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Entre la nada y el estilo

Hay un momento en la novela titulada A FareweIl to Arms (Adiós a las armas), en el que el protagonista, Frederick Henry, confiesa no comprender palabras como gloria, heroicidad, nación, etcétera; no se trata de un ataque al militarismo, ni mucho menos de una defensa del pacifismo con el que creo que Hemingway nunca hizo buenas migas, sino simplemente de una confesión literaria, casi de un manifiesto de estilo; el autor deja escapar aquí los fundamentos de su obra, quizá su credo literario y, desde luego, poético. No se trata, pues, de decir adiós a las armas, sino de despedirse de un lenguaje y de una serie de significaciones que hasta ahora, estamos en 1929, habían inspirado y casi determinado mucho del que hacer literario.Hemingway irrumpe en la novela americana deslumbrando por su simplicidad, por su brutalidad y sencillez, incluso por su primitivismo; los críticos buscan y encuentran las explicaciones más unitarias, y, por tanto, más simples, en su obra; de aquí también que esta misma crítica derive hacia descubrimientos simbólicos: luego de todo, y vaya como ejemplo, la narración titulada El viejo y el mar ha de corresponderse de algún modo con la famosa novela de Melville, Moby Dick; Melville trascendía del simple narrar hasta un significar más alto, ergo Hemingway "ha tenido que decir algo muy alto" en su novela corta; los dos, además, han escogido el mar, el monstruo marino, etcétera.

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Sin embargo, creo que Hemingway no se dejó llevar nunca por ese querer significar del que hizo tan brillantemente gala Melville; y en este punto, y para cierta crítica, Hemingway es el novelista de la sencillez, sobre todo, de la falta de complicación. Pero ocurre en literatura y sobre todo en novela, que la desnudez completa puede encerrar la más ingeniosa de las complicaciones, puesto que para llegar a ella, a esta pura desnudez, el autor ha hecho un considerable trabajo de selección, de eliminación sobre todo.

Y así ocurre con Hemingway: su aparente simplicidad es una complejidad depurada y seleccionada; su no menos aparente primitivismo es un estudiado despojamiento. Quizá este fenómeno de estilo, o este estilo, sea menos visible en las traducciones, ningún lector español puede por ejemplo comprobar cómo el novelista emplea las palabras inglesas más simples, las más monosilábicas también, pero sí puede comprender, a poco que la traducción sea correcta, que las frases se encadenan, sin ninguna retórica, que todo es simple y directo, que todos los sustantivos parecen tener el mismo valor, etcétera.

Inimitable

Hemingway creó un estilo, el suyo y el inimitable aunque haya tenido imitadores, que busca la palabra concreta y de más inmediata significación; su estilo es así más denotativo que connotativo, podríamos decir; algo que parece acercarse al periodismo por su inmediatez pero que es pura literatura porque es estilo trabajado, depurado, seleccionado. Por eso recordaba" yo para empezar la confesión de un protagonista que a vueltas con una historia, terriblemente romántica, la desromantiza desde el momento en que designifica.

Por eso no es una casualidad que Hemingway sea el maestro de la novela corta, de la atmósfera tensa y de la narración que corre sin detenerse nunca (bastaría recordar sus volúmenes de cuentos o, mejor, de novelas cortas; ese arte que practicaron italianos y españoles, y tan dificil de cultivar).

La complejidad, la significación del novelar de Hemingway, no viene pues de ningún intento de significar a priori, sino de una significación conseguida a través de un estilo desnudo; nuestro autor está en el polo opuesto del novelista pensador o filosofante; no parece, además, muy inteligente si con ello entendemos un autor capaz de involucrar tierra y cielo y de sentenciar sobre todo lo divino y humano; por el contrario, Hemingway no sólo inventa un estilo desnudo, sino que busca temas desnudos: la pesca, la caza, la aventura, el viaje, etcétera (por eso, sea dicho entre paréntesis, su tan famosa obra Por quién doblan las campanas no me parece su mejor obra, le sobran ideas, le sobran, sobre todo, sentimientos materializados y no sugendos, etcétera).

Y después queda todo lo demás, la idea que está en el fondo de toda su obra y que tan bien se corresponde y armoniza con el estilo descubierto y cultivado. Para Hemingway, la vida, el mundo, el universo todo es nada, y una nada escrita en español como suele escribirla; ante esta nada que está ahí, que acecha al hombre, lo único que cabe hacer es actuar, emborracharse de acción, de alcohol, de sexo, de violencia si se quiere, es igual, se trata de vivir ante la nada protagonizando una aventura cualquiera, con la originalidad de que nuestro autor es uno de los primeros en darse cuenta de que las antiguas palabras, significaciones, se han quedado cortas o no son lo suficientemente individualizadas como para que el protagonista las haga suyas.

Quizá sea aún un poco pronto para juzgar, para sistematizar la obra de Hemingway, puesto que él, y no digamos su obra, está aún muycerca; sin embargo, podríamos pensar ya que en un cierto momento del novelar norteamericano, apareció un estilo que tuvo la virtud de enseñar a escribir a muchos, que mostró, sobre todo, cómo con las más simples palabras y las menos complicadas frases, se puede construir un universo,. dar carne a un protagonista y describir una aventura.

Ésta fue sin duda su primera virtud, la segunda que encerraría todo un significado, es más dudosa, y está basada en esa visión nihilista del mundo que tuvo Hemingway. Si, efectivamente, no hay nada, sólo queda el gesto que el autor llama aventura; es decir, un deambular por el mundo en busca de sensaciones siempre exteriores y un negarse, siempre obedeciendo a esas leyes inexorables de la nada, a significar.

Hemingway limpió la literatura novelesca de muchos fantasmas falsos, quizá románticos, la volvió aparentemente simple, sencilla, transparente, y en su escritura encontró la manera, el modo, el estilo, quizá la receta, de combinar sabiamente una desolada visión del mundo, con un no menos desolado y despojado lenguaje.

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