Cruzadas, el colonialismo, el imperialismo (desde el siglo IX hasta Suez).
Se comprende rápidamente que el Estado, dueño de las aguas y en consecuencia de la economía, sea también el instrumento privilegiado del mantenimiento socio-nacional del país. Así es definido en su conjunto el papel del Ejército desde Ahmés, vencedor de los hiksos, hasta nuestros días. Y, para mantener el conjunto, la única nación-Estado continuamente en movimiento desde hace 70 siglos -dos mil años antes que China y centro del mundo-, una cultura nacional profundamente integrada alrededor del monismo filosófico-religioso: desde el Libro de los Muertos a la Universidad de Al Azhar, pasando por la Iglesia copta (egipcia), iniciadora del monasticismo. Así se configura la tríada de la especificidad egipcia: economía, defensa y fideísmo.
En el centro de ello, el Estado de la nación y su Ejército, ambos surgidos del pueblo, como su diapasón en todas las épocas a traves de las inevitables tensiones de la dialéctica social egipcia, después islámica y árabe, en el corazón de Oriente. Sin embargo, en 1876 se celebró en El Cairo la primera asamblea parlamentaria del mundo no occidental bajo el impulso de Khedive Ismail, cercano al Partido Nacional, que provocó rápidamente su expulsión por las potencias del concierto europeo (liberales, democráticos, pluralistas), abriendo así la vía a la invasión militar y, posteriormente, a la ocupación británica de 1882.
Sin embargo, el Reino Unido sólo consiguió tener el primer Parlamento en el siglo XVII. La Europa continental tendrá que esperar a la mitad del siglo XIX para imitarle, tras múltiples guerras fratricidas, guetos e inquisiciones, revoluciones sangrientas que señalan la Historia desde la Edad Media.
Teatro de las sombras
La vida parlamentaria egipcia ¿estaría, pues, reducida a estos límites? Maticemos el análisis. Si las Cámaras, elegidas mediante sufragio universal y secreto, han jugado un papel importante en la expresión de la voluntad de las "principales escuelas formadoras del pensamiento y de la acción del país, no han tenido, en ningún momento, el poder. Éste, fundado en el reconocimiento por el pueblo de la legitimidad histórica, está centrado en las manos del Estado nacional, fundamentalmente por su Ejército, cuya oficialidad es auténticamente el partido político nacional del Ejército".
Bajo Ahmés, Ramsés, Tutmés, Hatshepsout, bajo Cleopatra y después bajo Saladino, Qait Bey, Ali Bey el Kebir, Mohamed Ali, Ismail, la organización secreta del Wafd mismo en tomo a Abdel Rahman Fahmi, los Oficiales Libres de Gamal Abdel Nasser y Hosni Mubarak.
Lo que ocurre es que esta legitimidad histórica es función de la adecuación entre los sentimientos y la voluntad de las masas populares tanto como de los notables, por un lado, y, por otro, por la línea general y las modalidades de aplicación definidas por los cuerpos de oficiales.
¿Puede uno entonces preguntarse si los diferentes ejecutivos y comités centrales que ejercen el poder, o al menos su administración en los países del interludio liberal o de la autocracia realista, están todos anclados en la Realpolitik?
Hay que remitirse a la paradoja de las elecciones: 32 años después del golpe de Estado de los Oficiales Libres tras la disolución de los partidos en 1954, seguida por la creación de tres partidos únicos sucesivos, fue el Estado nasserista quien creó la Unión Socialista Arabe, proclamada por la Carta de Acción Nacional, que fue votada por el Congreso Nacional de las Fuerzas Populares en mayo de 1962 y que se basaba en la especificidad y en la necesidad de la revolución , "la democracia del pueblo" (no popular) y la "inevitabilidad de la solución socialista".
La muerte del presidente Nasser el 28 de septiembre de 1968 puso fin a la organización política y al cuadro interno del frente nacional. Tras la eliminación del ala radical, configurada en torno a Ali Sabri, y después de la guerra de Octubre, que truncó la arrogancia del cuerpo de oficiales del Tsahel, Ejército israelí, Sadat aceptó la sugerencia de suscitar plataformas procedentes de Estados Unidos. De ahí provienen los principales partidos actuales: el Partido Nacional Democrático, que detenta el poder o más bien la mayoría parlamentaria; el Partido de la Unión Progresista Unionista; el Partido Socialista del Trabajo, y el Partido de los Liberales.
Los Oficiales Libres y su orga-nización política ya no existen. Así lo exige la apertura que será consagrada por los acuerdos de Camp David. El islam político está ausente. La antigua burquesía, también. Será preciso, pues, abrir todos los grandes espacios de la democracia restaurada. Éste va a ser el aporte del presidente Mubarak a la dialéctica sociopolítica e intelectual del país. De esta forma, quien detenta la legitimidad histórica, el único oficial general comandante en jefe durante una guerra nacional victoriosa, en octubre de 1973, se ha convertido en jefe de Estado tras el corto período de Ibrahim Pasha, de abril a noviembre de 1848, que sucedió al ilustre Mohamed Ali, fundador del Egipto moderno (1805-1848).
El Ejército nacional que restauró plenamente la democracia es quien tuvo que hacer frente al dispositivo estratégico sionista. Dieciséis divisiones, ocho de ellas blindadas, la espada del Tsahel, en las fronteras del Sinaí, frente a las cuatro divisiones de Siria, dos en el Sur de Líbano y dos ante Jordania. La marea se yergue sobre las elecciones de 1984 en la olla a presión de la geopolítica.
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