El mundo mágico y sereno de Barenboim

Con el recital de Daniel Barenboim terminó el ciclo Piano 84, que Ibermúsica ha dedicado a Rosa Sabater, la gran pianista barcelonesa muerta en accidente aéreo. "Nos gustaba su forma de interpretar", escribe el compositor Turina Gómez, "tan lejos de la frialdad académica como del exceso romántico". Por lo mismo, cuando Barenboim tocó, de manera prodigiosa, Evocación, de Albéniz, el homenaje a Rosa Sabater alcanzaba su máxima intensidad. Con sosiego, precioso sonido y poético sentido de lejanía, Barenboim nos dio la Andalucía soñada que quería Rosa Sabater y pensó Isaac Albéniz.Antes, ese auténtico genio musical que es Barenboim nos descubrió -esta es la palabra- la Sonata Pastoral y La tempestad, de Beethoven. Al analizar la música de semejante manera, Bareriboim evidencia con claridad y extremada sencillez la compleja estructura del pensamiento y la técnica beethoveniana.

Barenboim toca los pentagramas de Beethoven desde su calidad de intérprete creativo y desde su condición, inexcusable, de erudito. Yo diría que las de Barenboim son versiones críticas y, a la vez, expresiones del más alto rigor en lo sensible y en lo meramente acústico.

Los mundos sonoros de Barenboim son mágicos, pero su misterio está hecho de luz y tonalidades claras. Así resolvió los seis Estudios trascendentales que ocupaban la segunda parte del programa, ahuyentando, en una suerte de exorcismo, los demonios de Liszt para enaltecer sus ángeles. La interiorización de Ricordanza o el proceso dinámico de Temporal de nieve quedarán para siempre en nuestro recuerdo, en medio de un recital inolvidable en su conjunto. El público aplaudió con delirio y Barenboim ofreció hasta 10 propinas.