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Reportaje:

La rebelion de Ios Sijs

Indira Gandhi jugó con fuego al ordenar el asalto del Templo Dorado de Amfitsar

JUAN G. YUSTE

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Una religión sincretica

La decisión del Gobierno indio de entrar a sangre y fuego en el Templo Dorado de Amritsar, el santuario de la religión sij, puede levantar una ola de protestas entre los aproximadamente 12 millones de fieles de esta religión, sincrética entre la hinduista y la musulmana, y poner en serio peligro la estabilidad política de la India, que, con sus 700 millones de habitantes, se autoproclama "la mayor democracia del mundo".Indira Gandhi ha debido pensárselo mucho para dar una orden tan radical al Ejército. Quizá pensó que los más de 400 muertos con los que se saldó el asalto al Templo Dorado serían los últimos de la agitación sij, que desde hace dos años ha causado inumerables víctimas en el rico Estado de Punjab,

el granero de la India, situado al noroeste del subcontinente. El tanque de néctar , donde los fieles realizaban sus abluciones en el complejo del templo, está ahora teñido de rojo. No se sabe si los disparos de la artillería han dañado el Harmandir, el templete de cobre y oro donde se guarda el Granth Sahib, la biblia de los sijs, cuyos versículos se leían ininterrumpida mente día y noche. El libro sagrado es una compilación de textos de 36 autores, entre ellos santones hindúes y musulmanes, además de los diez gurus sijs. Hace un año, cuando dos enviados especiales de EL PAÍS visita ron el Templo Dorado de Ainrit sar, una intensa actividad se desarrollaba en él. Los creyentes guardaban cola para tener el honor de leer el Granth Sahib, y el sistema de megafonía difundía los monóto nos versículos del texto sagrado. La mayoría de los Sijs portaban armas, desde espadas y lanzas hasta anticuados fusiles, y la cocina comunal repartía dal (una especie de sopa de lentejas) y chapatti (un pan fino y redondo) a los millares de personas que comían gratis en el templo para hacer verdad el proverbio de que "en Aniritsar nadiese irá a dormir con hambre".Cocina comunal Amarjit Singh, un funcionario del templo encargado de las relaciones con los visitantes extranjeros, nos explicó que 10.000 personas comían gratis diariamente en el langar o cocina comunal, sin que nadie les preguntara su religión, raza o sexo. "Hacemos todo esto sin ayuda estatal, gracias a las donaciones y al trabajo voluntario de la comunidad sij, porque para nosotros servir al prójimo es servir a Dios". Grupos de, voluntarios fregaban los suelos de mármol alrededor del estanque sagrado. Inscripciones en punjabí y en inglés grabadas en las losas agradecían los favores recibidos. Algunos fieles se introducían en el estanque con la esperanza de curar sus enfermedades. El templo se terminó deconstruir en 1601 y ha tenido una historia azarosa, como el Estado de Punjab, pero nunca había sufrido un asalto de las características del que se produjo el pasado miércoles. Otro funcionario del templo, Narinderjit Singh, doctor en filosofía, se cerciora de que los visitantes extranjeros no lleven encima tabaco, drogas o alcohol. Lael consumo de estos estimulantes porque "esclavizan al hombre" Naturalmente, hay que entrar descalzo y con la cabeza cubierta en el recinto sagrado, además de mantener una actitud respetuosa. Cualquier violación de estas normas podría tener consecuencias imprevisibles.La tensión entre los sijs y la policía era palpable ya entonces. El recinto del Templo Dorado estaba rodeado por un discreto cordón policial y los sijs que se dirigían al lugar sagrado pasaban exhibiendo ostentosamente sus armas. Los gurus predicaron que los creyentes deben ir armados para "luchar contra la injusticia", y los oradores que adoctrinan a los síjs en el interior del templo fomentan y aconsejan la posesión de armas blancas y de fuego.La morcha o guerra santa de los sijs contra el Gobierno central estaba entonces en pleno apogeo, y cada tarde centenares de personas, incluidos niños, salían en manifestación pacífica por el centro de Amritsar, entre enjambres de bicicletas y ricshaws a pedales, hasta la comandancia de policía, donde eran detenidos y abarrotaban las cárceles, haciendo impolible cualquier represión eficaz.Más de 100.000 sijs fueron detenidos en un año, y las protestas fueron haciéndose más violentas, con secuestros de aviones, bombas, sabotajes y atentados, además de enfrentamientos con los hindúes y con los nirankaris, una secta sij disidente y contraria al Templo Dorado. Se calcula que habían muerto unas 2.000 personas desde el inicio de la protesta,

