Más de un millón de personas rindieron ayer su último homenaje al dirigente comunista italiano Enrico Berlinguer
Enrico Berlinguer, secretario general del Partido Comunista Italiano (PCI) fue enterrado ayer en el cementerio de Prima Porta, en la periferia de Roma, tras recibir un multitudinario último homenaje de más de un millón de personas, al que se sumaron más de 50 delegaciones extranjeras. Fue una, impresionante manifestación de silencio, sólo interrumpido por un grito coreado por la multitud: "En-ri-co". En la tribuna levantada en la plaza de San Juan de Utrán, donde se celebró el acto de despedida al líder comunista -fallecido el lunes en Padua a los 62 años, tras sufrir una hemorragia cerebral el jueves anterior en la citada ciudad- se encontraban, junto a los dirigentes del PCI, el presidente italiano, Sandro Pertini; el jefe del Gobierno, Bettino Craxi; el número dos de la URSS, Mijail Gorbachov; el primer ministro chino, Zhao Ziyang, y el líder palestino Yasir Arafat, entre otras personalidades.
Berlinguer puede descansar en paz. Es difícil que un ser humano pueda ser despedido con una explosión de afecto como la que recibió ayer el desapaerecido secretario general del PCI, en una Roma que paralizó sus actividades para rendirle homenaje.Como en estos últimos días, los puños levantados se mezclaban con la señal de la cruz. Y el nombre de Berlinguer se iba oyendo rítmicamente como una letanía sacra durante los cinco kilómetros que recorrió un cortejo imponente, pero familiar, desde Botteghe Oscure -sede central del PCI- hasta San Juan de Letrán. Detrás del furgón que la gente cubría de flores a su paso, muchas bañadas de lágrimas, desfilaban la viuda del líder comunista, Letizia, y sus cuatro hijos: Mario, Bianca, Maria y Laura. Sin luto. Era su primera aparición pública. Agradecieron por escrito a fotógrafos y periodistas el que en estos días de dolor hubiesen sabido respetar fielmente sus deseos de silencio y de intimidad. Detrás iban todos los líderes del PCI, jóvenes y ancianos.
Precedía al coche fúnebre un cortejo de coronas que no se podían abarcar con la vista, con saludos en todas las lenguas. Impresionaba el silencio. Se oía hasta el ondear de las incontables banderas comunistas e italianas, juntas.
Ceremonia político-religiosa
Desfilaban también los estan dartes de más de 2.000 ayuntamientos gobernados por los comunistas. No se sabía si era un acto político o una procesión religiosa porque la mayor parte de esas en señas llevaban dibujadas vírgene y santos, papas y obispos mártires. Impulsado por la emoción, un vielo militante obrero que sudaba a chorros bajo un sol veraniego soltó, ante este corresponsal, un: "¡Ostia che bello!". No sonó a blasfemia, sino a oración.
Mientras tanto, la plaza de San Juan de Letrán estaba ya atestada de gente desde las doce de la mañana, en espera de la llegada de los restos mortales de Berlinguer. Se calcula que más de medio millón de personas se quedaron fuera, en las calles adyacentes.
Cuando el féretro llegó a la plaza, que había esperado muda durante cuatro horas y media, fue como si estallase un trueno. Los gritos de "En-ri-co, En-ri-co", se oían mezclados a las notas del himno italiano. Y un coro inmenso entonó Bandiera rossa.
En la tribuna de honor estaban ya el presidente de la República, Sandro Pertini, el primer ministro Bettino Craxi y el Parlamento en pleno. Más de 50 delegaciones extranjeras, entre ellas dos españolas: la del Partido Comunista de España (PCE), presidida por Gerardo Iglesias, y la del PSOE, por su presidente, Ramón Rubial. En representación del Gobierno asistía el embajador de España, Jorge de Esteban, que por la mañana había estado en la sede central del PCI para rendir homenaje a Berlinguer, gesto que le fue agradecido por los dirigentes comunistas.
Fuera de programa y en decisión de última hora, abrió el turno de oradores una mujer: Nilde Jotti, segunda mujer de Togliatti, miembro de la dirección del PCI y presidenta del Parlamento. Empezó agradeciendo a Pertini "el testimonio generoso que nos has dado a todos". De la plaza se levantó un atronador aplauso. El viejo socialista se emocionó. Intentó saludar pero tuvo que quitarse las gafas para enjugarse las lágrimas.
Silbidos a Craxi
Pero, cuando Nilde Jotti dio las gracias al Gobierno y a su presidente, el socialista Bettino Craxi, sólo se oyeron silbidos y gritos de desaprobación.
Aplausos hubo también para Yasir Arafat, cuya entrevista de ayer con el ministro de Asuntos Exteriores italiano ha suscitado una protesta oficial de Israel.
La delegación soviética, presidida por un hombre tan representativo como Gorbachov, se quedó perpeleja cuando, al llegar el coche fúnebre, vio cómo junto al mar de puños cerrados mucha gente se santiguaba y hasta se arrodillaba.
En todos los discursos se oyeron las mismas palabras, los mismos elogios a un Berlinguer descubierto de repente empapado de carisma, amado hasta por los no comunistas. La palabra "paz" fue la más repetida". El presidente del Parlamento Europeo, Pieter Dankert, elogió la capacidad de Berlinguer para "conjugar la fuerza ideológica con la independencia, el realismo con la utopía".
Giacarlo Pajetta, el último líder historico del primer comunismo italiano, hizo sollozar a la plaza cuando dijo: "Hemos venido aquí no sólo para llorar y si nos enjugamos una lágrima es para ver más claro, para mirar lejos, más allá de los acontecimientos de un día".
Hubo tambien aplausos cuando los dirigentes del PCI hicieron subir a la tribuna a Valentino Parlato, director del periódico Il Manifesto, publicación en torno a la cual se agruparon los comunistas expulsados del partido en 1969.
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