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Los Reyes de España, en la Unión Soviética

El jefe del Gobierno soviético, Nikolai Tijonov, presidió una protocolaria recepción a los Reyes en el aeropuerto de Moscú

FÉLIX BAYÓN ENVIADO ESPECIAL,Con un recibimiento que rozaba los mínimos de la frialdad protocolaria soviética, por primera vez un jefe de Estado español, el rey Juan Carlos I, llegaba ayer a la Unión Soviética a las 15.03, hora de Moscú (13.03, hora peninsular). El jefe del Gobierno de la URSS, Nikolai Tijonov, era la más alta autoridad que esperaba al Rey en el aeropuerto. Junto a él se encontraban el ministro de Asuntos Exteriores y primer vicepresidente del Consejo de Ministros, Andrei Gromiko, el primer vicepresidente del Presidium del Soviet Supremo, Vasili Kusnetsov, y el ministro de Cultura, Piotr Demichev.

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Tratamiento habitual en la Prensa soviética

En la terminal de autoridades del aeropuerto moscovita de Vnukovo, una pancarta, en castellano y en ruso, daba la bienvenida a los Reyes en un tono bien neutro: "Bienvenidos, egregios huéspedes españoles". Poco más de un centenar de soviéticos, provistos de banderitas de papel españolas y soviéticas, había venido desde el distrito moscovita de Volvogrado para asistir al recibimiento. Media docena de autobuses había trasladado al reducido grupo.El celo de los guardianes del orden no impedía breves diálogos con algunos de los que habían ido a ver cómo llegaba a Moscú el primer rey de España que visita la URSS. "¿Por qué han venido ustedes?", se les preguntaba. "Nos han traído", respondía ingenuamente una mujer rubia entrada en los cuarenta. "¿Saben ustedes cómo se llama la Reina de España?", se les volvía a preguntar. Después de un breve silencio, otra mujer respondía: "Sofía", y el resto repetía el nombre de esa reina rubia que poco después llegaría desde un país lejano. Un hombre de edad madura intervenía un tanto tarde para dar razón de la presencia de ese centenar de compatriotas, como si hubiera encontrado al fin la fórmula correcta: "Muchos de los nuestros murieron en la guerra de España".

En esta ocasión, el aeropuerto de Vnukovo no había reunido grandes multitudes, como ha sido norma en otras ocasiones. Eran los honores militares los que tomaron mayor protagonismo: una banda de música y una compañía en la que se encontraban representados los tres Ejércitos presentaron armas al Rey después de que se interpretara el himno nacional español, a un ritmo un tanto sinco pado, y luego el soviético.

Difícil momento de la visita

Un ligero viento barría la pista mientras los Reyes saludaban a los miembros de la Embajada de España y pasaban ante los periodistas, las dos decenas de miembros de la colonia española y el centenar de soviéticos.

Cada uno de los grupos estaba discretamente separado de los de más por cordones rojos. Uno de los niños españoles que llegaron a la URSS en 1937, el vasco Roberto Murguía, de 61 años, formaba parte del público. Murguía vive casualmente en el distrito en el que se hizo la recluta. Ninguno de los viejos exiliados ni de los otros niños fue invitado.

En una veintena de coches oficiales de color negro -de las míticas marcas Sil y Chaika, que sólo se fabrican para los jerarcas del partido, el Ejército y el Estado-, los Reyes, las autoridades soviéticas y sus séquitos enfilaban después, a todo correr la avenida de Lenin hasta llegar al Kremlin.

Un funcionario soviético respondía a un perodista que le interrogaba sobre el recibimiento: "Es normal, incluso más de lo normal. En la compañía de honores no hay siempre marineros". Diplomáticos españoles, por su parte, argumentaban que desde que llegó al poder Konstantín Chernenko -que hace sólo un mes accedió a la jefatura del Estado- nunca había ido a recibir a nadie al aeropuerto.

Después de cinco años de preparación, la visita del Rey parece haberse producido en un momento difícil: con un líder soviético reacio a dejarse convencer para que se acerque hasta el aeropuerto, dos días después de que la URSS decidiera boicotear los Juegos Olímpicos de Los Ángeles y justo cuando Yelena Bonner, la mujer de Andrei Sajarov, premio Nobel de la Paz, era enviada al destierro en la ciudad cerrada de Gorki, acompañando así a su esposo en la condena que ha venido cumpliendo, sin juicio previo, desde hace cuatro años. Yelena Bonner era el único contacto que Sajarov mantenía con el mundo exterior.

Todos estos acontecimientos parecen haber sorprendido a la diplomacia española, que ha sido la que preparó el viaje del Rey.

En el Kremlin

El líder máximo de la URSS, Konstantín Chernenko, esperaba ayer al rey Juan Carlos ante el Gran Palacio del Kremlin. Chernenko llegó a la explanada delantera del palacio unos 10 minutos antes que el Rey. Dos ayudantes le auxiliaron, al salir del coche y le condujeron, tomándole de ambos brazos, hasta una dependencia cercana. Poco antes de que la comitiva en que viajaban el Rey y la Reina penetrara en las murallas del Kremlin, Chernenko salió de nuevo algo más restablecido, aunque aún necesitó que uno de sus ayudantes le abrochara el abrigo.

El Rey y la Reina se retiraron después a las dependencias, cercanas a la armería del Kremlin, donde tendrán su residencia durante los dos próximos días. De ahí, el Rey salió a entrevistarse con el líder soviético, mientras que la Reina, acompañada de la esposa de Chernenko, visitaba la Escuela Coreográfica Académica de Moscú. Por la noche, ambos, junto con el ministro de Asuntos Exteriores español, Fernando Morán, asistirían a la cena de gala ofecida por el jefe del Estado y el partido único de la URSS.

Al despertarse hoy, don Juan Carlos y doña Sofía tendrán frente a sus ventanas el mismo Gran Palacio del Kremlin donde fueron recibidos, que es el que albergará la mayor parte de las ceremonias a las que asisten en, esta ciudad y del que sólo les separa un pasadizo.

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