Desde que comenzó la revuelta de los sijs, la policía india sostenía que en los templos se almacenaban armas y que en su interior, y especialmente en el Templo Dorado, se escondían fugitivos de la justicia. La ley prohibía la violación de estos recintos, y el líder radical Sant Jarnail Singh Bhindranwale recibía tranquilamente a periodistas extranjeros y predicaba la guerra santa contra el Gobierno central. Bhindranwale murió en el asalto, lo que se suma al hecho en sí de la profanación del lugar sagrado. La reacción de los sijs apenas ha comenzado todavía, y son de esperar nuevos y graves incidentes no sólo en el Estado de Punjab, sino en todos los lugares de la India donde viven miembros de esta religión.

Varios dirigentes sijs, entre ellos Bhindranwale y el más moderado Longowal, nos explicaron sus reívindicaciones. En primer lugar, las religiosas: los síjs quieren que Amritsar sea declarada ciudad santa, que no se permita la venta de tabaco, alcohol ni carne en los alrededores del Templo Dorado, que puedan transmitir por radio la lectura del libro sagrado y que en los aviones de Indian Airlines, la línea aérea interior, se permita a los sijs llevar el kirpan, el pequeño cuchillo curvo que su religión les obliga a portar permanentemente.

Pero la revuelta tenía también motivaciones económicas, como, por ejemplo, la distribución de las aguas de los ríos Beas y Sattui, que el Gobierno federal pretendía hacer llegar a los Estados vecinos de Haryana y Rajastán, poblados mayoritariamente por hindúes, en perjuicio de los agricultores sijs

Y el importante factor político: Los líderes sijs se quejaban del centralismo de Nueva Dellii y pretendían crear un Estado con todos los territorios donde se- habla punjabí. Era un intento de recuperar el Purijab histórico, la "tierra de los cinco ríos", que llegaba hasta el Khyber Pass, que separa hoy Afganistán de Pakistán, e incluía territorios como Cachemira y Ladakh, con su capital en Lahore, hoy en Pakistán tras la partición británica de 1947.La tentación separatista

El líder moderado Longowal nos aseguró que su movimiento no era separatista y que sus reivindicaciones autonómicas no iban más allá de la que disfrutan los Estados norteamericanos o las provincias canadienses. Sin embargo, las facciones radicales sijs sueñan con la secesión de la India y con la creación de un Estado independiente, el Jalistán. Como sucede en Assam o en Cachemira, donde también se han registrado graves incidentes, el Gobierno central de Nueva Delhi no quiere ceder ante estas demandas en un país con más de una docena de idiomas distintos e importantes diferencias étnicas y religiosas.Los sijs tienen un espíritu nacional muy fuerte y la conciencia de haber sido perseguidos siempre. "Estamos discriminados religiosamente porque el Gobierno no quiere declarar ciudad santa a Amiritsar, mientras que sí lo ha hecho con lugares sagrados de otras religiones. La señora Gandhi y su Partido del Congreso tratan de exacerbar las diferencias entre hindúes y sijs para mantenerse en el poder", nos declaró Longowal. Un miembro del Partido del Congreso, en el poder, quitaba importancia a las reivindicaciones de los sijs: ¿De qué se quejan? Viven en uno de los Estados más prósperos de la India. No están discriminados. Monopolizan prácticamente el negocio del transporte y reciben mucho dinero de sus emigrantes. La verdadera razón de sus insaciables demandas está en la lucha interna dentro de su partido político, el Akali Dal".La forma en que Indira Gandhi ha manejado este problema no se ha caracterizado por su tacto precisamente. El escritor indio Salman Rushdie, que acaba de publicar en España su magistral novela Hijos de la medianoche, manifestó a este periódico el mes pasado, en Madrid, que la señora Gandhi había potenciado al sector extremista de los sijs para aislar a los moderados del partido Akali Dal, que había sido una especie de aprendiz de bruja que ya no podía controlar las fuerzas desatadas por ella misma.El asalto del Templo Dorado ha sido la culminación de esta política. Hace un año nadie, ni siquiera los propios radicales síjs que advertían sobre una posible profanación del recinto sagrado, podían imaginarse que llegara a pasar esto. Indira Gandhi se ha enemistado con' el 2% de la población de la India que suponen los síjs, una minoría muy activa que ocupa cargos claves en el Ejército, el comercio y los transportes.

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