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Cinco tríos y una calle de Alcalá de Henares, en homenaje a Frederic Mompou

La figura del músico catalán Frederic Mompou despierta desde el comienzo de su vida musical las máximas adhesiones. Desde hace años, los homenajes a nuestro primer músico se suceden, pero el que el pasado lunes le ha rendido Alcalá de Henares (Madrid) posee matices específicos. La ciudad cervantina, cuya entidad cultural se recupera día a día, dedicó al compositor catalán una calle en el barrio de ampliación de El Chorrillo, que toma su nombre de los antiguos y románticos jardines.

En la capilla universitaria de San Ildefonso, el trío Mompou -formado por Luciano Sarmiento (piano), Joan Lluís Jordá (violín) y Pilar Serrano (violonchelo) presentó cinco obras de autores españoles de hoy, pensadas y escritas en homenaje a Mompou. Y es que el trío que adopta el nombre del gran músico no se conforma con el gran repertorio: busca en el pasado y promueve en el presente, con lo que el intérprete cobra sus mayores y más válidas dimensiones.Bien diferenciados en su estética, su lenguaje, su técnica y su estilo, los cinco nuevos tríos poseen, uno a uno y como bloque, méritos y atractivos. Fernández Alvez (Madrid, 1943) parte de un número de Música callada (el que sirve de sintonía a la SER) para desarrollar una obra bien concebida y realizada, plena de sutilezas y conectada siempre con la fuente, esto es, la sensibilidad armónico- acústica de Mompou.

De gran belleza, la obra de Fernández Alvez tuvo respuesta de otro talante en el Tri 84, del barcelonés Ricard Miralles (1944), evocador de estructuras clásicas a través de una continuidad motórica que alterna con trozos abiertamente líricos. Página resultado de un único impulso, su fuerte y vivaz continuidad responde, como indica el autor, a una intención eminentemente lúdica.

Culminación del espacio sagrado

Aún conectada con sus últimas partituras (de la que Espacio sagrado para orquesta se me antoja culminación), el Trío concertante, de Tomás Marco (Madrid, 1942), posee una peculiar fisonomía, no distante tampoco de Milenario, escrita para Burgos. La concertación parece, antes que desarrollo, polifónico y arquitectónico de simultaneidades, combinatoria de sucesiones lineales. Dominan entonces lo sintético y lo transformatorio (siempre a partir de elementos detallistas), en un total coherente sobre el que parece caer un cierto tinte de primitivismo más evidente por el carácter ritual de la página.Crece cada día la producción de Benet Casablancas (Sabadell, 1956), el más joven de los com positores escuchados. Su Moviment per a trío escapa con buen instinto y aguda inteligencia a las presiones formales de la tradición y a los convencionalismos (ya academicistas) de la vieja vanguardia de los años cincuenta. Tiende por naturaleza a una cierta expresión dramática, no tanto por la misma naturaleza del material cuanto por el bien establecido orden de las tensiones.

La música del mayor del grupo

En fin, el mayor del grupo, el gallego Rogelio Groba (Puenteareas, Pontevedra, 1930), suma su Trium a las líneas sólidas de creación que caracterizan su obra: uso libre de los esquemas tradicionales, sentimiento nacionalista desprejuiciado y ajeno a cualquier receta brillante de escritura con armonías, melodías y ritmos de gran fuerza y perfiles escultóricos. Como fondo -que asoma al exterior-, una sustantividad de gran lirismo.Después de las excelentes versiones dadas por el trío Mompou, el alcalde de la ciudad y el representante de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad (entida2 des patrocinadoras de los actos) pronunciaron palabras de homenaje a Mompou y entregaron a Carmen Bravo de Mompou placas y recuerdos. En su breve párrafo de gracias, Carmen nos dio la mejor noticia: el gran Frederic estará ya hoy en su casa del paseo de Gracia barcelonés, tras el tratamiento seguido en una clínica de la capital catalana.

Frederic Mompou, a sus 91 años, preside desde su autoridad humana y artística la música española. La preside y al mismo tiempo es su esencia. Una de las peculiaridades de la invención de Mompou es su carga de originalidad, que otorga a sus pentagramas un talante moderno no buscado, sino hallado. Cuando el trío tocó como propina la transcripción de la primera canción sobre Valery, la música de Mompou sonaba junto a las anteriores, sin lejanía, casi con contemporaneidad.

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