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El profundo sentido de la fiesta

En 1963, la Real Academia Gallega instituyó el Día das letras galegas. El propósito de este acuerdo era el de actualizar en la conciencia de las gentes de Galicia determinadas figuras que por sus trabajos de creación o de estudio habían iniciado un camino claro de resurgimiento de la cultura del país. Figuras olvidadas, e incluso en muchos casos ignoradas por la fuerza de la marginación oficial -40 años de impuesto silencio-. Y aún más: por la fuerza represiva del Estado. Poseíamos un innegable patrimonio espiritual y apenas si sabía nadie, o casi nadie, en qué consistía tal riqueza.Se comenzó cuando fue posible hacerlo. Y el año elegido -1963- lo fue porque en 1863 -es decir, 100 años antes- apareció Cantares gallegos, de Rosalía de Castro. Un libro del que arrancó el enérgico renacer de la cultura de Galicia. La fecha concreta -17 de mayo- venía dada por la dedicatoria a Fernán Caballero que Rosalía firma, en Santiago, y en tal día. Desde entonces, y hasta hoy, el desfile de ilustres individualidades no se ha interrumpido. Al principio, no pudieron las autoridades coartar una conmemoración limpiamente cultural. Y conviene no echar en saco roto que al año siguiente -1964- la figura elegida por nuestro regio instituto fue, ya, la de Castelao, persona nada grata para el sistema y hasta más de una vez calumniada y escarnecida por la vía oficial de entonces. La Real Academia Gallega, además, mantuvo sin cubrir la vacante producida por el exilio del escritor y artista, mientras éste vivió.

La idea de la Real Academia Gallega tuvo en seguida fecundo eco. Y lo que comenzó siendo una fiesta restringida, seria y rigurosa, acabó ampliándose para alcanzar poco a poco hasta una semana de actos culturales de muy variada índole. Hoy puede decirse que al aproximarse el 17 de mayo de cada año, Galicia entera vibra al unísono en el reconocimiento de lo que le es propio e insustituible. Así, cualquier gallego se reconoce a sí mismo como heredero y usufructuario de un bien espiritual específico. En esta herencia asoma siempre, con diversas características, nuestro propio sistema de valores. O, lo que es lo mismo, nuestro elenco de preferencias y de rechazos. Nuestra sensibilidad y nuestro estilo de creación.

Evidentemente, esa escala preferencial y ese módulo creador obtienen su más ajustada expresión en la lengua de la comunidad. En la lengua propia. Todas las grandes figuras exaltadas en el Día das letras galegas "lo son por haber plasmado sus obras en gallego". Se trata, pues, de la cultura de Galicia exteriorizada en la lengua de Galicia. Muchos de los personajes homenajeados han sido bilingües y ello no es obstáculo para que lo que se pretende afirmar y subrayar sea la dignificación y la altura fecunda a que ellos llevaron un modo de ser de raíz netamente gallega. El idioma -sangre del espíritu, según nos dijo don Miguel de Unamuno- circula por los entresijos de nuestra intimidad como una riqueza inagotable. Era desconsolador, y peligroso para la permanencia de la cultura de Galicia, que tal patrimonio se perdiera. Al poder gozar de él se facilita, sin duda alguna, el ímpetu creador y estudioso de los que vienen después. Por eso, el poseer conocimiento claro y concreto de lo que fuimos -en obras y maneras propias- nos lleva de la mano a otra cosa decisiva, a saber: la facilitación de la continuidad. Nada colectivo tiene futuro si carece del apoyo generacional. Toda creación, por espontánea y original que parezca -y lo sea- necesita apoyarse, consciente o inconscientemente, que eso ya es secundario, en los que nos precedieron. No para imitarlos de modo pasivo, sino para superarlos creadoramente.

Por eso hemos convertido una orfandad espiritual en herencia de la que nos sentimos legítimamente orgullosos. Herencia que nos condiciona y nos exalta,

De esta manera, el Día das letras galegas ofrece, también al resto de los españoles, una riqueza que, al incorporarse a la de otras culturas, eleva y potencia la gran cultura española. Todos somos de todos. El aliento hispánico -recordemos a Maragall- deja oír su melodía de diversas y hermosas voces. El Día das letras galegas no aparta y excluye, sino que une, suma, y compone, en armónica articulación, el sentir, múltiple y tonificdor, pluritario y unitario, de la patria común.

Vamos, por ende, arrancando de la oscuridad, o de una pobre consideración, las mentes y los logros de los antepasados de todas las épocas. Se procura, eso sí, que cada personaje haya pasado ya por un margen de tiempo suficiente para que su esfuerzo, y su trabajo, queden alejados de los vaivenes de la actualidad. Es el margen de respeto que debemos a nuestras grandes figuras desaparecidas. Pero, poco a poco, todos ellos irán apareciendo en el primeir plano de la conmemoración y el homenaje. El acervo cultural de Galicia dispone, por fortuna, de nombres y más nombres gloriosos.

Ése es su patrimonio. Ése es el sentido último de la fiesta. Fiesta de los gallegos y fiesta de todos.

Domingo García Sabell es presidente de la Real Academia Gallega.

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