El Rey afirma en Moscú que el problema de Latinoamérica no se arregla con el terrorismo ni con intervenciones del exterior
FÉLIX BAYÓN ENVIADO ESPECIAL, El rey Juan Carlos levantó su copa de vodka y bebió hasta apurarla cuando acabó anoche de leer los siete folios del brindis que pronunció en la sala de las facetas del Kremlin, el edificio civil más antiguo de Moscú, en el que los zares recibían a los embajadores extranjeros. El rey, en su discurso, repitió por dos veces que España pertenece al mundo occidental e hizo una apología de la democracia, las libertades y el respeto a los derechos humanos. Don Juan Carlos hizo también referencia a los problemas de Latinoamérica, que, "no pueden salvarse ni con la subversión armada, ni con la acción terrorista, ni con la intervención externa".
"España es hoy una democracia" dijo Juan Carlos I, "y no en un sentido formal, sino en un sentido muy real, sabiendo que la democracia siempre es un camino y nunca una meta a la que se llega definitivamente, a la que nadie puede pretender haber llegado".Chernenko, que había entrado tambaleante en la sala, aunque no necesitó ayuda alguna para descender los siete escalones de la entrada, asentía cuando el Rey hablaba de democracia, pero permanecía artificiosamente impasible mientras el Monarca se refería a los derechos humanos.
El Rey explicó también las razones que le han llevado a aceptar la invitación para visitar la URSS "Los indicios de tensión internacional, especialmente en este continente europeo que a todos nos pertenece, me han hecho acoger con mayor interés aún vuestra invitación, puesto que ningún Estado debe escatimar esfuerzos para mejorar la situación internacional en estos momentos".
Juan Carlos I identificó los traumáticos pasados de España y la URSS al afirmar que "los pueblos que han debido pagar un alto precio para rechazar una agresión exterior, como el pueblo de la Unión Soviética, y los pueblos que han pagado un alto precio por conquistar la democracia, como el pueblo español, tienen un largo camino que recorrer para crear y contribuir a crear ese mundo que los pueblos desean regido por la libertad y el consenso, el respeto de los derechos humanos y la democracia política y social".
La Reina brillaba, en un ambiente vestimentario bastante gris, con un vestido largo de lamé rojo brillante, que adornaba con una flor. Al contrario que el Rey, que apuró su copa de vodka tras escuchar el discurso del líder soviético, Konstantín Chernenko, y también después de leer su propio brindis, doña Sofía sólo se mojó los labios.
Titubeos de Chernenko
La mesa estaba servida con un mantel blanco, cristalería de Bohemia de seis piezas y cubertería de plata. Frente a la Reina quedaba el ventanuco tras el que las mujeres de la corte del zar seguían los banquetes. Las paredes están cubiertas por los frescos realizados por los artesanos de la ciudad rusa de Palej en el pasado siglo. El menú era largo: tartaleta de caviar, salmón y langosta, kaklieta Kievskay, sopa de pescado a la suzdal, cangrejo de Kanchatka, filete de ave relleno de foie-gras, helados con bayas siberianas, y frutas, todo ello acompañado de vodka, vino blanco y tinto, y cerrado con café, té y coñá armenio de tres estrellas. Chernenko leyó su discurso antes que el Rey. Comenzó con fuerza, pero las dificultades respiratorias de las que ya hizo gala al recibir a don Juan Carlos le hicieron interrumpir su rápido ritmo para comenzar a titubear y continuar con mayor lentitud. Leía unas pequeñas cuartillas, y su mano izquierda temblaba al regresar al bolsillo de la chaqueta.
El líder soviético insistió en las cuestiones tópicas de la política exterior de la URSS, y reconoció que "los puntos de vista de la Unión Soviética y de España sobre los problemas internacionales son bastante diferentes. Sin embargo", añadió, "creemos que España, igual que la Unión Soviética, está interesada en una paz duradera, como lo confirman vuestros discursos, las declaraciones del Gobierno español y las expresiones de la opinión pública".
Igualmente, Chernenko aludió a la intención de España de no admitir armas nucleares en su territorio, que se considera que es el deseo que Moscú mantiene al considerar ya inevitable la adhesión a la OTAN. "En este contexto", añadió, "quiero recordar que la Unión Soviética declaró oficial y solemnemente que no emplearía armas nucleares contra los Estados que renunciaran a la producción y adquisición de esas armas ni las tuvieran en su territorio".
Antes de la cena, el Rey y el líder comunista se habían encontrado en la Sala Roja del gran palacio durante casi una hora. Allí hablaron en un tono que los testigos consideraron distendido. Se había evitado la mesa de rigor, que da apariencia de negociación a cualquier encuentro que se tiene con los soviéticos.
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